El desconcertante efecto Pigmalión
La conducta está influenciada no solo por el ambiente en el que se despliega, sino también por las expectativas que se tienen en la persona que la ejecuta. La creencia en la habilidad de otro afecta su rendimiento en una tarea. A esto se le conoce como «Efecto Pigmalión».
Este fenómeno tiene sus raíces en la mitología griega y ha sido objeto de investigación en diferentes contextos. En este artículo profundizaremos en él, aprenderemos qué es, dónde se manifiesta, cómo usarlo a nuestro favor y cómo evitar que tenga un impacto nocivo.
Efecto Pigmalión: definición y origen
Se refiere a que las expectativas y creencias de una persona influyen en el rendimiento de otra. Roberto Rosenthal sostiene que «lo que una persona espera de otra puede convertirse en una profecía autocumplida».
Asimismo, cabe señalar que este término tiene su especial origen en la obra del poeta Ovidio. Recordemos, Pigmalión era un escultor que vivía en la isla de Creta y que se enamoró de una estatua que él mismo había creado: Galatea.
Tan fuertes eran sus sentimientos por ella que pidió a los dioses que la convirtieran en una mujer de carne y hueso, para poder amarla como una a una mujer real. Afrodita, cómo no, le concedió su deseo. Más tarde, Pigmalión se casó con ella y fruto de su amor, nació Pafo, su hija.
Este concepto, más allá de lo que podamos pensar, puede resultar útil. De hecho, si hay algo que sabe bien todo buen líder, es que al transmitir expectativas positivas sobre un grupo determinado impacta en el buen rendimiento de ese grupo de personas. Estamos, por tanto, ante un constructo psicológico de gran interés.
Pigmalión y Galatea
También conocido como la profecía autocumplida, la esencia del efecto Pigmalión, consiste en cómo las altas expectativas de alguien en relación sobre otra persona puede elevar el rendimiento de esta última. Por el contrario, las expectativas bajas pueden afectar de manera negativa su desempeño. Cuando estas expectativas proceden de un individuo hacia sí mismo, el fenómeno se conoce como «Efecto Galatea».
Así, el proceso clave que subyace tanto al efecto Pigmalión como al efecto Galatea es el poder de las expectativas y cómo estas influyen en la conducta y el rendimiento, tanto de los demás como de nosotros mismos. Por lo que si tenemos en cuenta estos efectos, nuestras creencias son más importante de lo que pensamos.
Por otro lado, algo que nos explica Susan H. McLeod, en un estudio titulado «Efecto Pigmalion o efecto Golem», es que este efecto se da en cualquier escenario social. Lo vemos en la crianza de los niños, en la educación, en el ámbito de empresa y en cualquier lugar donde una persona o grupo de personas deban desempeñar una labor.
¿En qué situaciones se manifiesta?
Este efecto puede presentarse en diferentes ámbitos y contextos:
- Educativo: cuando un maestro espera con convicción que sus estudiantes sobresalgan, es muy posible que así suceda. Por el contrario, cuando sus expectativas y confianza son bajas, el rendimiento de los alumnos disminuye.
- Laboral: al igual que en el contexto educativo, cuando los jefes de una empresa tiene altas expectativas en las capacidades de logro de sus empleados, estos tienden a tener un mejor desempeño. En cambio, si no se espera nada bueno de ellos, es probable que su productividad y compromiso no sea tan alto.
- Familiar: las creencias que los padres tienen sobre sus hijos afecta la conducta de estos. La proyección de expectativas negativas o limitantes puede entorpecer el desarrollo y bienestar de los niños en el hogar.
- Deportivo: un entrenador que confía en las capacidades de sus deportistas y espera el máximo rendimiento de ellos, puede contribuir a que lo alcancen con mayor seguridad. Tener bajas expectativas de rendimiento puede hacer que los deportistas no lleguen a su máximo nivel.
El efecto Pigmalión permite observar cómo las creencias pueden configurar conductas en diferentes contextos. Por ende, es fundamental tomar consciencia de él y depositar expectativas más positivas y realistas en los demás.
El poder de las expectativas
Una de las investigaciones más importante sobre este efecto fue llevado a cabo por Rosenthal y Jacobson. En ese trabajo llevado a cabo en 1968 se informó a un grupo de profesores que a sus alumnos se les había realizado una prueba para evaluar sus capacidades intelectuales.
Más tarde, se les indicó cuáles habían sido aquellos que habían obtenido los mejores resultados, afirmando además que serían los que mejor rendimiento tendrían. Al finalizar el curso, así fue, aquellos que habían sido considerados mejores tuvieron un rendimiento mayor. La cuestión estaba en que la prueba que evaluaba la capacidad intelectual de los alumnos nunca se realizó.
¿Qué sucedió entonces para que unos chicos señalados al azar como los «mejores» llegaran a convertirse en ello? La respuesta la encontramos en que los profesores se crearon altas expectativas en relación con ellos y actuaron a favor para que estas se cumplieran. Así, el clima, la actitud y la predisposición a enseñarles era diferente y más especial.
Estudios posteriores con estudiantes de diversas edades confirman estos resultados. Por ejemplo, el psicólogo Ulrich Boser llevó a cabo un programa en un centro de educación secundaria de Boston con el objetivo de aplicar las bases del efecto Pigmalión entrenando primero al profesorado.
Los resultados no pudieron ser más positivos y alentadores. La puntuación académica mejoró, sobre todo en lectura y matemáticas. A día de hoy, 40 estados de Estados Unidos aplican ya este mismo programa. Esto es un ejemplo sobre el que reflexionar y en el que todos podemos invertir esfuerzos y voluntades.
