Causas de la agresividad
¿Cuáles son las causas de la agresividad? ¿Son estrictamente biológicas o intervienen también factores de tipo emocional y social? ¿Qué dicen los autores más destacados en Psicología Social sobre la agresividad y la agresión? Es una realidad: todos hemos actuado de forma agresiva (en mayor o menor medida) en algún momento de nuestra vida. Aunque no todos lo hemos hecho por las mismas razones; de hecho, las causas pueden ser tan diferentes como lo somos las personas entre nosotros.
Según la RAE, la agresividad es aquella tendencia a actuar o a responder de manera violenta. La agresión, por su parte, sería la consecuencia de una conducta agresiva; es decir, el acto violento sobre algo o alguien. Pero, ¿por qué actuamos con agresividad? ¿Existe algún desencadenante claro? Vamos a intentar arrojar un poco de luz sobre estas cuestiones.
Como mencionábamos, las causas de la agresividad son diversas. Vamos a ver las más frecuentes.
Baja tolerancia a la frustración
La frustración es un sentimiento desagradable, resultado de experimentar un fracaso, una decepción, o ante la imposición de límites, por ejemplo. Nos frustramos cuando habíamos depositado todos nuestros esfuerzos (ya sea físicos, mentales…) e ilusiones en algo que no acaba saliendo bien.
También cuando no conseguimos el éxito en algún objetivo que nos habíamos planteado. Así, otra de las causas de la agresividad es la frustración (o una baja tolerancia a ella). No todo el mundo es capaz de tolerar el sentimiento de frustración; esto ocurre especialmente en los niños y adolescentes, que muchas veces aún están aprendiendo a gestionar dicho sentimiento o muestran dificultades para hacerlo.
Hipótesis de la frustración-agresión de Yale
Siguiendo con la frustración como una de las causas de la agresividad, en 1939, el Grupo de Yale, formado por Dollard y col., inició una investigación experimental sobre agresión dentro del campo de la psicología social. Fijémonos que ya no hablamos tan solo de agresividad, sino de agresión.
Estos autores establecieron la hipótesis de la frustración-agresión; según esta hipótesis, basada en la energía, una persona está motivada para actuar agresivamente no por factores innatos, sino por un impulso inducido por frustración.
Los autores entendían la frustración como aquella condición necesaria que surge cuando la obtención de metas es bloqueada; por su parte, la agresión es la acción cuyo fin es hacer daño a otro organismo. Según Dollard y col., la frustración siempre conduce a una u otra forma de agresión, y la agresión es siempre consecuencia de la frustración.
La ira
Otros autores propios de la psicología social hablan también de otra posible causa que explique la agresividad (o agresión): se trata de la ira.
En este sentido, Berkowitz (1964, 69, 74) agrega un concepto intermedio entre los conceptos de frustración y agresión, que consiste en todas aquellas condiciones o señales ambientales apropiadas para la agresión. Según él, la frustración no provoca agresión inmediatamente, sino que genera en la persona un estado de activación emocional: la ira.
Dicha ira produce una disposición interna para la conducta agresiva; sin embargo, esta conducta solo tendrá lugar si en la situación existen señales estimulares que posean un significado agresivo, es decir, claves asociadas con condiciones en que la ira se descarga, o simplemente la ira misma.
Los estímulos adquirirán esta cualidad de claves agresivas mediante procesos de condicionamiento clásico, y según Berkwoitz, cualquier objeto o persona puede llegar a ser una clave agresiva por esta vía.
Una conducta aprendida
Bandura (1973) es otro de los autores que habla de las posibles causas de la agresividad; según él, el primer paso para adquirir una nueva forma de conducta agresiva es el proceso de modelado. Así, las personas adquirimos formas de conducta nuevas y cada vez más complejas (y en este caso, agresivas), observándolas en otras personas (o modelos) junto a sus consecuencias.
En este sentido, y siempre según Bandura, si vemos a alguien actuar de forma agresiva y ser reforzado por ello, tendemos a reproducir la misma acción en situaciones similares.
