Cómo saber si tus padres fueron muy críticos contigo
Gran parte de la forma en que piensas, sientes y reaccionas hoy en día se debe a las experiencias tempranas que tuviste con tus progenitores. El vínculo de apego formado con ellos y el estilo de crianza con el que creciste tuvieron un gran impacto en tu personalidad y quizá no fue del todo positivo. Si tus padres fueron muy críticos contigo, probablemente hoy sufras ciertas limitaciones y continúes experimentando ciertas heridas difíciles de cerrar.
En concreto, vivir en un entorno invalidante, centrado en los errores e incapaz de alentar y ofrecer amor seguro causa daños en la autoestima. Aunque ahora hayas crecido y seas un adulto que se hace cargo de sí mismo, es posible que haya ciertas actitudes, patrones de pensamiento o emociones intensas que se disparan cuando menos lo esperas, generándote dolor y dificultades.
El primer paso para deshacerte de ellas es identificar si tus padres fueron excesivamente críticos. Y, para ello, queremos mostrarte algunos de los signos más llamativos.
Estas señales indican que tus padres fueron muy críticos contigo
A pesar de ser menor, es probable que en tu infancia y adolescencia te percatases de que tus padres no eran tan flexibles, tolerantes y alentadores como te gustaría. No obstante, es común que muchas personas minimicen esas actitudes paternas o las normalicen, por lealtad a quienes les dieron la vida. Si hoy como adulto quieres revisar de nuevo esos recuerdos, estas son algunas señales de crítica excesiva:
No fomentaban tu autonomía
Desde una crianza respetuosa y centrada en el niño, se busca como objetivo principal fomentar su autonomía; y, para ello, se le ofrecen diversas oportunidades para practicar tareas y habilidades. En cambio, los padres muy críticos no tienen la paciencia y la tolerancia necesarias para esto, y prefieren hacerlo todo por sí mismos en lugar de acompañar el aprendizaje infantil.
Por ejemplo, tal vez como niño tratabas de hacer tu cama y al ir más despacio que un adulto o no lograr los mismos resultados, tus padres expresaban el típico: «quita, que ya lo hago yo» o «es que no haces nada bien»
Siempre se centraban en los aspectos negativos
Una de las claves para crear la autoestima infantil es que los padres sean sensibles y receptivos a los logros, esfuerzos y avances del niño; que los aprecien y celebren, que les den reconocimiento.
Sin embargo, este tipo de padres de los que hablamos suelen poner el foco en el fallo, en aquello que se puede mejorar o simplemente restan importancia al éxito conseguido. Para ellos, parece que nunca es suficiente.
Tenían reacciones emocionales intensas
Todos los niños cometen errores, hacen travesuras, se manchan o rompen objetos: están aprendiendo. Se espera que los adultos a cargo comprendan esta realidad y sean flexibles y capaces de empatizar y enseñar algo de valor en la situación, en lugar de perder el control de sí mismos.
No obstante, si tus padres fueron muy críticos contigo, es probable que mostrasen reacciones emocionales exageradas ante estos pequeños fallos propios de la edad. Un jarrón roto, una división que se resiste o un poco de leche derramada eran motivo suficiente para gritar, amenazar o culpabilizarte en exceso.
Realizaban comparaciones frecuentes
También es frecuente que estos progenitores tiendan a comparar a sus hijos con sus hermanos, primos, amigos o compañeros de la escuela. Algunos resaltan las mejores calificaciones del resto de niños, otros su mayor simpatía o su mejor habilidad deportiva.
En cualquier caso, el hijo siempre sale perdiendo en la comparativa y termina sintiendo que no está a la altura de lo que se espera de él.
Ofrecían amor condicionado
Por último, una actitud muy común en estos casos es el hecho de que los padres utilizan el afecto, la atención y la aprobación como moneda de cambio. Solo lo ofrecen cuando el niño es obediente, educado y ejemplar, pero lo retiran cuando el menor expresa rabia, disgusto o tristeza o cuando molesta de algún modo. Señalan qué comportamientos consideran aceptables y cuáles no.
Así te sientes si tus padres fueron muy críticos contigo
Más allá de analizar sus actitudes y comportamientos, hay un indicativo infalible para saber si fuiste criado en un ambiente excesivamente crítico: la forma en cómo te sientes, piensas y reaccionas hoy en día. Y es que este trato deja secuelas que siguen siendo visibles en la edad adulta. Entre las más comunes encontramos:
- Tienes tendencia a ser complaciente y buscas agradar a los demás, incluso a costa de tus propias necesidades y deseos. Aprendiste que el afecto tiene condiciones y, por ello, temes perderlo si no cumples con lo que otros esperan de ti.
- Te cuesta mucho asumir riesgos, tener iniciativa e intentar retos nuevos. El miedo a fallar y a no ser capaz te paraliza y, por ello, sueles perder oportunidades que te interesan.
- Eres muy sensible a las críticas. Puedes llegar a interpretar comentarios neutros como un ataque o un gran daño moral y tomas cualquier observación de forma muy personal. Tiendes a estar a la defensiva porque creciste en un entorno que así lo requería. Además, tienes un mayor riesgo de sufrir fobia social.
- Tienes una baja confianza en ti mismo. Te sientes generalmente débil, incapaz y poco válido para afrontar el día a día y sus desafíos. Además, es probable que seas una persona indecisa y llena de dudas, a la que le cuesta escoger y resolver por miedo a hacerlo mal.
- Tiendes a disculparte en exceso, incluso cuando no tienes ninguna responsabilidad. Eres muy sensible a los cambios en los demás y cuando notas que alguien se comporta de forma fría o diferente, asumes que es por un fallo que has cometido y te deshaces en disculpas.
- Te cuesta recibir cumplidos y afecto porque no estás acostumbrado y, quizá, sientes que no los mereces. Así, siempre buscas la forma de desviar esas muestras positivas hacia ti. Por ejemplo, si alguien halaga tu camisa, recalcas que es vieja o que ese tono no te favorece.
- Eres una persona autoexigente y muy crítica consigo misma. Tu diálogo interno es un constante juicio negativo a todo lo que haces y dices, y eres incapaz de tratarte con autocompasión.
- Eres perfeccionista por miedo a cometer errores. Por lo mismo, puede tomarte un tiempo excesivo realizar cualquier tarea e incluso es probable que procrastines debido a esa excesiva presión que sientes.
Si tus padres fueron muy críticos contigo, sana ese pasado
Como ves, el daño que se produce en la autoestima, la confianza y la gestión emocional es importante. Sin embargo, esto no es una sentencia. Siempre es posible desaprender lo aprendido y adquirir nuevos modos más funcionales de interpretar las situaciones y de actuar.
En este caso, es fundamental aprender a ser flexibles y tolerantes con nosotros mismos; comenzar a alentarnos y animarnos como lo haría un mejor amigo y comenzar a asumir retos incluso a riesgo de equivocarnos.
Si esta herida es profunda y estas reacciones están muy marcadas en ti, no dudes en buscar ayuda profesional. De este modo podrás integrar lo vivido y aprender a ofrecerte el amor incondicional, la seguridad y el apoyo que sientes que te faltaron.
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