Niebla: nivola o novela

Miguel de Unamuno rompió los esquemas de la novela con todo un atrevimiento al que denominó "nivola". El experimento llevaría por título Niebla y terminó por llevar al autor a cuestionar nuestra propia realidad.
Niebla: nivola o novela
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 18 febrero, 2020

Miguel de Unamuno es uno de los autores más importantes en la literatura española. Nació en Bilbao en 1864 y murió en Salamanca en 1936. A día de hoy, su nombre resuena como uno de los grandes en las letras hispánicas y uno de los representantes de la Generación del 98.

En 1914, publica una novela bastante peculiar, una novela que él prefiere catalogar como “nivola”, evitando, de esta manera, que la crítica pueda compararla con otras obras. Esa novela no es otra que Niebla, obra que exploraremos en este artículo.

En dicha obra recoge muchas de las ideas presentes en sus textos anteriores, pero lo hace a través de la vida de un personaje, Augusto Pérez, un hombre rico y licenciado en derecho. La historia en sí no tiene demasiados giros, pero el escritor trató de darle otra dimensión.

Una nueva lectura que él mismo englobaría en el rango de “nivola” y no de novela como convencionalmente se habría descrito. En este artículo, te desvelaremos algunas de las claves de Niebla con la esperanza de que, al leerla, te dejes llevar por su genialidad.

Miguel Unamuno

El argumento de Niebla

Algo que va a llamar la atención del lector de manera temprana es que el prólogo está firmado por Víctor Goti, uno de los personajes de la obra. Asimismo, el autor realiza un postprólogo en el que argumenta que no vamos a leer una novela, sino una “nivola”.

Para enredar todo esto más si cabe, el epílogo consiste en una narración de los acontecimientos de la obra, pero desde el punto de vista de Orfeo, el perro de Augusto Pérez, el protagonista.

La acción arranca cuando Augusto ve a una mujer de la que termina enamorándose perdidamente. Tratará, con sus limitados recursos, de conquistarla, pero tan solo obtendrá rechazos, pues la mujer tiene pareja. Sin embargo, con el tiempo, accederá a tener algunas citas, pero con el fin de aprovecharse del protagonista. Finalmente, el día de su boda, ella le escribe explicando que todo ha sido un engaño.

A partir de este momento, asistimos a una auténtica revolución desde un punto de vista narrativo. Augusto se siente tan desdichado que planea suicidarse. Sin embargo, Augusto no es más que el personaje de una obra y, como tal, carece de libre albedrío. Es Unamuno, el autor, quien puede tomar la decisión final.

En este momento, se rompe lo que en cine conoceríamos como la cuarta pared y Augusto decide comenzar una charla con el autor; es decir, hablarle directamente a Unamuno.

El personaje termina por rebelarse ante el autor, exponiéndole sus intenciones. De esta manera, se despierta la duda en el autor: ¿es él mismo un personaje de otra ficción? ¿Hasta qué punto dispone de libre albedrío? La idea es que, al comenzar Unamuno a dudar de su propia libertad y su realidad, el lector se cuestione al mismo tiempo su propia existencia. ¿Y si solo existiéramos en un sueño? ¿Y si somos parte del sueño de alguien?

La magnitud de la novela no se encuentra solo en la trama, sino en su capacidad de diálogo con la realidad del lector y, en este caso, también del autor. De ahí que Unamuno decida que la obra debe englobarse en otra clasificación genérica, en una categoría plagada de paratextos y que prefiere denominar como “nivola”, haciendo que la crítica no pueda catalogarla ni compararla.

Realidades y ficciones en la novela de Niebla

La obra de Unamuno guarda cierta relación con La vida es sueño de Calderón de la Barca. De alguna manera, la ficción es más real que los propios autores. Para Unamuno, los personajes tienen una vida propia, el lector les hace vivir y lo que importa es cómo se revive la literatura.

Todo ello guarda una estrecha relación con el problema de la inmortalidad: si somos lo que soñamos y llamamos realidad al sueño de todos en común, no podemos saber qué es real.

Unamuno había leído a Descartes, pero también a Calderón de la Barca y, ahí precisamente, radica la inspiración de su “nivola”. Vemos un reflejo del racionalismo de Descartes, pues no tenemos, en principio, razones para creer que lo que nos rodea es más que un sueño.

Unamuno, pese a ser creyente, no logra deducir racionalmente la existencia de Dios como hace Descartes, por ello, no tiene razones para creer que lo que le rodea es un sueño o engaño. ¿Cómo sabemos cuándo nos están engañando los sentidos?

Unamuno reúne toda esta complejidad en Niebla dibujando distintas regiones: la de la ficción, en la que encontramos a los personajes; enmarcando a la ficción, encontraríamos la realidad de la ficción, que es el lugar en el que se encuentra el autor ficticio; finalmente, fuera,  en los límites, encontraríamos otra realidad, la del propio lector.

Con Niebla, el autor describe diversos planos que se van entrelazando. El propio autor termina por ejercer como personaje cuando se encuentra con Agusto.  En otras palabras, nos hallamos ante una realidad de la realidad que sería la del mundo que nos rodea y, a su vez, una realidad de la ficción donde está Unamuno. Por último, una ficción de la ficción que es donde se encuentran los personajes.

Unamuno sentado en un banco junto a un personaje

Más aspectos filosóficos de Niebla

Otra de las cuestiones fundamentales de Niebla es, como bien hemos anticipado, la del libre albedrío. Se plantea desde dos perspectivas: la primera la encontramos en el ente de ficción, desde la que el personaje se plantea si él es libre.

Vemos a un Augusto que se quiere suicidar, pero se encuentra con que Unamuno no se lo permite, no puede hacerlo porque es, simplemente, un personaje. Y, en este punto, la misma duda se refleja en el lector.

Los personajes nacen de una lengua, de una herencia; por esta razón, nosotros tampoco somos libres de pensar lo que pensamos y vuelven a plantearse esas dos posibilidades: Dios no existe y la realidad no es más que el sueño que soñamos todos o que Dios exista y nosotros seriamos el sueño de Dios.

Augusto lucha por su vida, su vida de ficción, pero suya al fin y al cabo. En su desesperación, el personaje de Augusto anuncia a los lectores que también van a morir y que la obra es, en definitiva, una metáfora de la propia existencia humana.

¿Qué es la nivola? Es una novela en la que los personajes no están previamente definidos, sino que se van haciendo a medida que se mueven, el creador no tiene un plan trazado de qué sucederá, tal y como ocurre en la vida misma.

El objetivo de la nivola no es otro que  el de confundir a los críticos que tienden a comparar todo con lo anterior, de esta manera, aporta un género nuevo sin precedente con el que comparar.

Para Unamuno, hay algo de trampa en la novela realista, nos hacen creer que es real y ese es el género de los hombres que no ven que su realidad es un sueño. La nivola, sin embargo, sería un modo de entender cualquier novela; una novela que solo existe cuando se piensa, se activa y se lee. Es una novela incómoda, en la que el prólogo también es una novela; en la que la realidad y la metaficción se entremezlcan en el texto.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.