Fobia a la Sangre-Inyección-Daño o SID
Cuando un leve miedo o desagrado hacia una situación se convierte en algo invalidante, estamos ante una fobia específica. La fobia a la Sangre-Inyección-Daño genera gran interferencia en el día a día de quienes la padecen. Las limitaciones son varias: evitar realizarse intervenciones médicas necesarias, abandonar ciertos estudios o no ser capaces de atender o visitar a personas heridas.
Esta fobia, que aparece en la infancia entorno a los 7-9 años, parece tener un componente genético. Así, existe una probabilidad alta de réplica en familiares de primer grado. Además, presenta un característico patrón de respuesta fisiológica que la diferencia del resto de fobias específicas: la respuesta bifásica.
¿Qué es una fobia específica?
Las fobias específicas se caracterizan por una temor excesivo e irracional ante ciertos objetos o situaciones. La persona tiende a evitar el contacto con ellos o a soportarlo a costa de un gran malestar. Igualmente aparece ansiedad anticipatoria ante la idea de tener que entrar en contacto con la situación temida.
En el caso de la fobia a la SID, se experimenta una gran ansiedad ante la visión de heridas, sangre, inyecciones. Esto hace que la persona fóbica evite todo contacto con estos elementos, alejándose de hospitales, salas de curas e incluso películas de contenido violento.
Cuando la evitación no es posible, la ansiedad se dispara. Sus manifestaciones son varias: nauseas, mareos, sudor y palidez. Incluso, en ocasiones, se llega al desmayo. Este se produce de forma súbita y tiene una duración de unos 20 segundos, recuperándose la persona de manera espontánea. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Respuesta bifásica
El componente más característico de este tipo de fobia es la respuesta bifásica que se produce tras exponerse al estímulo temida. Esta consiste en una reacción fisiológica dividida en dos partes: en primer lugar se produce un aumento de activación del sistema nervioso simpático. Debido a ello, la presión arterial, la tasa respiratoria y el ritmo cardíaco aumentan.
Inmediatamente después ocurre un descenso brusco en estos parámetros, que conduce al mareo y, posteriormente, al desmayo. Es lo que se conoce como un síncope vasovagal. La prevalencia de desmayos entre las personas que padecen esta fobia ronda entre un 50%-80%, por lo que resulta bastante significativo.
¿Cuales son las causas de la fobia a la Sangre-Inyección-Daño?
- Sensibilidad al asco: se ha postulado que entre las personas con esta fobia existe una mayor predisposición a experimentar la emoción del asco. Por tanto, ante la visión del estímulo temido, el asco se activa produciendo nauseas y el resto de síntomas que conducirían al desmayo.
- Hiperventilación: ante la presencia del estímulo fóbico se produce, de forma natural la hiperventilación, ya que ayuda a aliviar el malestar. Sin embargo, produce un déficit de dióxido de carbono en la sangre que conduce a una pérdida parcial o total de la conciencia.
- Sesgo atencional: parece que las personas con fobia a la SID presentan un sesgo atencional por el cual son más rápidas y efectivas a la hora de localizar estímulos relacionados con su fobia. Además, tienden a interpretarlos como más amenazantes de lo que realmente son y ponen en marcha conductas de evitación.
Tratamiento de la fobia a la Sangre-Inyección-Daño
Los dos principales focos de tratamiento para esta fobia son la tensión aplicada y la exposición en vivo. El primero de ellos tiene el objetivo de evitar el desmayo, y consiste en tensar un grupo de músculos para aumentar las pulsaciones y prevenir el síncope. Es un tratamiento eficaz y sencillo, que además aumenta la sensación de control del individuo sobre su fobia.
Por otro lado, la exposición en vivo consiste en entrar en contacto de forma gradual con el estímulo temido, sin permitir la respuesta de evitación. La persona se va exponiendo a imágenes y procedimientos relacionados con la sangre, las heridas o las inyecciones y ha de permanecer en la situación hasta que la ansiedad disminuya. De esta forma, al dejar de evitar, se comprueba que el estímulo fóbico es realmente inocuo y que la ansiedad va desapareciendo.
En conclusión, este es un trastorno que condiciona de forma significativa la vida de quien lo padece. Impide observar ciertas películas, ejercer ciertas profesiones (medicina, enfermería) o acercarse a personas heridas. Pero, sobre todo, incapacita a la persona para realizarse los procedimientos médicos que necesite. La terapia psicológica puede ayudar a superar esta fobia y sus limitaciones.
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