¿Cómo encuentro el equilibro entre ingenuidad y desconfianza?
Ingenuidad y desconfianza son dos tendencias innatas que despiertan en las personas a la hora de relacionarse. Cuando este eje se polariza, el individuo se vuelve demasiado confiado o suspicaz, pueden surgir problemas en la interacción y la vida social.
Algunos de estos problemas son fáciles de reconocer: conflictos interpersonales, aislamiento e incluso abuso en casos extremos. Si echas la vista atrás, seguro que conoces a alguien extremadamente confiado del que se han aprovechado. O, por el lado contrario, alguien cuya suspicacia le haya hecho perder amistades.
Encontrar el equilibrio entre ambas tendencias parece ser la clave para minimizar estas desventajas. Pero, ¿cómo conseguirlo? En este artículo tienes algunas de las claves para ello.
¿Qué implican estos dos rasgos?
Cuando se habla de rasgos de personalidad, ingenuidad y desconfianza son polos opuestos que entran en juego a la hora de juzgar el comportamiento de los demás. A su vez, estos juicios determinan el patrón de respuesta de cada persona. Cada una de estas tendencias tiene sus propias características:
- Las personas ingenuas tienden a ver bondad en el prójimo de forma natural. No suelen atribuir malas intenciones a los demás, incluso cuando los demás sí lo hacen. Suelen sufrir situaciones en las que otros se aprovechan de ellas.
- Las personas desconfiadas suelen atribuir intenciones maliciosas a los demás, lo que lleva a rechazar favores y adulaciones. Esto suele llevar a la soledad y a un estilo de pensamiento pesimista.
La mayoría de estudiosos de la psicología de la personalidad afirman que la confianza o el recelo son tendencias que están presentes desde el nacimiento. Por ejemplo, Silvan Tomkins diferenciaba entre dos arquetipos innatos de persona:
- Humanistas: suelen pensar que los demás buscan lo mismo que ellos, es decir, que no creen que vayan a engañarles o a parasitarles, sino que comparten el mismo objetivo.
- Normativos: estas personas tienden al otro extremo, a ver a los demás como enemigos potenciales. No suelen percibir que los demás quieran recorrer el mismo camino, sino que esperan en la meta para quedarse con el premio.
No obstante, la tendencia a desconfiar o ser ingenuo, aunque innata, no está sujeta a factores como sexo, edad o capacidad cognitiva. Tampoco se subyuga al inmovilismo, sino que puede cambiar a través de la experiencia. Nadie está condenado a alguno de los dos extremos por su temperamento.
¿Cómo encuentro el equilibro entre ingenuidad y desconfianza?
Evitar polarizarse en el eje de ingenuidad y desconfianza requiere modular el comportamiento y aprender a leer las situaciones sociales de una manera más amplia. Además, las personas con las que interaccionas también son capaces de identificar si alguien es desconfiado o ingenuo y responderán bajo sus propias tendencias: aprovecharse, alejarse, defenderse, etc.
A menudo, las situaciones desfavorables provienen de dificultades para controlar la interacción social de una forma eficaz, no solo de la tendencia individual hacia la ingenuidad y confianza.
Cambiar todo esto es una carrera de fondo, pero es posible. Si estás planteándote empezar a cambiar tu ingenuidad o desconfianza, aquí tienes algunos consejos:
- Pregunta a los demás sobre tu ingenuidad y desconfianza: como se decía más arriba, la percepción de los demás juega un papel fundamental en la dinámica que genera situaciones incómodas. Pide opinión a tus personas de confianza, pues esto te ayudará a perfilar tu autoconcepto y tener una idea clara de por dónde empezar a modularte.
- Párate a analizar: es importante que dediques tiempo a analizar las situaciones que te hacen sentir mal. Trata de interpretarlas de la forma más objetiva posible para que tus expectativas no nublen tu juicio. Necesitas información clara y objetiva sobre los factores que te han llevado a esta situación.
- Aprovecha tu experiencia: analiza lo que te ha pasado y úsalo para prevenir futuros errores. Si tiendes a la ingenuidad, por ejemplo, seguro que acabas identificando patrones de comportamiento en los demás que te ayudar a saber cuando alguien se quieren aprovecharse de ti.
- Mantén la mente abierta: abrirte a cambiar tu propia percepción puede ser complicado, pues son patrones inconscientes la mayor parte del tiempo. Intenta atenerte a los hechos que has vivido y analízalos de forma honesta, pues es mejor dar con una solución que llevar la razón.
- Evita pensamientos extremistas: nada es blanco o negro, y tampoco existen los villanos puros ni los santos. Es más útil marcar límites a la hora de relacionarte que categorizar a las personas con términos absolutos. Esto, además, favorece la flexibilidad en el comportamiento y los juicios.
El equilibrio es la clave para la mayoría de problemas que se polarizan en una dicotomía. Nunca se pueden evitar los errores y los disgustos en su totalidad, pero mantenerse atento al entorno y fiel a uno mismo suele ser la clave para minimizarlos. El pragmatismo será tu mayor aliado.
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