¿En qué consiste la difamación ritual?
La globalización y los medios digitales convirtieron la difamación ritual una práctica muy extendida; un hecho que tiene que ver con ello es el despido, por parte de Google, del ingeniero James Damore, acusado de violar el código de conducta de la compañía.
Damore publicó un documento nombrado Google’s Ideological Echo Chamber (La cámara de eco ideológico de Google), en el que criticaba las medidas prodiversidad que, según él, representaban un sesgo ideológico que alteraba negativamente el desempeño de la misma empresa.
Con independencia de la opinión que podamos tener de Damore, quien después sufrió de acoso, su caso apoya la idea de cómo el pensar colectivo se impone y reprime lo subjetivo, ya que lo políticamente correcto es que impere la opinión de un grupo mayoritario y dominante, intimidando a quien se atreva a criticar su sistema normativo de valores y creencias.
Para el investigador estadounidense Laird Maurice Wilcox, la difamación ritual busca destruir, a toda costa, con retóricas taimadas, manipulaciones o publicaciones injustificadas y pretenciosas, la reputación o el estatus de una persona; el objetivo es desvirtuar las posturas u opiniones de la víctima, para silenciar su discurso e impedir que otros o la opinión pública las analicen con prudencia y objetividad.
Qué es la difamación ritual
Las primeras dos acepciones de ‘difamar’ en el Diccionario de la Real Academia Española son: «1. tr. Desacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando algo contra su buena opinión y fama» y «2. tr. Poner algo en bajo concepto y estima».
La difamación, en términos más extensos, engloba a la intención de dañar la imagen pública de una persona por medio de acusaciones o señalamientos prejuiciosos, que atacan directamente la dignidad y el honor del afectado. Es posible difamar a una persona por un hecho puntual demostrable, el problema se presenta cuando se difama con mentiras o falsedades.
La difamación virtual se diferencia de la ‘difamación’ en que es una expresión deliberada, pública, organizada y agresiva contra una persona, entidad, empresa o colectivo, para menoscabar su buen nombre y anular las posibles influencias que tengan sobre determinados sectores de la sociedad.
El propósito es abolir a quien opine sobre temas tabúes, que la sociedad prefiere no determinar, haciéndolo pasar por disidente y agresor de los cánones sociales.
Características de la difamación ritual
Esta forma de difamación sirve como advertencia a quienes osen hablar de manera abierta sobre un tema tabú: será abandonado y mancillado por la sociedad, sin redención alguna.
Es necesario aclarar que tal difamación no tiene nada que ver con religiones, esoterismos o misticismos; es ritualista porque sigue patrones programados y predecibles, basados en los siguientes puntos:
Violar el tabú
La persona marcada o señalada debe hablar directa o indirectamente del tabú, o expresar que se siente identificada con él, así sea en un grado menor. Esta sería la oportunidad para convertirlo en víctima de la difamación y hacerlo objeto del rechazo social.
El carácter de la víctima bajo fuego
En este punto se busca «asesinar» la personalidad de la víctima, por decirlo de algún modo, atacando sus opiniones o sistemas de creencias y valores, de forma superficial, para reducir al máximo su carácter.
Privación al debate debatir
Para que la difamación de esta clase mantenga coartada a su víctima, la persona o el grupo de personas con este interés deben evitar que esta exprese su opinión o aclare la situación en el debate, reprimiendo o censurando su discurso. El objetivo de este punto es condenarla y así desviar la atención de las evidencias que la apoyan y que podrían liberar a la víctima de la presión ejercida por los difamadores.
Víctima pública
El blanco más fácil es un personaje público, debido a su exposición frente a un amplio sector de la sociedad y la opinión pública.
Involucrar a otras personas
Suele ser muy efectivo incitar/animar a otras personas a que compartan el mismo rol social para que difamen a la víctima. Por ejemplo, quien desee aplicar la difamación ritual a un político puede invitar a otros, en especial a sus opositores, a sumarse.
Deshumanización de la víctima
Para deshumanizar a la víctima, los difamadores deben lograr que sea identificada por sus opiniones o sistema de creencias y valores y su actitud, y no como a una persona en toda la extensión del término. Por ejemplo, si la víctima se considera revolucionaria se le identificará con las peores representaciones negativas de las revoluciones violentas y sangrientas de la historia.
Presionar el ambiente de la víctima
Se trata de presionar a la víctima por medio del hostigamiento a sus seres queridos, humillándolos y ridiculizándolos. Veamos un caso: un maestro es despedido de una institución educativa y se presiona a las demás entidades, en las cuales también trabaja, para que lo despidan.
Eliminar todo margen con el que pueda contar la víctima para defenderse
Toda explicación que dé la víctima para defender su buen nombre será tomada por insignificante; la cuestión es que cualquier aclaración que haga sea rechazada y tomada como un argumento que solamente agrava y atenta contra su propia posición social.
Castigar a la víctima
La difamación ritual está hecha para castigar a la víctima, atentando contra su buen nombre; en su aplicación se necesita intimidar y aterrorizar, por medio del miedo colectivo inconsciente, propagando la desinformación y dándole fuerza a los signos, símbolos y discursos malintencionados.
El principal alimento de esta difamación son los impulsos emocionales, los pensamientos irracionales y los prejuicios de los receptores, que le permiten a los difamadores disfrazar la falsedad y hacerla pasar como una verdad irrefutable. Sin embargo, si exageran pueden evidenciar, sin darse cuenta, sus malas intenciones hacia la víctima, lo que hará que fracasen en su propósito.
Por todo lo anterior, debemos ser prudentes para analizar cualquier tipo de situaciones y serenos para no proferir opiniones que no estén sustentadas en una argumentación sólida. Y más cuando está en juego la reputación de alguien; lo importante es tener un criterio personal que esté blindado contra los prejuicios y las falsas informaciones.
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