Cómo reaccionar a una mala respuesta de tu hijo
Comienza un día cualquiera. Madrugas demasiado, no desayunas bien, la jornada laboral es extensa y agotadora, el cansancio hace mella en ti y el estrés aparece. Te pones de mal humor, te dejas llevar por las circunstancias y acabas por estallar. Es ahí cuando puedes caer en la tentación y soltar una mala respuesta hacia alguien que te importa, ya sea tu hijo, tu pareja, tus padres, tu jefe, algún compañero de trabajo…
Este que acabamos de describir es uno de los muchos motivos por los que una persona podría responder de manera poco adaptada. Sin duda, también los niños pueden sufrir malos días. Además, existen otros motivos que nos podrían llevar a responder mal a cualquier persona. Por ejemplo, si vislumbramos una injusticia, si se nos critica, si sentimos el rechazo de los demás…
Ahora, realicemos un trabajo de empatía y llevemos cualquiera de estas situaciones que nos enfadan a la mente de un niño de 3 años. Y ahora, a la de un joven de 9 años. Y por qué no, hagamos este mismo ejercicio con el cerebro de chicos de 15 años… ¿Resulta más fácil comprender a los infantes así?
Qué esconde una mala respuesta
Una mala respuesta puede esconder un enfado, un desacuerdo e incluso una forma de llamar la atención de los padres. Por eso, lo primero que tendremos que saber antes de responder es a qué obedece una reacción similar en el niño.
Este tipo de respuestas, como el célebre “no me da la gana” en la forma de responder de los niños, suele aparecer con mayor constancia a partir de los 6 años, cuando los pequeños son más maduros y encuentran motivos suficientes para enfadarse, por lo que sea que les resulta doloroso o insultante.
Sea como fuere, es importante entender que los pequeños usan las malas respuestas como método para manifestar sentimientos. De ahí que sea necesario identificar el motivo de su molestia o enfado. Por eso, analizaremos si este tipo de conductas son instrumentales -es decir, están orientadas a un objetivo- o por el contrario son solo la manifestación descontrolada de una reacción emocional.
“La lengua es como un cuchillo afilado, mata sin extraer sangre”.
-Buda-
Abordando la situación
Sea como fuere, en el momento en que tenemos más o menos claro el porqué de la conducta del niño y el origen de la mala contestación, es conveniente impedir una escalada de las malas formas en el intercambio de respuestas.
Abordar la situación antes de que vaya a más, se enquiste o, lo que es peor, se convierta en una fórmula habitual usada por el pequeño como método de coacción para ‘salirse con la suya’.
Extinción
La extinción es el objetivo de la intervención. En psicología, una intervención frecuente es la conocida como extinción de respuesta. Para conseguirla, el objetivo será el de romper la asociación entre respuesta y refuerzo. Al final, si la técnica se aplica de manera sistemática, la conducta o el repertorio de conductas se extinguirá.
¿Cómo funciona? Es sencillo. En muchas ocasiones, por ejemplo, ante una rabieta o una mala contestación de nuestros hijos, con la intención de corregirla, lo que hacemos es prestarles más atención. Es decir, premiamos su conducta, aunque a nosotros nos parezca lo contrario. Así, ¿qué crees que hará cuando quiera captar tu atención?
Vale, pero además de ignorar su reacción “en caliente”, qué podemos hacer… Aquí es donde entra el refuerzo.
Refuerzo
Seguro que ya lo has intuido. Lo que podemos hacer es premiarles con nuestra atención cuando nos respondan de una manera adecuada. De manera especial, cuando muestre su desacuerdo sin chillar, insultar o agredir. Así, enseñándoles cómo deben hacerlo también les estaremos mostrando, de paso, cómo no deben hacerlo.
En términos psicológicos, reforzaremos una respuesta incompatible con aquella que queremos extinguir. Sobre el papel queda muy bonito, pero a la hora de aplicarlo, no es tan sencillo. Para ayudarnos, contamos con las normas…
Normas
Las normas son útiles para los niños, ya que suponen límites que les permiten saber qué pueden y qué no pueden hacer. Ahora bien, no se debe abusar de ellas, pues si imponemos demasiadas, acabaremos por confundir al infante.
Sea como fuere, una norma que es necesaria y que el pequeño suele entender correctamente es la de no insultar o no hablar mal -sus consecuencias negativas son fáciles de explicar y comprender-. Así que, una vez impuesta, siempre que el joven tenga una mala respuesta, hemos de recordar que la está infringiendo.
Una idea interesante es escribir las normas y que tanto el adulto como el niño firmen el documento. De esta manera, si alguien se la salta, está el documento para volver sobre el acuerdo.
Consecuencias
Obviamente, es importante que el niño entienda que las malas contestaciones también pueden tener consecuencias no deseadas. Por eso sería conveniente que, al pactar el documento del que hemos hablado antes, quede este aspecto también especificado. El chico sabrá en todo momento que, si actúa mal, habrá consecuencias que no le gustarán.
Calma
Por supuesto, siempre es necesario mantener la calma. Ante una mala actitud del infante es necesario que mostremos tranquilidad mientras le explicamos que no debe actuar como lo ha hecho. Esta es, a priori, una buena forma de responder a una mala respuesta de tu hijo. Es interesante, además, mostrar firmeza y, sobre todo, fomentar la empatía. De esta manera, ambos os entenderéis mejor y se creará el clima ideal para alcanzar a acuerdos.
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- Rizaldos Lamoca, M. A., (2013).
- Mini guía básica para papás y mamás en apuros
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