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El síndrome del estudiante eterno: cuando estudiar se vuelve una excusa para no avanzar

4 minutos
El miedo a enfrentar la vida adulta, no querer asumir responsabilidades y el temor a fracasar, son motivos que solapan el síndrome del eterno aprendiz. Acompáñanos a profundizar esta realidad.
El síndrome del estudiante eterno: cuando estudiar se vuelve una excusa para no avanzar
Macarena Liliana Nuñez

Revisado y aprobado por la psicóloga Macarena Liliana Nuñez

Escrito por Luz Marina Carpio
Última actualización: 13 octubre, 2025

¿Sirve de algo tener muchos títulos universitarios para ejercer una profesión sin cometer errores? ¿Cuántos diplomas son necesarios antes de saltar al campo laboral? Algunas personas se centran en acumular saberes que nunca aplican, en dedicar la mayor parte de su tiempo a aprender, sin darse cuenta de que es un pretexto para no avanzar. A esto se le conoce como el síndrome del estudiante eterno.

Este es un término informal, no un trastorno clínico, común en la orientación profesional y psicología, que explica el comportamiento de quienes son inseguros de sus conocimientos y prefieren seguir preparándose, retrasando su entrada al mundo de la adultez y del trabajo. Psicológicamente, se relaciona con la procrastinación, porque se pospone la finalización de una etapa, usando como excusa la búsqueda del perfeccionismo.

¿Qué es el síndrome del estudiante eterno?

Llamado también síndrome del eterno aprendiz, el estudiante eterno es el patrón de comportamiento de quienes se autosabotean, porque no están seguros de lo que aprendieron durante su formación académica; en consecuencia, no creen que estén listos para trabajar, llevar a cabo proyectos o materializar metas. En lugar de “prepararse mucho para saber más”, los estudios se convierten en una barrera para avanzar.

Estas personas no se ven estancadas; se defienden con el argumento de la curiosidad, las ganas de mejorar, el compromiso y el perfeccionismo. Para ello, se inscriben en todos los cursos posibles, pero no aplican lo que aprenden por “no estar listos”; retrasan proyectos porque “es necesaria más preparación” y carecen de iniciativa “por evitar errores”. Es importante aclarar que no todos los que estudian varias carreras o acumulan cursos quieren evitar la vida adulta; quizás lo hacen por genuina vocación académica.

Dicho comportamiento incluye a los procrastinadores ocasionales, es decir, quienes por una situación específica tuvieron una baja académica, se recuperaron y volvieron a las aulas; después se cambiaron de facultades o de universidades varias veces, pero nunca finalizaron sus estudios. También comprende a quienes encadenan una carrera tras otra o muchas especializaciones, pero nunca aplican sus conocimientos.

Causas de este síndrome

La búsqueda perenne del perfeccionismo “puede incrementar la procrastinación académica debido a la presión externa percibida”, describe una publicación de la Universidad de Lima. Esta sería una de las causas principales de ser un eterno aprendiz. Otros motivos son los siguientes:

  • Síndrome del impostor: no reconocer habilidades y conocimientos para aplicar en entorno reales.
  • Carencia de metas: no saber qué hacer después de graduarse u obtener alguna capacitación.
  • Exigirse demasiado: ser la mejor versión de nosotros mismos podría influir en esa necesidad constante de preparación.
  • Quedarse en la zona de confort: ¿si en la universidad todo es menos complicado que en el trabajo, para qué salir de ella?
  • Temor a fallar: el miedo a ser evaluados o cuestionados y equivocarse en un entorno laboral impiden dar el paso hacia este ambiente.
  • Complejos de inferioridad: posiblemente, situaciones como bullying escolar o falta de atención en casa generarían la necesidad de superar estos complejos con diplomas.

¿Cómo superar el síndrome del eterno aprendiz?

Lo primero por hacer es reconocer el problema. Y muchas veces resulta difícil aceptar este patrón de comportamiento, porque quienes caen en él asumen que hacen algo útil estudiando, sin darse cuenta de que viven en un proceso interminable que los aleja de realizarse como personas. También es necesario definir objetivos académicos y laborales, así hay un corte en el que se pasa de aprender a practicar.

Si lo que hay es temor de poner en marcha lo que se sabe, se pueden probar los conocimientos en entornos controlados, por ejemplo, plantear proyectos en una conversación con colegas o familia. Otra alternativa es cambiar el enfoque, es decir, empezar en un trabajo o área y, si en el fondo es lo de uno, formarse sobre la marcha; así se estudia y se practica.

Asimismo, es clave aceptar que errar es parte de la vida y que, a veces, la experiencia suele enseñar tanto o más que los libros. Por último, no hay que confundir las ganas de desarrollarse con el síndrome del estudiante eterno. En lo primero se aprovecha el conocimiento y se ejerce; en lo segundo no hay progreso, lo que se aprende sin práctica se olvida. Al final, este comportamiento es una excusa para escapar de la vida real.


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