En otras palabras: los hábitos agresivos se adquieren a través del refuerzo directo de respuestas agresivas. Así, el refuerzo positivo (en forma de aprobación o de recompensas materiales) aumentaría la frecuencia y mantenimiento de respuestas agresivas (sobre todo en los niños). Además, las condutas agresivas podrían incluso transferirse a nuevas situaciones si éstas son recompensadas.
Una conducta innata
Otro interesante modelo propio de la psicología social, y que intenta arrojar luz a las causas de la agresividad, es el Modelo de cálculo emocional de Blanchard y col. (1977) (especialmente aplicable a los animales, eso sí). Según este modelo, en la base de la agresión hay mecanismos innatos, y explicaría la agresión ofensiva/defensiva mediante un análisis de coste-beneficio.
Así, el modelo sugiere que la cólera se asocia al ataque ofensivo y el miedo al ataque defensivo. El ataque ofensivo (precedido por la cólera) lo suele provocar la invasión territorial de un congénere, y el ataque defensivo (asociado al miedo) es generalmente una respuesta a un ataque previo de otro individuo. Las dos emociones pueden ocurrir a la vez, ya que ambas son importantes para la supervivencia.
“El elemento más destructivo en la mente humana es el miedo. El miedo crea agresividad”.
-Dorothy Thompson-
Un instinto
Freud fue el autor que desarrolló por primera vez la concepción de la agresión como servidora del “principio de placer”; según él, la agresión era una reacción a la frustración experimentada en la búsqueda del placer o la satisfacción de la libido. Según otros autores, como Lorenz (1963), la agresión es una disposición conductual innata que surge de la selección natural y, como otras disposiciones, aumenta las posibilidades de supervivencia y conservación eficaz de la especie.
Tanto Freud como Lorenz opinaban que la agresión humana era inevitable. Así, para ellos solo quedaba la solución de autorregularla. Para conseguirlo, propusieron descargar pequeñas cantidades de energía de forma continua y controlada a través de formas de agresión socialmente aceptables (por ejemplo a través de participar en deportes competitivos).
Otras posibles causas de la agresividad
Hemos mencionado algunas de las teorías más importantes de la agresividad y la agresión en psicología social; sin embargo, las causas de la agresividad siguen siendo múltiples, y en muchas ocasiones intervienen otros factores (de diversa índole) no mencionados, tales como: el consumo (y exceso) de drogas, tener un trastorno del neurodesarrollo, manifestar dificultades en la autorregulación emocional, conflictos internos, conflictos interpersonales, etc.
Por otro lado, un estado físico alterado también puede llevarnos a actuar agresivamente. Cómo nos sentimos, si estamos cansados o no, si tenemos alguna dolencia… Todo ello puede influir a la hora de generar una conducta agresiva.
Así, el hecho de sentirnos excesivamente cansados, padecer una migraña fuerte o tener un importante dolor de espalda, por ejemplo, puede generarnos un estado de irritabilidad, que a su vez, haga más probable que acabemos desarrollando una conducta agresiva hacia los demás.
Entendiendo la conducta agresiva
La conducta agresiva, como cualquier otro tipo de conducta (tanto en animales como en humanos) puede analizarse y comprenderse. Para ello, podemos acudir a las famosas teorías explicativas de este fenómeno, pero sobre todo, y más importante, estudiar y entender el contexto de la persona, los desencadenantes que la pueden haber llevado a actuar así y sus características personales y disposicionales.
No todos somos igual de agresivos, está claro. Sin embargo, recordemos que hay elementos que pueden aumentar la probabilidad de que actuemos de una manera violenta, tales como: las drogas (alcohol, cocaína, heroína…), un estado de ánimo irritable, rabioso o incluso triste, otro tipo de sustancias (estimulantes), así como trastornos mentales diversos.
Desde la psicoterapia, conocer las causas de la agresividad en cada caso concreto nos ayudará a entender a la persona y a ayudarla en caso de que lo necesite.
“La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego”.
-Anónimo-
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- Hogg, M. (2010). Psicología social. Vaughan Graham M. Panamericana. Editorial: Panamericana.
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- Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. <https://dle.rae.es> [06/09/2020].