Dormir hasta el mediodía: ¿por qué algunos adolescentes duermen tanto?
Para muchos padres, dormir hasta el mediodía es sinónimo de vagancia y dejadez, no tener aspiraciones en la vida o incluso tirar por la borda la vida misma. A menudo, esto se asocia con otros comportamientos que suelen tener los jóvenes, como el hecho de no ordenar su propia habitación o recoger sus cosas, por ejemplo.
La vagancia es algo que causa rabia y enojo en los padres. Más aún cuando ven que sus hijos refunfuñan cuando se les intenta levantar antes de las doce del mediodía. A regañadientes, despeinados y con las marcas de la almohada en el rostro, desgarbados y malhumorados, los fines de semana se sientan en la mesa a comer en familia.
Lo que desconocen muchos progenitores es que el hecho de dormir más de lo normal es absolutamente esperable en los adolescentes y forma parte de una serie de desajustes que se encuentran redactados en los manuales que describen este ciclo evolutivo. Veamos más acerca de esto a continuación.
Las hormonas y la tecnología hacen su parte en el sueño adolescente
La turgencia hormonal en el varón adolescente, entre todas la modificaciones que desencadena, también produce alteraciones en el ciclo del sueño. Su cerebro se reprograma alrededor de los 11 o 12 años y son los receptores de testosterona que modifican el ritmo circadiano. Esto hace que el adolescente se acueste más tarde y se levante más tarde. Así, dormir hasta el mediodía o más no es solamente una cuestión de gusto o rebeldía, sino de la actividad hormonal que su organismo cumple.
Más allá de las hormonas, un detalle que contribuye con esta alteración del ritmo circadiano es el uso y abuso de la tecnología. Ya existen numerosos estudios acerca del uso de la tecnología cibernética (tanto de la computadora como los juegos de consola) con que los adolescentes pasan horas y horas, y se conocen las respectivas consecuencias, que van desde adicción hasta trastornos por déficit de atención.
A menudo, después de la escolaridad y el periodo dedicado a las tareas, los chicos inician el periplo por las lides cibernéticas y sostienen una vigilia hasta altas horas de la noche. Si se tienen en cuenta los colegios de doble escolaridad (con clases muy mañaneras que exigen levantarse muy temprano), el resultado implica: pocas horas de sueño (6 horas aproximadamente), cuando el desarrollo evolutivo del adolescente exige al menos 10 horas de reposo.
Este ritmo sugiere que si los adolescentes tienden a levantarse más tarde (y no por el uso de la computadora sino por su cronobiología), las escuelas deberían iniciar sus clases más tarde para hacer más efectivo el aprendizaje.
Los juegos poseen dinamismo, acción, colores, competencia, rivalidad y los estimulan a continuar más y más hasta derrotar a su adversario u obtener algún otro tipo de logro. En pocas palabras: l a tecnología lúdica acelera la adrenalina y el cortisol y dopamina, y tanto uno como otro introducen una dosis de dinamismo y potencia, y placer.
La adrenalina acelera reflejos y permite reacciones rápidas, el cortisol mantiene la vigilia expectante y activa, mientras que la dopamina encuentra el placer de la recompensa.
Todo esto se desarrolla con luz artificial, y eso disminuye la cantidad de melatonina segregada (indispensable para inducir al sueño), razón por la cual al final los adolescentes no sienten la necesidad de ir a dormir cuando deberían, sino mucho más tarde.
Además de todo lo anterior, hay que tener en cuenta otro factor importante: los adolescentes, independientemente de su sexo, no tienen control sobre los propios límites. Por ello, es común que no sepan cuando es más conveniente parar de jugar o surfear por internet para descansar.
Los padres son lo que deben darles las pautas de coherencia al respecto y también deben indicarles hasta dónde es posible el uso saludable de las consolas de videojuegos, computadoras, etc.
Al igual que ocurre con la testosterona en los chicos, el estrógeno en las chicas revoluciona sus emociones, cogniciones y organismo en diversos aspectos, incluyendo el sueño. Los receptores de estrógeno se activan en las células del cerebro, actuando sobre el núcleo supraquiasmático, y son las que organizan los ritmos de las hormonas, el humor, el sueño, la temperatura.
