¿Conoces los 3 duelos de la adolescencia?
Acompañar y comprender a un adolescente es difícil, pero más difícil es serlo. Al pensar en la adolescencia surgen en mi mente algunas palabras con sólida fuerza simbólica: descubrimiento, identidad, transformación y duelo.
Se trata de una etapa particularmente profunda. La ecuación es simple: cambios físicos repentinos e irreversibles, crisis de identidad y caída de los padres como ideales dan como resultado un cóctel emocional que incluye una mezcla de sensaciones tanto placenteras como displacenteras.
Con independencia de sus lugares de origen y el contexto histórico en los que les ha tocado vivir, los adolescentes han vivido siempre con una intensidad diferente a la de otros grupos etarios. Tengamos presente que a menudo viven cambios que no están preparados para enfrentar. ¿Cómo viven esta etapa? ¿Cuáles son las pérdidas que deben transitar?
Definiciones de adolescencia
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es el período de crecimiento biológico, psicológico, sexual y social que transcurre entre los 10 y los 19 años, justo después de la infancia y antes de la edad adulta.
La OMS distingue dos etapas: la adolescencia temprana y la tardía. La primera se da entre los 10 y 14 años e incluye cambios que, por su rapidez, pueden producir una gran incomodidad. Por su parte, la adolescencia tardía representa el período en el cual los cambios físicos más significativos ya se han producido y la identidad se muestra más consolidada.
Françoise Dolto, médica y psicoanalista francesa, describe a esta etapa como una fase de mutación, mientras que Arminda Aberastury contempla el duelo en su definición de la adolescencia.
“La etapa de la vida en la cual el individuo busca establecer su identidad adulta, apoyándose en las primeras relaciones objetales-parentales internalizadas, que a su vez tienden a la estabilidad de la personalidad, lo que sólo es posible si se hace el duelo por la identidad infantil”.
-Arminda Aberastury-
Los duelos de la adolescencia
Arminda Aberastury fue una psicoanalista argentina que tradujo al castellano los trabajos de Melanie Klein, una de sus principales referentes, y contribuyó con un aporte más que interesante al decir que el adolescente tenía que superar tres duelos para convertirse en adulto.
Vale la aclaración que e ntendemos al duelo como “el conjunto de procesos psicológicos que se producen ante la pérdida de un objeto amado y que llevan a renunciar a este”.
1. El duelo por el cuerpo infantil
Como todos sabemos, el aspecto de un niño es completamente diferente al de un adolescente, a pesar de que la distancia en tiempo no es muy grande. Basta con dejar de verles unos meses para tener la sensación de que nos encontramos ante personas totalmente distintas.
Muchos adolescentes experimentan cambios corporales más rápidamente de lo que le gustaría, que lo llevan, entre otras cosas, al pleno desarrollo genital. Comenzada la transformación física, no tardan en aparecer los vellos púbicos y en las axilas, la voz gruesa, así como el tan temido y odiado acné.
A menudo, perciben estos cambios como ajenos, frente a los cuales se sienten como un espectador que no puede hacer nada para influir sobre la deriva del guion (Aberastury y Knobel).
El cuerpo infantil se ha perdido, lo que puede tener un impacto psicológico de raíces profundas. Se vive como un proceso complejo y contradictorio, ya que la mente aún infantil debe aprender a convivir con un cuerpo poco armónico e inconsistente al nivel de madurez psicológica presente.
Se vuelve necesario el abandono al cuerpo infantil irrecuperable, mientras que el ya no infante se va apropiando del nuevo. Al mismo tiempo, suele ir cobrando peso en la valoración que hace de su identidad, volviéndose un motivo de preocupación.
2. El duelo por el rol e identidades infantiles
El incipiente adolescente tendrá que vérselas con una encrucijada: tiene que asumir más responsabilidades que un niño, pero sin la libertad que pueda tener un adulto. Este es un punto delicado que puede dejarles un regusto un tanto amargo, potenciado porque también se suaviza la comprensión ante determinados errores.
Dejar de lado la identidad de niño, implica avanzar hacia una nueva forma de autopercibirse. Requiere aceptar la realidad impuesta y de evolución incierta. Es entonces cuando el adolescente deberá asumir ciertas funciones para poder ser aceptado en determinados grupos sociales. La nueva identidad se estructura en compañía de relaciones interpersonales que le ayudan a adoptar nuevos roles.
3. El duelo por los padres de la infancia
Los niños suelen idealizar a sus padres, viéndolos como protectores y proveedores absolutos (todo lo saben y todo lo pueden). Todo lo curan, todo lo arreglan y todo lo alcanzan. En cambio, el adolescente es testigo de cómo se rompe ese ideal. Descubre que sus padres también están limitados.
Por otro lado, el adolescente fluctúa entre una dependencia económica y una pseudoindependencia por disponer en cierta medida de su espacio y tiempo. Vive en una lucha interna entre el niño que ya no es y el adulto en el que aún no se convierte. Es por esto que, a partir de la confrontración, busca definir su identidad diferenciándose de sus padres, a quienes considera ahora como un estorbo a sus deseos de autonomía y libertad.
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- Aberastury. A, Knobel, M. "La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico". México, Paidós educador, 2004. pp. 15-28.