¿Qué es un ambiente obesogénico?
Se entiende por ambiente obesogénico aquel que genera obesidad. Dicho de otro modo, aquel que aumenta las posibilidades de que la población suba de peso y sufra enfermedades crónicas. Es decir, todo ambiente en el que sea más fácil el sedentarismo que la actividad física, la sobreingesta que la regulación de las sensaciones de hambre y saciedad y comer fatal que alimentarse saludablemente.
Boyd Swinburn fue la persona que dio significado al contexto. El ambiente obesogénico se encuentra principalmente en tiendas y supermercados en los que compra la mayor parte de la población. Las ofertas y los descuentos suelen estar en productos prefabricados, mientras que los productos de primera calidad son un bien cada vez más preciado.
No sería de extrañar que cualquier día veamos una oferta de menú de “algo parecido a comida” de baja calidad al mismo precio que una sola hortaliza. Pero no nos engañemos: un ambiente obesogénico impacta igual en la alimentación de personas delgadas o normopeso. Hay quien con una dieta saludable y equilibrada tiene un índice de masa corporal (IMC) más alto que otras que siguen una dieta poco o nada saludable.
Los pasillos de estos supermercados, como Julio Basulto afirma en su libro Come Mierda, generan desiertos de alimentos, ciénagas de alimentos o emboscadas alimentarias que culminan en el ambiente obesogénico y patogénico.
Nutricionistas y psicólogos en alerta: el ambiente obesogénico y patogénico
A nuestro alrededor, la proporción de comida saludable es muy pequeña. El tamaño de las raciones que nos ofrecen crece de manera paralela a nuestro perímetro abdominal.
El escenario actual está formado por bollería en superabundancia en todas sus formas y colores, postres ultraazucarados, gominolas y patatas fritas. Y todo ello es asociado a luces, colores y brillos que ensombrecen la salud pública y provocan que los jóvenes normalicen alimentos que deberían ser residuales en la comida.
Y con este ambiente obesogénico: ¿qué pasa con la salud mental?
Con esta oferta hipercalórica que perturba el significado de la nutrición, la diversión y el placer, lo complicado es alimentarse bien. Y no solo eso. Toda esta sobreingesta física conlleva también un sobrepeso emocional que se manifiesta en una serie de perturbaciones alimentarias, como las siguientes:
El picoteo
El picoteo es bastante frecuente. Por ejemplo, ocurre cuando estamos sentados delante del televisor al final del día y se nos viene a la mente disfrutar de uno de esos snacks con sabor adictivo o cuando estamos con nuestra pareja viendo un programa de entretenimiento, llega la publicidad con anuncios producidos por los ingenios de las multinacionales con los últimos sabores de imitación que han creado y vamos a por una bolsa de patatas fritas con sabor a queso, barbacoa o caviar.
También ocurre cuando algo nos hace sentir mal e incompletos y nos damos cuenta de que nuestra vida es triste, carece de emoción y de “placer en los sentidos”. Justo ahí nos vamos a picotear y saboreamos instantáneamente lo que nos han vendido como “el buen vivir, el buen comer”, mientras nos decimos una y otra vez: “por una vez, no pasa nada”.
Además, nuestros amigos nos dicen que nos estamos obsesionando con la salud, que nos relajemos. Es así como caemos en el picoteo, en la trampa fácil. Decir no a determinada alimentación es como decir no a la droga en un ambiente en el que todo el mundo consume.
El ansia
El ansia es una sensación imperiosa de hambre, pero tan solo relacionada con alimentos concretos y que nos gustan, que termina una vez se ha calmado el hambre. No se vive con sentimiento de culpabilidad, al contrario de lo que sucede con la crisis bulímica, por ejemplo.
El ansia por los dulces es la más frecuente y afecta especialmente a mujeres jóvenes. Al estar acompañada por malestar, mareo y cansancio, el ansia se corresponde con un descenso de la glucemia, es decir, del índice de azúcar en sangre, causado habitualmente por un régimen demasiado restrictivo. Pero también existen estados de ansia sin que haya un verdadero descenso de la glucemia.
Responder al ansia engullendo a toda velocidad pasteles o embutidos es como meterse un “chute” de azúcar o serotonina, el neurotransmisor del cerebro que aumenta después de ingerir masivamente sustancias azucaradas y que provoca “bienestar” a muy corto plazo.
La chocomanía
El chocolate tiene muchos adeptos. El problema es del chocolate que nos venden, y no del cacao. Sin embargo, el 90 % de sus adeptos son más felices cuanto más leche, azúcar o galleta lleve. Además, el chocolate puede estar asociado con recuerdos de la infancia.
Su grasa y su azúcar aumentan la liberación de serotonina. Además, el chocolate aumenta las tasas de endorfinas, la morfina que produce nuestro cerebro de manera natural con determinadas actividades, como hacer deporte. Además, el chocolate tiene amandamina, un tipo de endocanabinoide que tienen efectos relajantes sobre nuestro sistema nervioso.
El síndrome de la alimentación nocturna
Levantarse en plena noche para ingerir una cantidad importante de alimentos es la principal señal de este síndrome. Esta ingesta descontrolada suele estar motivada por la ansiedad.
El síndrome de la alimentación nocturna puede tener graves consecuencias para la salud. Quien lo padece suele posponer varias horas la primera comida del día e ingiere pocas calorías durante el día.
La hiperfagia
Este comportamiento alimentario se caracteriza por un exceso regular, tanto de cantidad de comida en el plato como por el modo de llevársela a la boca (grandes cucharadas, bocados a un ritmo muy breve y masticaciones breves). Puede ser una característica familiar.
Algunas veces la hiperfagia llega a tener un aspecto patológico, lo que se traduce en una nueva terminología: hiperfagia bulímica. En ella, las comidas van mucho más allá de la sociedad. La persona no puede parar de comer. Sin embargo, no presenta ni el carácter de obnubilación ni la programación propia de la crisis bulímica.
La peor manera de combatir el ambiente obesogénico
Cuanto más estigma y responsabilidad recaiga en el comportamiento de las personas obesas, menos recaerá sobre aquellas empresas que alteran nuestro circuito de recompensa con productos de una calidad nutricional muy baja. Muchas de las personas conocidas que anuncian esos productos jamás consumirán aquello que promocionan; para ellas solamente es trabajo.
¿Qué debemos hacer para detener esto? Por ejemplo, podemos escuchar a los científicos sin intereses comerciales en la industria alimentaria o a las multinacionales que para vender tienen que mentir sobre sus productos. Dependiendo de lo que elijamos, la población tendrá una buena salud o una salud destruida cada vez siendo más jóvenes. Nosotros decidimos.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Ellenberg, C., Verdi, B., Ferri, C., Marcano, Y., & Vivas de Vega, J. (2006). Síndrome de comedor nocturno: un nuevo trastorno de la conducta alimentaria. In Anales Venezolanos de Nutrición (Vol. 19, No. 1, pp. 32-37). Fundación Bengoa.
- García, A. M. (2020). Ambiente obesogénico: barreras para mantener un peso saludable (Doctoral dissertation, Universitat d'Alacant-Universidad de Alicante).
- Villagrán, M., Petermann-Rocha, F., Martínez-Sanguinetti, M. A., & Celis-Morales, C. (2019). La interacción de nuestros genes con el ambiente obesogénico. Revista médica de Chile, 147(11), 1493-1494.