¿Qué derechos solemos desproteger cuando no somos asertivos?
La asertividad es una de esas habilidades sociales a las que de vez en cuando renunciamos con la motivación de no causar un conflicto. Otras veces también renunciamos a ella porque no sabemos cómo ser asertivos. Hemos perdido esa práctica que atesoramos de manera natural cuando fuimos pequeños y ahora nos cuesta un mundo defender nuestros derechos.
Sin embargo, la asertividad es necesaria si queremos desenvolvernos en el mundo social, sin salir lastimados. De otra manera, es probable que terminamos siendo víctimas de muchos abusos que nos hagan sufrir y que no sepamos cómo cortar.
Por ello, este artículo lo vamos a dedicar a enumerar los principales derechos que podemos defender adoptando una postura asertiva. Derechos que los demás tienen cierta tendencia a restringir, sin que nadie, salvo nosotros, les habilite para ello.
Derecho a ser nuestro propio juez/tribunal
Este derecho te permite tener tus propias opiniones y defenderlas. Además, te habilita para que los demás no te juzguen o te amedrenten por ello. Incluso haciendo uso de este derecho podrás sostener estas opiniones/juicios con independencia de lo que dicte la mayoría o lo que a la mayoría le parezca aceptable.
Al mismo tiempo, detrás de este derecho se esconde una motivación y un malestar. La motivación es la de alcanzar la coherencia en nuestras opiniones, articulando de esta manera un sistema de creencias. El malestar en este sentido aparece cuando detectamos una disonancia y no la podemos resolver de manera sencilla: como las personas que piensan que el tabaco es malo para la salud y fuman o lo venden o como las personas que dicen ceden y después no paran de atormentarse por la concesión que han hecho.
Con este derecho puedes juzgar lo que eres y lo que haces y hacer que tus conductas sigan a tus ideas y no a las de los demás. Además, serás tú quién establezca los puntos de referencia y de comparación, así como el que elige la altura a la que poner los listones que quiere saltar.
Siguiendo a Smith, podemos destacar algunos hilos de pensamiento, reflejados en palabras, que pueden sabotear la defensa de este derecho:
- “Si no puedo persuadir a los demás de lo razonable de mis aspiraciones, será porque estoy en un error o porque mis anhelos están lejos de ser aceptables”.
- “Hay que guardarse las discrepancias para uno mismo: mi misión es escuchar y aprender”.
Derecho a elegir si queremos hacernos responsables de problemas que no son nuestros
Nuestros deberes en cuanto a la responsabilidad pasan por cuidar de nosotros y de nuestros hijos, en caso de tenerlos. El resto de responsabilidades podemos asumirlas o no en función de nuestro criterio y nadie debería juzgarnos por ello.
Podemos echarle una mano o no hacerlo a nuestro compañero de trabajo si le vemos apurado, pero en cualquier caso no es nuestra obligación salvo que esté establecido en el contrato o nos hayamos comprometido previamente a jugar este papel. Este derecho permite precisamente que podamos anteponer nuestros intereses a los de los demás y que, cuando no lo hagamos, merezcamos el reconocimiento de primar los intereses de los demás porque en ningún caso era nuestra obligación.
En este sentido, hay personas que son auténticas especialistas en comprometer/intentar restringir este derecho. Pensemos en el hijo que deja la habitación desordenada sabiendo que su madre no tardará en poner orden; pensemos en el compañero de trabajo que le pide ayuda al otro y luego le culpa de los errores que puedan existir en el resultado.
Derecho a exigirnos explicaciones
Este derecho lo vemos especialmente vulnerado en las parejas. Hay personas que dan explicaciones que les gustaría callar solo por miedo al enfado del otro o porque piensan que es su obligación dárselas.
En este sentido, las explicaciones son una señal de cortesía que podemos o no aplicar. Nadie tiene por qué saber qué hacemos y cómo lo hacemos. Incluso este es un derecho que le asiste a cualquier acusado en un juicio formal, así que ya no digamos en juicios de otro tipo.
Por otro lado, en determinadas ocasiones alguien puede pedirnos explicaciones. De hecho muchas personas celosas reiteran continuamente esta petición buscando seguridad. Sin embargo, debemos saber que no hay nada que nos obligue, en última instancia, a facilitaras. Esto es así, por muy pesada e insistente que sea la persona que realice la petición, que en muchos casos pasa de pedirlas a exigirlas.
En este sentido, nosotros tenemos la potestad de elegir lo que compartimos con los demás. Algo que es maravilloso porque nos concede la posibilidad de administrar nuestra intimidad y de decidir a quién le confiamos qué.
Otros derechos que descuidamos cuando no somos asertivos
Aquí hemos descrito algunos de los derechos más importantes que podemos defender siendo asertivos, sin embargo hay otros derechos que también destacan por su importancia. Son los siguientes:
- Derecho a cambiar de opinión.
- Derecho a cometer errores.
- Derecho a decir “no lo sé”.
- Derecho a no necesitar la aprobación de los demás.
- Derecho a optar por opciones que no sean lógicas, coherentes o mayoritarias.
- Derecho a no comprender o responder a expectativas ajenas.
- Derecho a no intentar alcanzar la perfección.
Violar cada uno de estos derechos es una tentación muy grande para las personas que nos rodean, ya sea de manera consciente o inconsciente. Sin embargo, debemos ser nosotros, con nuestra asertividad y sin perder la educación, quienes defendamos nuestro lugar y la voluntad que nos asiste como personas.