El efecto cascada o las buenas y malas rachas
El efecto cascada tiene su origen en el campo médico. Se le denomina así a una cadena de eventos que pueden ser de tipo diagnóstico o terapéutico y que tienen al final un impacto negativo sobre el paciente. Surgen por la ansiedad presente en el supuesto enfermo o en el médico.
Desde ese punto de vista, lo primero que hay es un miedo infundado por parte del paciente o del profesional de la salud. Esto lleva a una cadena de diagnósticos: un examen que sigue al otro, una sospecha que lleva a la otra. Al mismo tiempo, hay una cadena de tratamientos. Sin embargo, como no hay un fundamento válido, al final el paciente sale perjudicado por ese efecto cascada.
Con base en esa situación que se presenta en el campo médico, ahora se habla también del efecto cascada en la vida cotidiana. Este sigue la misma lógica: un pensamiento, sentimiento o creencia con poco fundamento que desata una serie de acontecimientos. Así es como muchas veces se llega a la idea de buenas y malas rachas.
“La casualidad no es, ni puede ser, más que una causa ignorada de un efecto desconocido”.
-Voltaire-
El efecto cascada en la vida cotidiana
Tanto en el campo médico como en la vida cotidiana, el efecto cascada surge de una situación que resulta incomprensible en el momento y que genera inquietud o miedo. En ambos casos también lo que sigue es un proceso más o menos sistemático que incluye lo siguiente:
- Ante el hecho que provoca inquietud, aparece el deseo de hacer algo para remediar la situación.
- Empieza una cadena de eventos que, cuanto más avanzan, menos imparables son.
- Surgen consecuencias que llevan a nuevas inquietudes y nuevas cadenas de eventos.
- Paulatinamente, se reciben efectos negativos de esos hechos. Esto se puede extender a otras personas.
Podemos utilizar un ejemplo para ilustrar lo anterior. Alguien piensa que su pareja puede ser infiel en cualquier momento, ya que la relación no es ideal. La sospecha eleva su nivel de alerta y termina por motivarla para investigar las rutinas de la pareja. Comienza a encontrar “indicios” de la posible infidelidad: habla mucho con “x” persona y eso parece sospechoso.
Se concentra entonces en ese aspecto y averigua todo lo que puede sobre esa tercera persona. Nota que es alguien atractivo, y que es probable que también lo sea para la pareja. Intenta estar presente cada vez que hay una conversación o un encuentro con ese tercero. Su pareja nota esa actitud y expresa que le molesta, lo cual interpreta como una nueva evidencia. La situación sigue escalando hasta que causa una fractura en la relación: este es el efecto cascada.
Las “rachas”
Una racha es un tiempo en el que confluyen más hechos favorables o desfavorables que de costumbre. Es muy habitual que tales rachas no sean más que una manifestación del efecto cascada.
Si retomamos el ejemplo anterior, la suspicacia de la persona afectada la puede llevar a descuidar obligaciones para dedicar más tiempo al “espionaje”. O a no prestar atención en otros aspectos, al dejarse llevar por su obsesión.
De este modo, se puede desencadenar una “mala racha”. No funciona el tema de la pareja, pero al mismo tiempo pueden surgir problemas en el trabajo y en otras áreas. Al final todo puede terminar con dificultades en varios de esos aspectos, de forma simultánea.
De igual manera, puede haber “rachas positivas”. Un logro importante, o un hecho fortuito feliz, puede dar origen a una cadena de sucesos buenos o agradables. Lo primero da origen a un mejor estado de ánimo. Este, a su vez, permite tomar decisiones con más tranquilidad y propicia soluciones que antes no se encontraban.
Manejar el efecto cascada
Más que buenas o malas rachas, lo que muestra el efecto cascada es que hay causas y consecuencias. No todas son predecibles, ni tampoco están exentas de azares, pero la mayoría de las veces siguen una secuencia lógica.
Cuando hay una dificultad, un problema o un hecho negativo fortuito, es importante identificarlo con serenidad, para solucionarlo, dilucidarlo y resolverlo. De lo contrario, es muy frecuente que esto sea la fuente de nuevas dificultades.
Lo que detiene el efecto cascada es la identificación objetiva del suceso inicial. En muchos casos, lo que propicia la “racha negativa” tiene más que ver con el miedo que inspira la dificultad que con la dificultad misma. Por norma, al eludir, disfrazar o tergiversar un problema multiplicamos sus consecuencias negativas.
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- NAISHTAT, F. Acción, identidad e historia. Del acto al acontecimiento. Instantáneas de la acción, 162.