En cualquier momento y circunstancia que no te falte amor propio
Vayas donde vayas y sin importar las circunstancia en la que estés, que no te falte amor propio. Llena tus bolsillos de esta carga emocional positiva confeccionada con tu autoconcepto y tu autoestima y no te la dejes olvidada en casa. Aún menos, tampoco la coloques en manos ajenas. Es exclusivamente tuya como lo es también la responsabilidad de atenderla y fortalecerla a diario.
Decía el filósofo Michel de Montaigne que “lo mejor del mundo es saber pertenecerse a uno mismo“. Esta es una de esas evidencias que no nos enseñan en la escuela. Cultivar el amor propio debería ser una asignatura troncal de la vida, esa que quedara integrada en cualquier currículum académico. Porque si hay algo que todos sabemos es que, en ocasiones, descuidamos esta área psicológica o incluso la alimentamos en exceso.
Quererse, valorarse, sentirse válido y merecedor de lo que se desea es saludable. Lo que ya no lo es tanto es alimentar un exceso de ego y admiración desmedida desde los que infravalorar al resto y verse incluso con derecho a infringir daño.
El amor propio se cuida, se atiende y se protege. Lo haremos tanto para evitar infravaloraciones como para no caer en orgullos desmedidos que nos ayudan en bien poco.
Sin esta herramienta excepcional de nuestro arquitectura psicológica, la personalidad se deshilacha. Como bien señalaba el psicólogo humanista Carl Rogers, las personas necesitamos cuidar ese sentimiento de valía, autoapreciación y capacidad para construir una vida significativa.
Estés donde estés que no te falte amor propio
Hay algo que resulta sorprendente. Son muchas las personas que transitan por la vida sin saber que la relación y los sentimientos que tienen con los demás están determinados por el amor propio. Si yo no me quiero como merezco, esperaré que los demás me den lo que me falta; cosa que nunca sucede y de ahí el eterno sufrimiento y el derivar en relaciones codependientes.
Al final, nos limitamos a aceptar el amor que creemos merecer y la amistad que no enriquece, pero que asumimos porque pensamos que no podemos aspirar a nada mejor. Lo mismo ocurre en el trabajo y en cualquier faceta de la vida. Si esta dimensión falla todo se distorsiona y nos limitamos a existir bajo mínimos, sobreviviendo a duras penas en toda esfera existencial, pero sin saber qué es la satisfacción o la felicidad.
Tampoco falta quien nos insiste en aquello de «¡Tienes que quererte más! ¡Si te quisieras a ti mismo no te pasarían estas cosas!». Nosotros asentimos pero… ¿cómo se hace eso? ¿mediante qué fórmula mágica se puede lograr? ¿Basta quizá con mirarse al espejo y decirnos que valemos la pena, que todo eso que refleja el cristal es perfecto por sí mismo? La respuesta es no. No se trata solo de aceptar y apreciar nuestro aspecto físico.
El amor propio va más allá de sentirse bien con lo que somos, por cómo somos o lo que tenemos. Es un estado de aprecio constante por cada cosa que hacemos, por todo aquello que acaba revertiendo en nuestro crecimiento como personas. Es un proceso dinámico que todo lo nutre y le da brillo para trabajar en lo que merecemos y poder así, impulsar nuestras fortalezas psicológicas.
Que no te falte amor propio, recuerda atender estas dimensiones
No importa la circunstancia o el momento: vayas donde vayas, que no te falte amor propio porque, de lo contrario, te convertirás en alguien que no te gusta. En un doble de ti mismo que tolera lo que le hace daño, que no se atreve a luchar por lo que se quiere y que acepta a su lado a personas que no merece.
Es importante por tanto recordar cuáles son los pilares que erigen el amor propio:
- Autoconciencia. Esta dimensión implica darnos cuenta de lo que pensamos, de lo que sentimos, de lo que necesitamos a cada segundo. Tomar contacto con nuestro ser interno nos permite alinear necesidades con acciones y compromisos.
- Autoestima. Este tendón psicológico es la clave y el corazón del amor propio. Es el aprecio por nuestra propia persona y, a su vez, el modo en que pensamos que nos ven los demás. Esa evaluación perceptiva sobre uno mismo es algo que debemos cuidar cada día.
- Autocuidado. Esta competencia va más allá de una buena alimentación, higiene o de cuidar de nuestra salud. Es atender nuestras emociones, es cuidar de nuestros pensamientos… El arte del buen cuidado debe atender en todo momento la esfera de lo mental, de lo emocional, para que no te falte amor propio en ningún momento.
La felicidad está en el equilibrio: ni mucho ni poco
Recuerda, que nunca te falte amor propio, porque de la carencia llega el sufrimiento. Asimismo, recuerda también: que nunca te sobre o acumules en exceso amor propio porque de la sobrecarga se proyecta sufrimiento en otros. Un ejemplo, en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Texas por parte del doctor William Campbell, se apuntaba a esto mismo.
Además, proponían una distinción: quien tiende a reforzar en exceso su amor propio no es un narcisista. Los narcisistas tienden a utilizar a otros para reforzar sus carencias drenando las energías de quien tiene cerca. Sin embargo, la persona con un exceso de autoestima se percibe a sí mismo como mejor que los demás, tanto en aspectos intelectuales como morales.
Estas personas no necesitan ni quieren controlar a nadie, pero crean entornos de elevado desgaste en los que dejar evidencias de su elevada prepotencia. No es lo adecuado, no es lo recomendable.
La clave está en el equilibrio, la felicidad se encuentra en amar quienes somos respetando a los demás, en posicionarnos en el mundo para alcanzar lo que deseamos pero sabiendo vivir en armonía.
Tengámoslo en cuenta.
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- Campbell, W. K., Rudich, E. A., & Sedikides, C. (2002). Narcissism, self-esteem, and the positivity of self-views: Two portraits of self-love. Personality and Social Psychology Bulletin. SAGE Publications Inc. https://doi.org/10.1177/0146167202286007