Visto así, parece que el efecto Pigmalión es un fenómeno positivo al que podemos sacarle mucho partido. ¿De qué manera? Mostrando a los jóvenes lo mucho que se espera de ellos. El problema es que esto es algo más complejo de lo que parece, ya que estas expectativas tienen que ser reales y estar fundamentadas y arraigadas en la mente del adulto que supervisa la educación de esos jóvenes.
Es decir, el efecto Pigmalión se produce por lo que comunicamos a través de nuestros gestos, actitudes y mensajes implícitos en lo que decimos, por lo que si queremos buenos resultados tenemos que creer en nuestras palabras.
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Cómo usar el efecto Pigmalión
¿Cómo se puede potenciar el rendimiento de alguien usando los beneficios del efecto Pigmalión? A continuación, desglosaremos una serie de claves que pueden ser de mucha utilidad para ese fin.
- Tomar consciencia: es imprescindible examinar lo que se piensa y espera de los demás para así saber dónde hacer el cambio de enfoque.
- Confiar en la persona: una vez identificadas las creencias, hay que darle mucho valor a las que tienen una valencia positiva. En paralelo, hay que creer de manera genuina y sincera en el potencial y la capacidad del otro sujeto.
- Tener expectativas altas y realistas: para que el efecto Pigmalión tenga influencia es necesario que lo que se espera sea alcanzable y realista. Si la expectativa es muy alta, puede entorpecer el proceso al generar mayor estrés y ansiedad en el otro. Por su parte, si son demasiado bajas, no estimularán la motivación.
- Proporcionar retroalimentación: reconocer y celebrar los progresos es crucial para tener buenos resultados. En ese proceso, se debe brindar información constructiva y positiva que le permita a los demás mejorar su rendimiento.
- Brindar apoyo y recursos: de nada sirve tener una expectativa positiva si no se brindan las condiciones necesarias para que el otro despliegue y desarrolle sus capacidades. Hay que materializar la expectativa y proporcionar apoyo para que la persona consiga lo que se espera de ella.
- Crear un ambiente seguro: el entorno puede tener un impacto favorable o desfavorable en la consecución de un objetivo. Por ende, se debe crear un ambiente seguro, donde los individuos puedan tomar riesgos, cometer errores y aprender. Esto hace más probable que mejoren su rendimiento y que realicen los que se espera.
Para emplear de manera adecuada este efecto se requiere de mucha empatía, honestidad y comunicación. Creer en las habilidades de las personas y apoyarlas es crucial para que los beneficios del Pigmalión se hagan realidad.
Efectos nocivos del efecto Pigmalión
El hecho de vernos reflejado en un hijo o en un alumno y querer que sea como nosotros puede provocar que las consecuencias del efecto Pigmalión se tornen negativas. Las expectativas sobre el otro se manipulan al pasarlas por un filtro personal.
De este modo, muchos padres consiguen que sus hijos se conviertan justo en lo contrario de lo que quieren ellos mismos porque su lenguaje, sus reproches y sus mensajes se centran constantemente en ello.
Cuando un niño oye cosas como «Siéntate a hacer los deberes, que así no vas a llegar a nada en la vida» o «Si sigues haciendo eso, vas a ser un desgraciado». Lo que está oyendo es que va a ser un desgraciado y que no va a lograr nada.
Esos mensajes que los adultos entienden como motivadores lo que hacen es mostrarle al niño unas expectativas muy poco positivas, porque no lo entiende así, puesto que no es capaz de evaluar las consecuencias de algo tan abstracto.
Es mucho peor cuando un niño oye algo parecido a «¿Quieres ser tan inútil como tu padre/madre?», o «¿Quieres seguir siendo un miserable toda la vida?». De modo que, no se trata de decir con frecuencia al otro lo que no queremos que haga, sea o suceda, sino todo lo contrario, queremos obtener buenos resultados e influirle de manera positiva.
Evitar los efectos nocivos del efecto Pigmalión
Para evitar los efectos nocivos del efecto Pigmalión es fundamental que los padres, profesores o adultos que tienen influencia sobre un niño o adolescente hagan un ejercicio de autoexploración. Es lo que les permitirá descubrir cuáles son las expectativas reales que tienen hacia el otro y por qué. En este sentido, habría que analizar la realidad, aunque no sea como nos hubiera gustado.
Se trata, por una parte, sacarle el máximo partido a las posibilidades reales y por otra, no imponerle creencias limitantes, sino ayudarle a superarse.
Es vital cambiar el modo de expresarse y de formular las afirmaciones, preguntas y comentarios, así como la actitud, la forma de mirar y el tono de voz al hablar para decir lo que queremos transmitir. Se debe reconocer al otro por lo que es, cuáles son sus habilidades y qué cualidades positivas tiene.
Expectativas, conducta y desempeño
A modo de conclusión, vale la pena destacar que el Efecto Pigmalión es la manifestación del poder que tienen las expectativas sobre la vida humana. Mediante las creencias y los comportamientos, influimos en la dirección que toman los individuos que están bajo nuestra responsabilidad.
En consecuencia, es importante tomar consciencia del impacto que nuestras ideas y esperanzas pueden tener y usar este hecho a nuestro favor. Para ello, debemos tener presente en todo momento que la clave radica en creer de verdad en los demás, transmitirles nuestra visión y generar las condiciones adecuadas para que puedan mejorar su desempeño.
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- Rosenthal, R. (2010). Pygmalion effect. The Corsini encyclopedia of psychology, 1-2. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/9780470479216.corpsy0761