La ansiedad que nos produce el paso del tiempo
El tiempo no deja de ser una encrucijada de paradojas. Por un lado no deja de ser una invención del ser humano. De las más útiles quizás, de las que somos más esclavos también. Además ocurre que cuando nos gustaría que pasara muy rápido va muy despacio y al revés, en los momentos de mayor goce su velocidad se dispara. Así, los segundos caminan despacio en la sala de espera de urgencias y muy rápido en las cenas con amigos en las que reina el buen ambiente.
De una manera o de otra, su avance o su existencia se traduce fácilmente en impaciencia, desasosiego o incluso ansiedad. Una ansiedad en la que también participan el miedo y la anticipación. Porque todos sabemos que no podemos controlar todo lo que pasará y también sabemos que es muy improbable que no todo lo que pase en el futuro sea positivo. La vida, algún revés, por muy previsores que seamos, también da.
“El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños”
-Eleanor Roosevelt-
El reloj que mató al minero
Vamos con una pequeña historia. La historia comienza cuando varios hombres se quedan atrapados en una mina sin poder salir. Afortunadamente han podido comunicar su situación al exterior y están esperando a ser rescatados. Después de evaluar la situación les han dicho que tardarán al menos tres horas en despejar el pasadizo de salida.
Por otro lado, la misma explosión que les ha bloqueado la salida puede hacer que el techo se caiga sobre ellos en cualquier momento. En sus caras se puede ver el reflejo del miedo que supone la amenaza de un nuevo desprendimiento. Son mineros experimentados y saben que pueden quedar sepultados bajo un montón de rocas en un segundo.
De los mineros encerrados solo hay uno que tiene reloj. Todo el rato los demás le preguntan la hora y el encargado se da cuenta de que esto eleva el grado de ansiedad de todos. Así, le pide al dueño del reloj que solamente indique los cambios de hora y a los demás les ruega que se abstengan de preguntar.
Finalmente el equipo de rescate puede acceder al lugar en el que se encuentran los mineros. Pueden rescatar con vida a todos, menos al poseedor del reloj que había fallecido a causa de un infarto.
¿Por qué? Porque fue el único al que se le permitió estar en contacto permanente con la fuente de angustia y fue el único en el que la ansiedad alcanzó niveles desproporcionados. Por otro lado, también fue para el que el tiempo se le hizo más largo, tanto que terminó consumiendo su propia vida.
“Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos”
-Georg Christoph Lichtenberg-
¿Que podemos aprender de esta historia?
Que el tiempo esa sombra que se detienen cuando lo miramos fijamente y que corre cuando no le hacemos caso. Los mineros que no tenían reloj no tuvieron más remedio que redirigir el foco de sus pensamientos a otros lugares que no fueran el trascurrir de las manecillas. Así se dedicaron a pensar en qué es lo que harían cuando salieran de allí.
Sin embargo, el minero que no fue rescatado con vida centró toda su atención en el foco de angustia. Gracias al reloj su mente no pudo distraerse del trascurrir de los minutos, algo que fue elevando su ansiedad poco a poco hasta que alcanzó un grado que no pudo soportar.
Nosotros podemos elegir si somos los mineros con reloj o sin reloj cuando el paso del tiempo se convierte en un estímulo ansiógeno. Podemos decidir si queremos que nuestra mente se dedique a actualizar constantemente la información temporal o por el contrario podemos desviar nuestros pensamientos hacia lugares más agradables y sobre todo menos angustiantes.