Entonces el estrógeno no solo influencia las células cerebrales que controlan la respiración sino también activa el ritmo del sueño femenino y la hormona de crecimiento. Entre los 8 y 10 años las niñas comienzan a cambiar las pautas de sueño.
El regulador del sueño y la gládula pineal
El núcleo supraquiasmático es un centro que regula el ritmo circadiano por medio de la melatonina, a través de la glándula pineal, que se trata de un grupo de neuronas del hipotálamo medial en su parte central.
El núcleo supraquiasmático conforma el reloj interno o endógeno que recibe información sobre la luz ambiental a través de los ojos, específicamente de la retina. Tengamos en cuenta que la retina contiene lo que se llaman fotorreceptores que permiten distinguir formas y colores, pero también células ganglionares (que tienen un pigmento llamado melanopsina) que llevan información al núcleo supraquiasmático a través del tracto retinohipotalámico.
El núcleo supraquiasmático toma esta información sobre el ciclo luz-oscuridad externo, la interpreta y la envía al ganglio cervical superior y desde allí la señal se redirige a la glándula pineal que secreta la hormona melatonina en respuesta. La secreción de melatonina es baja durante el día y aumenta durante la noche.
La serotonina es la hormona precursora de la melatonina, pero si la serotonina es una neurohormona de la tranquilidad y bienestar, cuanto más relajados y de buen ánimo estemos en el prólogo de la noche, más bienvenida será la producción de la melatonina.
En cambio, si estamos en una situación de estrés emocional o una situación problemática, es el cortisol, la hormona predominante y contrario a lo que hace la serotonina, retardará la aparición de la melatonina y hará que exista mayor dificultad para conciliar el sueño. Por ello, los adolescentes se excitan con los videojuegos y es el cortisol el que predomina y dificulta la aparición de Morfeo.
Las ondas cerebrales y el sueño entre la niñez y la adolescencia
Una investigación demostró que a los 9 años los cerebros de las niñas y los niños tienen las mismas ondas cerebrales durante el sueño, pero a la edad de 12 años las niñas cambian un 37 % sus ondas cerebrales en el sueño en comparación con los niños (Brizendine. 2006).
Los científicos concluyeron que el cerebro de las niñas evoluciona más deprisa que el de los niños. Campbell señala que la reducción de la sinapsis extra en los cerebros de las niñas comienza antes que en los niños haciendo madurar más rápidamente los circuitos cerebrales.
Otro detalle, que no es menor, es lo que los especialistas del sueño llaman los ritmos circadianos y tienen que ver con la regulación que ejerce el cortisol en el organismo.
- Hay personas alondras, cuyo ritmo es diurno y por ello se destacan por levantarse naturalmente temprano. Las alondras son el tipo de personas que les cuesta mucho trasnocharse si se van de fiesta por la noche.
- Hay personas búhos, que pueden dormir hasta el mediodía o más y renacen por la noche, cuando pueden pasar largas horas despiertos.
Dormir hasta el mediodía o más no siempre es un acto de vagancia
Teniendo lo anterior en cuenta, podemos ver que no hay que dar siempre por hecho de que los adolescentes son “vagos” por dormir hasta el mediodía o más. Hay cuestiones de índoles biológicas que no pueden evitarse porque estaríamos en contra de nuestra naturaleza.
Ahora bien, más allá de las alondras y los búhos, sí existen hijos e hijas desganados, vagos e irresponsables. Por tanto, no todo puede avalarse por la irrupción hormonal, o el ritmo de búho, o el uso de tecnología hasta altas horas de la noche.
Es indispensable analizar cada situación en particular. Dependiendo de cuál sea, los padres y madres deberán o no aprender a poner límites, controlar y regular el uso de la tecnología de los hijos
Dormir hasta el mediodía no es un crimen adolescente. Mucho menos si esto ocurre de manera puntual o con poca frecuencia, pero evidentemente si ocurre continuamente, hay que ponerse a ver cuál puede ser la causa y tomar las medidas oportunas para resolverla.