Adoro esos instantes a solas donde pensar en todo y nada
A lo largo del día siempre necesitamos un instante a solas para reencontrarnos con nosotros mismos. La mirada queda suspendida en el horizonte de la ventana y entonces, el cerebro puede desconectar del estrés, de las demandas externas para permitirse pensar en todo y nada a la vez. Pocas cosas llegan a ser tan placenteras.
Frederick Law Olmsted, fue uno de los arquitectos paisajistas más famosos de la historia. Entre sus parques urbanos más conocidos está, por ejemplo, el Central Park de Nueva York. Olmsted siempre defendió la necesidad de que las personas tuviéramos contacto diario con “espacios verdes”, ahí donde poder desconectar de la civilización y disfrutar de un instante a solas adentrándonos de nuevo con nuestras esencias más puras.
Adoro esos instantes a solas conmigo mismo, ahí donde pensar en todo y nada, donde poder descalzarme de las presiones, los miedos y ansiedades. Es entonces cuando el mundo se pone a mis pies y me siento más libre…
La necesidad de propiciar estos instantes de conexión con uno mismo resulta sin duda muy beneficioso para nuestra salud mental. El contacto con la naturaleza, o con una simple ventana abierta que nos permita suspender la vista más allá de la línea de lo cotidiano, se convierte en un grato estímulo para nuestro cerebro y en una isla de paz para nuestras emociones. Vale la pena ponerlo en práctica.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Cuando se descargan” nuestras pilas” mentales y emocionales
Todos necesitamos rincones privados. El adolescente defiende la privacidad de su habitación como quien se esconde en un búnker. Los niños buscan rincones mágicos en los huecos de la escalera como quien entorna una puerta a otro mundo para ser libre. Por su parte, los adultos, a medida que crecemos conquistamos los espacios públicos, pero, de alguna manera, vamos perdiendo “los privados”.
Horarios que cumplir, objetivos que alcanzar, responsabilidades que gestionar y agendas que nunca dejamos de programar. Nos pasamos el día “conectados” al exterior y perdemos por completo ese vínculo esencial con nuestro interior. Poco a poco, y casi sin darnos cuenta, nuestras pilas emocionales, mentales e incluso “espirituales” están ya en un nivel agónico.
El psicólogo y neurocientífico David Strayer señala que cuando esto ocurre, es nuestra corteza prefontral (el control de mando del cerebro) quien se ve más afectada. Tampoco es broma cuando señalamos que “nuestras pilas han perdido energía” porque en realidad, un cerebro estresado muestra en un electroencefalograma una clara alteración en las ondas theta, las cuales, están muy relacionadas con nuestra capacidad de concentración, relajación e incluso con la memoria.
La necesidad de buscar un instante a solas cada día
Valdría la pena que al menos durante una hora al día, volviésemos a esos momentos de nuestra infancia donde buscábamos un rincón secreto para aislarnos del mundo y así, permitirnos soñar, dejarnos llevar por el todo y la nada a la vez sintiéndonos tan libres como entonces.
Cuando estoy a solas y en silencio, todo es calma y armonía. Solo entonces recobro todas las fuerzas para seguir en cada una de mis batallas.
Hemos de tener en cuenta además, que un estado prolongado en el tiempo de estrés o ansiedad, obliga a nuestro cerebro a segregar al torrente sanguíneo un “cóctel” químico a base de cortisol, noradrenalina y norepinefrina. Vivimos entonces en un estado de alerta y amenaza constante. Es pues esencial ofrecerle calma y por encima de todo, seguridad. Te explicamos cómo conseguirlo.
Cómo conseguir una adecuada conexión con uno mismo
En primer lugar, hemos de tener claro que para encontrar ese equilibrio interior que nos permita dejar a un lado el estrés y las presiones del entorno, no basta con encerrarnos en una habitación o ir a un parque. Cada uno de nosotros debe encontrar su propio palacio mental, es decir, ese escenario o estado personal con el cual, sentirse solo y libre.
- Salir a correr o a andar es algo tan terapéutico como liberador. Descargamos tensiones y a su vez, propiciamos una calma mental tan maravillosa como evocadora. Estamos solos con nuestros pensamientos mientras el cuerpo se siente vivo y fuerte.
- Estar a solas no es huir del mundo, es reencontrarse con él. Es muy posible que tus personas más cercanas no entiendan por qué quieres estar un instante a solas cada día. No hace falta que des más explicaciones, con una basta. Porque las necesidades vitales no se justifican, se realizan y se disfrutan.
- Estás en un refugio donde no caben los miedos. Durante ese tiempo a solas, vamos a delimitar una línea imaginaria donde no van a poder cruzarla las ansiedades, el miedo o la inseguridad. Todo debe ser calma, y para ello, tu rostro nunca debe inclinarse, busca el horizonte, permite que tu mirada se funda con el sosiego del atardecer y abrígate con sus colores serenos.
Llegar a casa, descalzarse, sentarse en el sofá y abrir una ventana para ver caer la tarde a solas. Para muchos esto es la soledad, para mí es la libertad.