Un dios salvaje, una caricatura de lo cotidiano

Un dios salvaje, una caricatura de lo cotidiano
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 15 septiembre, 2020

Sin salir del salón y con solo cuatro actores asistimos a una magnífica ridiculización de lo cotidiano. Un dios salvaje es una película de Roman Polanski que, a su vez, es una adaptación de la obra de teatro Le Dieu du Carnage de Yasmina Reza.

No hay duda de que el reparto con el que cuenta la película es excepcional: Kate Winslet, Jodie Foster, Christoph Waltz y John C. Reilly son los cuatro actores, también los únicos, de la película. Se trata de una película corta en metraje, estática en cuanto a espacios, limitada en personajes, pero con un guion muy potente. Todo el peso de la película recae en la interpretación de los actores y en el guion de la misma.

“El origen de la ley, como sabes, es la fuerza bruta”

-Alan Cowan, Un dios salvaje-

Un dios salvaje, ¿un conflicto de niños?

Todo comienza tras la disputa de dos niños en un parque, el único escenario exterior que visualizamos, la pelea termina cuando uno golpea al otro con un palo. A continuación, acudimos a la casa de los Longstreet, la familia del niño que ha sido golpeado y, como consecuencia, ha sufrido problemas en la boca. Los padres de ambos niños se reúnen en el mencionado apartamento para tratar de buscar una solución al problema.

  • Los Cowan: padres del niño “agresor”, conforman un elegante y distinguido matrimonio. El padre, Alan, es un reconocido abogado, pero carente de escrúpulos; y la madre, Nancy, es inversora financiera de dudosa moralidad. Ambos dibujan el prototipo de “buena familia” adinerada que goza de reconocimiento social y que pretende ser ejemplar, sin embargo, en seguida nos damos cuenta de la falsedad y la hipocresía de estas apariencias.
  • Los Longstreet: padres del agredido, son un matrimonio que pretende ser ejemplar, pacífico y capaz de resolver conflictos de forma educada. Michael, el padre, parece un hombre tranquilo, campechano, bienintencionado y que tratará de aliviar tensiones; por otro lado, Penélope, la madre, es una convencida pacifista y escritora, aunque ya desde el comienzo vemos cierta hostilidad por su parte hacia sus “invitados”.

A lo largo de la película, los personajes se van desenmascarando y pasan de lo políticamente correcto a la agresividad. Incluso Michael, que parecía el pacificador, mostrará un lado oscuro y rencoroso. La conversación se convertirá en una auténtica carnicería verbal, donde los cuchillos volarán en todas las direcciones posibles. Lo que en un comienzo iba a ser la resolución de un conflicto y un ejemplo para sus hijos se convierte en una auténtica selva, donde cada uno de ellos deja ver su verdadera naturaleza.

Los argumentos y la coherencia irán desapareciendo, la agresividad irá subiendo y subiendo el tono, los personajes perderán completamente los papeles y caerán en la peor de sus versiones. Llegando incluso a la burla, a la imitación malintencionada de sus interlocutores; la situación, aparentemente seria, se tornará en una discusión absurda que roza el infantilismo.

Un dios salvaje y el egocentrismo

En Un dios salvaje, se exploran los impulsos más primitivos del ser humano, sale a la luz su lado más visceral y más oscuro, todo ello en un espacio casi claustrofóbico, pues cada intento de los Cowan por salir del apartamento se verá frustrado al entrar en una nueva discusión.

Las discusiones, en ocasiones, generan un bucle, nos sumergen en un callejón sin salida del que es difícil escapar y, cuando parece que todo se va a resolver, otro argumento nos atrapará y nos obligará a entrar en el conflicto. Y así es como parecen resolver los conflictos en la película, atrapados entre las cuatro paredes de un salón que saben que no les va a llevar a ninguna parte. Cuando se acercan al ascensor, cuando parece que todo ha terminado, se enzarzan en una nueva discusión y vuelven a quedar atrapados en el salón.

Los conflictos se dispersan tanto que, lo que en un principio era una guerra entre dos familias, termina por convertirse en una pelea mujeres contra hombres para, finalmente, desembocar en una guerra totalmente individualista. Cada uno de ellos se defiende a sí mismo, la terquedad humana se llevará al extremo, todos quieren tener razón y todos piensan que si el mundo fuese igual que ellos, iría mucho mejor.

Un dios salvaje presenta una caricatura de la naturaleza humana, vemos a unos personajes que utilizan numerosos mecanismos de defensa, muy primarios y muy básicos, que pierden los papeles y no tienen problemas a la hora de lanzar una puñalada al prójimo.

Cada uno de ellos ha construido una imagen de sí mismo que desea proyectar y, cuando esta se debilita, caen en la agresividad, pues no pueden permitir que su ego se sienta atacado.

Adultos en un salón

La crítica a la sociedad

Al salir de las convenciones sociales, al mostrar su verdadero carácter, vemos la realidad tras la máscara, vemos la hipocresía y la falta de moral de nuestro mundo. Polanski le aporta un aire pesimista a nuestra cotidianidad, pues los personajes no nos resultan extraños y es fácil identificarse con alguno de ellos o identificar a personas de nuestro entorno.

El dinero y la importancia del estatus serán criticados en la película, especialmente a través del personaje de Alan Cowan, que está más preocupado por su trabajo que por sus propias relaciones personales; apenas muestra interés por la educación de su hijo y lo vemos como un personaje inmoral cuando descubrimos que su trabajo consiste en defender a una compañía farmacéutica cuyo medicamento causa serios problemas en la salud. Además, vive pegado a su teléfono móvil para atender asuntos del trabajo, algo que le permite evadirse de la discusión continuamente y que será un detonante más de conflicto al impedir la comunicación entre ambas familias.

Penélope será el personaje que más contraste con el de Alan, pues ella parece muy centrada en las causas humanitarias y muy concienciada con los problemas del tercer mundo; sin embargo, no ha salido de la caverna y cree todo lo que ve, pues desconoce los intereses reales que hay tras la ayuda a Sudán desde Occidente.

Pareja mirando su móvil

Se pone en tela de juicio la sobreprotección que se da en muchos casos hacia los hijos, impidiéndoles a estos resolver los conflictos por sí solos, culpabilizando excesivamente a unos y victimizando a otros… cuando, en realidad, existen muchos matices. También se burla la importancia a lo material en nuestra sociedad, como la escena del vómito sobre los libros de arte o la destrucción del móvil.

Esta situación caótica y sin sentido, finalmente, no llega a ninguna parte. Lo mejor de todo es que, al final, serán los niños los que les den una lección a sus padres a través de una breve escena, en el parque donde todo comenzó, los niños parece que han dejado atrás sus diferencias. Esto nos hace reflexionar y replantearnos que quizás nos estemos complicando demasiado la vida y todo podría reducirse a una simple discusión entre niños que terminan dándose la mano.

Crítica, comedia y realismo van de la mano en esta película que nos plantea una situación muy cotidiana, que va más allá de las falsas sonrisas y nos muestra al ser humano como un animal enjaulado que, al romper los barrotes, no es más que un ser violento y egoísta. Un dios salvaje es una obra de arte que caricaturiza nuestra sociedad actual, donde la estupidez humana será una de las claves de la película.

“Yo creo en el dios salvaje. Un dios cuyas reglas no han sido cuestionadas desde tiempos inmemoriales”

-Alan Cowan, Un dios salvaje-


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