Cuando aceptas e integras tus polaridades te vuelves más TÚ
Cuando aceptas e integras tus polaridades te vuelves más TÚ. Te vuelves genuino y auténtico. Entras dentro de ese camino recto que siempre te conduce a tu esencia más pura. Un camino que siempre nace en ti y vuelve a ti.
Pero, ¿qué entendemos por polaridades? Las polaridades hacen referencia a los extremos de un mismo continuo. Extremos que son opuestos entre sí. Si uno es la luz, el otro es la sombra. Si uno es la pasividad, el otro es la acción. Cuando uno es claro, el otro es oscuro. Hablamos, por tanto, de los extremos que posee un mismo continuo.
En un plano más psicológico podemos encontrar ejemplos de estas polaridades en las siguientes parejas: Tristeza-Alegría, Euforia-Tranquilidad, Extroversión-Introversión, Feminidad-Masculinidad… seguro que ya comprendes a qué me refiero e incluso puedas completar tú la lista. Además es probable que hayas vivido desde dentro de ti cada uno de esos opuestos. ¿Quién no se ha sentido triste y alegre? ¿Quién no ha estado eufórico alguna vez a pesar de ser alguien, por lo general, tranquilo?
Aunque la cultura contenga parte de tus polaridades, ellas siguen estando en ti
Las polaridades nos hablan de la vida en toda su extensión. Nos hablan de lo que la vida ES y de lo que la vida DA. Si en la vida hay esto, también habrá lo otro. ¿Buscas luz? Te daré oscuridad también. Poder ver estas polaridades y cómo nos influye situarnos en un extremo u otro forma parte de nuestro crecimiento personal.
La cultura, las normas sociales, la herencia familiar, los mandatos disfrazados… silencian y maltratan en ocasiones a un lado del continuo, a un extremo de la pareja. Silencia un lado de la polaridad. Amputa nuestra esencia, en muchas ocasiones no dejándola crecer. Como un brote de hierba que lucha por salir, pero siempre es cortado. La energía que ocupa queriendo salir es totalmente amputada por la herramienta que corta.
Sin embargo… la energía sigue ahí. Y si no sale de manera natural, saldrá de otras maneras menos sanas y más violentas. Esto es lo que ocurre con nuestras polaridades. Cuántas veces te habrás sorprendido a ti mismo al verte agresivo e hiriente, cuando quizá la imagen que tienes de ti es la de una persona tranquila y paciente. Cuántas veces te has sorprendido al verte calmado y sosegado, cuando te consideras como alguien nervioso y fácilmente excitable por su entorno.
Identificarnos solo con una parte de la polaridad es negar nuestra autenticidad
Esa es tu autenticidad, esa es tu verdadera genuinidad. Tú eres ambos extremos. Eres agresividad y eres delicadeza, eres tranquilidad y nervio. Eres luz y eres sombra… Normalmente nos posicionamos en un extremo del continuo negando con total convicción la existencia del otro extremo. “¡Yo soy muy tranquilo, nunca me enfado!” “Yo soy muy independiente y no necesito ayuda”.
Y es en ese momento, en que el negamos parte de nuestra naturaleza, cuando criticamos duramente en el otro. Si no soy capaz de aceptar lo que repudio de mí y lo que la sociedad me insta a repudiar, lo veré y lo repudiaré en los demás. Pero… no en mí, porque eso “no soy yo”. “Porque yo soy muy tranquilo y nunca me enfado”. Sin embargo, cuando veo que otros lo hacen hierve mi ser y explota.
Nos identificamos con aquellas partes de las que nos orgullecemos o con aquellas partes que la cultura en la que vivimos refuerza. Ser hombre y “ser femenino” (lo que la sociedad considera ser femenino) a veces se percibe como algo extraño en determinadas culturas. Sin embargo, en otras es algo totalmente normal y natural.
Si nos apropiamos de lo que negamos, ya no lo proyectaremos fuera
Una vez que reconocemos nuestros extremos podemos aceptarnos. Cuando nos aceptamos dejamos de proyectar en el otro aquello que no nos gusta de nosotros, incluso cuando existe podemos llegar a entenderlo sin juzgarlo. Lo contemplaremos con tranquilidad y sin sentirnos turbados. Ya que no estaremos proyectando lo que no nos gusta de nosotros, simplemente lo estaremos contemplando.
“Tú no ves lo que eres, sino su sombra”
-Rabindranath Tagore-
Trabaja por tu genuinidad, por integrar tus polaridades. Cuanto más te aceptes menos rechazarás al otro. Cuantos menos prejuicios tengas, más libre serás. Cuanto más te aceptes, más podrás trabajar contigo mismo desde el cariño para mejorar, eliminado la necesidad de proyectar lo que no te gusta en los demás.