Cuando tienes la piel llena de púas y nadie te puede tocar

Hay épocas en las que solo piensas en huir, días en los que nadie te puede tocar porque la vida te duele en exceso, porque los problemas, las decepciones y los miedos se adhieren a ti cómo púas, como astillas bajo la piel.
Cuando tienes la piel llena de púas y nadie te puede tocar
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 11 octubre, 2021

A veces sucede. Hay épocas en las que sientes que nadie te puede tocar, que tienes la piel llena de púas y solo sueñas con escapar de todos y todo. Te gustaría encontrar un habitáculo pequeño donde esconderte, para no hablar con nadie, olvidar todo lo sucedido y esperar que el mundo esté menos distorsionado y tus heridas duelan un poco menos.

Por extraño que te parezca, esta sensación es más común de lo que creemos. Son momentos en los que llegamos al límite y nos sentimos quemados, agotados. Evitamos el contacto con los demás porque nuestra mente está llena de ruido, de pensamientos, ansiedades y preocupaciones. Es entonces cuando los demás te dicen aquello de “estás insoportable” o “ya no eres el mismo de antes”.

¿Qué podemos hacer ante estas circunstancias? Cuando sientes la necesidad de huir, en esos instantes en los que tienes la sensación de que nadie puede comprenderte o conectar contigo, es momento de hacer cambios. Debes quitarte cada púa de tu piel, cada astilla incrustada en tu coraza emocional. 

 “Ninguna persona puede ver y comprender en otros lo que ella misma no ha vivido”.

-Herman Hesse-

hombre triste pensando en cuando nadie te puede tocar

Cuando nadie te puede tocar y solo deseas huir

La evitación es un fenómeno psicológico común cuando alguien transita por un marcado estado de ansiedad. Esa necesidad por huir, por marcar distancias de los demás puede funcionar a corto plazo, pero más adelante aparecerán otros problemas. Así, cuando percibes que nadie te puede tocar, en realidad eres tú quien marca las distancias, tú quien rehúye toda cercanía y declina incluso todo intento de apoyo.

Las púas que emergen de ti cuál habilidoso puercoespín son todas tus heridas, transformadas en aguijones para que nadie más pueda volver a hacerte daño. La evitación es un mecanismo de defensa muy común y que se acompaña de lo que conocemos como entumecimiento emocional. Es decir, en esos estados es común sentirse desconectado de los demás, percibir que nada atrae nuestro interés y ser incapaz de sentir alegría, felicidad, ilusión…

Ahora bien, ¿cuáles suelen ser los desencadenantes de estos estados? Por término medio, lo que origina ese deseo de distancia a todos los niveles es el estrés postraumático. Son estados que surgen como resultado de vivencias adversas. Hechos complejos que nos transforman por dentro de manera silenciosa, que abren vetas, que derriban templanzas, distorsionan las creencias y hacen que supuremos rencor, miedo, ira, tristeza, angustia…

La evitación emocional, una estrategia de autosabotaje

Cuando nadie te puede tocar, dejas que aflore lo peor de ti: el mal humor, la frialdad emocional, el rechazo… Esas púas que marcan distancia con los demás son las que orquestan la evitación emocional. Sin embargo, debemos tenerlo claro: la evitación emocional es una forma de autosabotaje, no se gana nada con ello.

Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de California (Estados Unidos) nos indican que ese mecanismo de evitación solo agrava aún más los síntomas del hecho traumático. Es decir, si hemos vivido el dolor de un abandono, si hemos pasado por un hecho adverso, el hecho de huir de todos y de todo solo empeorará el malestar. Esa no es la solución.

Cuando evitas el contacto con los demás y ansías huir de todos y de todo, lo único que consigues es agravar mucho más tu malestar. Las emociones difíciles que sientes están ahí por algo: para ser atendidas, desinfectadas, arrancadas como esas púas que a veces se incrustan dolorosamente en tu coraza emocional.

Cuando nadie te puede tocar es cuando más necesitas que te abracen

Cuando nadie te puede tocar y sientes tu piel llena de aristas y púas es cuando más necesitas de los demás. Esas emociones de valencia negativa deben salir a la luz, ser compartidas y puestas en voz alta. Solo cuando hablas de lo que te duele, las heridas terminan por doler un poco menos. Únicamente cuando desahogas tus tristezas, desconsuelos, miedos y angustias, tus pesos internos se aligeran y empiezas a ver la luz por el horizonte.

Así que hazlo, déjate abrazar, permite que esas personas significativas en tu vida sean tu apoyo y tu soporte. Aceptar ayuda no te hace débil, en realidad, es el único camino para empezar a despertar tus fortalezas internas. 

Chica con lobo pensando cuando nadie te puede tocar

La piel de tus emociones, una coraza que fortalecer y cuidar a diario

Eres todas tus experiencias, las buenas y las malas. Eres cada cosa superada y muchas de esas heridas que te has esforzado en cerrar rápido, pero dejando el dolor en su interior. Ahora bien, es importante recordar que, por encima de todo, eres tus emociones y el modo en que las manejes hará de ti una criatura hábil y competente o bien alguien cubierto de púas al que nadie puede tocar.

Porque a menudo quien ha sido herido hiere, quien vive con rencor proyecta rencor. Así que avanza y sé capaz de retirar cada púa de esa coraza emocional para sanar cada herida y poder salir de tu guarida de soledad y abrazar de nuevo a la vida.

Mereces acariciar y que te acaricien, mereces avanzar en seguridad, felicidad y templanza sin dolor alguno en la piel de tu corazón…


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