Los trolls, una forma de agresión cotidiana

Los trolls, una forma de agresión cotidiana
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 16 julio, 2020

Para algunas personas, Internet y las redes sociales son como el salvaje oeste. Un ejemplo de ello son los trolls y esa agresión en línea cuyo objetivo es crear una respuesta emocional, provocar, crear antagonismos o sencillamente, acosar. El trolling es para los expertos una forma de abuso ejecutada por un perfil narcisista, con baja autoestima y movido por la venganza o el simple aburrimiento.

Este tipo de fenómeno cuenta cada vez con mayor documentación y estudios. Nuestra sociedad dispone ya de esa impronta digital que ha cambiado (para bien y para mal) el modo en que nos relacionamos e incluso de concebir nuestra realidad. Y el tema por sí mismo, no deja de ser sin duda más que curioso desde un punto de vista psicológico y antropológico.

En nuestras redes sociales abundan dos tipos de trolls: el primero es el troll gracioso que hace uso de la ironía. El segundo es el troll flamer e hiriente, el que viene a sacar a alguien de sus casillas y genera impacto.

Hasta no hace mucho, nuestras interacciones se llevaban a cabo con personas que veíamos con mayor o menor frecuencia. Este hecho, propiciaba el que de algún modo, se generara un principio de cooperación donde facilitarnos la convivencia. Existía una especie de equilibrio virtuoso donde se aplicaba ese principio que facilitó durante generaciones nuestra supervivencia como especie: el respeto y el sentido de cooperatividad. Algo que en la actualidad se está perdiendo.

A día de hoy la mayoría vivimos en ciberburbujas donde podemos relacionarnos con personas que no conocemos. Contactamos y seguimos perfiles que no veremos jamás pero de los que sabemos cosas cada día a través de las redes sociales. Esta comodidad, la de poder actuar desde el anonimato facilita el que pueda emerger lo peor de nosotros mismos. Podemos atacar, desprestigiar e incluso acosar a alguien arrastrando a otros para que nos sigan en un bulo, para que difundan el agravio y la burla hasta destrozar por completo a una persona en todos los niveles: social y emocionalmente.

Teclado donde se encuentran los trolls

Lo que se esconde detrás de un troll

El troll era una criatura antropomorfa de la cultura escandinava que solía vivir bajo montículos de tierra, cruces de caminos o bajo los puentes con un fin único: atacar a los hombres, robarles o llevarse a los niños. A día de hoy los verdaderos trolls habitan en la oscuridad de los foros de opinión, en las redes sociales y en cualquier hilo de comentarios. Su función es simple e igualmente maligna: dinamitar los debates, escampar el mal humor, ser el opinador más destructivo.

Según un trabajo de la Universidad de Stanford todos podemos en un momento dado, ejecutar la conducta de un troll. Si se dan las condiciones idóneas toda buena persona podría sacar lo peor de sí misma en un escenario virtual. Ahora bien, desde el International Journal of Cyber ​​Behavior, Psychology and Learning no opinan lo mismo. La doctora Laura Wydyanto nos explica que el fenómeno del trolling es una forma de abuso, y quienes la llevan a cabo de forma habitual comparten unos rasgos psicológicos comunes:

Dedo que intenta bloquear a los trolls

Análisis de un troll y sus tipologías

  • Los tipos de trolling más habituales son aquellos motivados por el sexismo, la humillación, el racismo y el deseo de escampar bulos y falacias.
  • Generalmente hay dos tipos de trolls. El primero se mueve por el aburrimiento y busca crear situaciones graciosas o engañosas para sacar a alguien de sus casillas. Sería dar forma al típico “troleo”. Ahora bien, también tenemos al troll flamer o hiriente, y este último ya evidencia otras motivaciones, como el deseo de venganza, la envidia o el simple deseo de hacer daño o destabilizar.
  • Diversos estudios nos revelan además que los trolls pueden pasar hasta 70 horas a la semana llevando a cabo este tipo de dinámicas maliciosas. Destrozan vidas ajenas porque carecen de empatía y no disponen además de una red social válida y significativa.
  • Por término medio. tras un troll hay un hombre de entre 17 y 35 años. Tal y como ellos mismos explican, se sienten bien cuando hacen enfadar a alguien. Es un estímulo que les motiva, divierte y les hace feliz.
  • Aaron Balick, conocido psicoterapeuta y experto en redes sociales, explica que tras un troll se esconde muy a menudo la tríada oscura: narcisismo, maquiavelismo y psicopatía. Algo tan serio como revelador que deberíamos tener en cuenta.
hombre representando el efecto de los trolls

¿Cómo defendernos de los trolls?

Nadie es inmune al ataque de un troll. Sin embargo, lo más llamativo y sin duda alarmante del trolling es que actúa como un agente químico e infeccioso. Casi sin saber cómo, ejerce una reacción en el resto y al poco, aparece un ejército de comentarios aún más dañinos. Porque los trolls, y esto no podemos olvidarlo, saben cómo arrastrar a otros, porque cuanto más extrema sea su opinión, bulo o calificativo, mayor impacto causa y más debate se genera.

A menudo, suele decirse aquello de que al troll se le mata si se le deja de alimentar. Se vale de su ego y del impacto emocional que nos cause y por ello, hay quien opta por callar, por no seguirle el juego y no responder. Sin embargo, como hemos señalado, no hace falta que la víctima le siga el juego, porque aunque permanezca en silencio inflama a los demás generando un eco, creando al poco un batallón de mini-trolls.

Por tanto, la opción más válida y necesaria es la denuncia. El troleo es ilegal y está penado con la cárcel. No lo dudemos, si somos víctimas en algún momento no hay que tener miedo de dar el paso y proceder a la denuncia. Asimismo, y no menos importante, no dejemos de lado un aspecto esencial: evitemos ser nosotros el troll o parte de su séquito.


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