La otra cara del Alzheimer: síntomas psicológicos y conductuales
Cuando pensamos en la enfermedad del Alzheimer, si no la hemos padecido de cerca, todos pensamos en el perfil clásico que sale retratado en la literatura y en el cine. Una persona mayor que empieza a desorientarse y a confundir los nombres de las personas cercanas, y es que el deterioro de la memoria inmediata es uno de los principales rasgos de la enfermedad, pero no el único.
La enfermedad de Alzheimer se caracteriza por ser muy heterogénea y cursar de diversas formas dependiendo de muchos factores. Incluso el inicio de este tipo de demencia puede variar: algunas comienzan con un episodio depresivo, otros con pérdidas de memoria y otros comienzan con cambios conductuales. Se considera a la demencia tipo Alzheimer como una enfermedad muy complicada de afrontar por las familias por el deterioro progresivo que produce y porque actualmente no contamos con ningún instrumento que nos permita detener su curso.
El Alzheimer cada día afecta a más personas: el envejecimiento de la población está haciendo que esta enfermedad gane mucho peso en la jerarquía de los problemas de salud pública. En este sentido, es importante aprender a detectar esta enfermedad de manera temprana para intervenir lo antes posible y así ralentizar su progresión en la medida de lo posible.
Síntomas psicológicos en la enfermedad de Alzheimer
Los síntomas psicológicos están presentes en la mayoría de las demencias, incluida la demencia tipo Alzheimer. En muchas ocasiones son los primeros síntomas que aparecen y el que puedan ser explicados por varias alteraciones hace que el diagnóstico de demencia se retrase. Es muy importante aprender a detectar los cambios y señales que podrían apuntar a una demencia. La depresión y apatía son los síntomas más comunes y los primeros en aparecer, pero el abanico de síntomas psicológicos es muy amplio.
Las causas por las que aparecen este tipo de sintomatología son variadas, siendo un compleja interacción de causas biológicas, ambientales y psicológicas. Estas alteraciones psicológicas provocan una gran sufrimiento, tanto en el paciente como en los familiares. No solo estos síntomas son perjudiciales en sí mismos, sino que además agravan las alteración cognitiva y funcional.
Los siguientes son algunos de los síntomas psicológicos que pueden aparecer:
- Alteración del pensamiento: delirios de robo, abandono y perjuicio. Fabulaciones sobre el pasado.
- Ilusiones y alucinaciones: percepciones distorsionadas o falsas. Pueden ser visuales, auditivas, olfativas…
- Depresión: ánimo triste, anhedonia, abulia.
- Ansiedad: sentimiento de pérdida de control.
- Euforia: ánimo exaltado sin razón aparente que puede traducirse en carcajadas exageradas o alegria desmesurada.
- Apatía: es uno de los síntomas más comunes. Falta de interés o motivación por actividades que antes le interesaban.
- Irritabilidad: mal humor, cambios de humor injustificados.
Síntomas conductuales
Además de los síntomas psicológicos, en adición al deterioro cognitivo y funcional también pueden aparecer alteraciones de la conducta. Estos últimos son los de más difícil manejo por parte de las familias, ya que en ocasiones causan frustración y sufrimiento. No aparecen en todos los pacientes, pero sí en gran parte de ellos a medida que avanza la enfermedad.
En ocasiones estas conductas pueden estar demandando alguna necesidad que no es capaz de expresar como resultado de la alteración cognitiva, por lo que también es importante intentar interpretarlos. Al igual que los síntomas psicológicos, no aparecen siempre los mismos ni en la misma magnitud. Son varias las alteraciones conductuales que pueden aparecer:
- Agresividad: suele tratarse de oposición o resistencia injustificada para recibir los cuidados.
- Desinhibición: falta de tacto social que puede aparecer en el lenguaje utilizado o en expresiones corporales y otras conductas.
- Hiperactividad motora: es muy común en este caso la deambulación, que consiste en caminar sin un objetivo.
- Vocalizaciones repetidas: la repetición de palabras o sílabas sin sentido y que carecen de un significado.
- Alteración del sueño: la alteración del ciclo sueño-vigilia, por ejemplo, presentando somnolencia por el día e insomnio nocturno.
- Aumento o disminución del apetito: se puede dar hiperfagia o anorexia. Es muy común el gusto por alimentos dulces, comiéndolos de manera compulsiva.
Tratamientos no farmacológicos para estos síntomas
Como se ha podido comprobar con la exposición de los diferentes síntomas psicológico-conductuales (SPCD), son muy diversos y de diferente gravedad. Existen tratamientos que van específicamente dirigidos a actuar sobre los SPCD y otros, que aunque no sea su principal objetivo, producen efectos beneficiosos de manera indirecta. La mejora a este nivel disminuye la carga del cuidador principal.
Algunas de las terapias no farmacológicas que han demostrado ser beneficiosas son:
- Estimulación cognitiva grupal: la implicación en actividades que promueven el contacto social con otros tiene efectos beneficiosos. La mejora del estado cognitivo también tiene una influencia positiva.
- Educación del cuidador: se trata de proporcionarles estrategias de afrontamiento y de manejo de los síntomas. Se hace una valoración individualiza para la detección de problemas y solución de los mismos. También se les proporciona información acerca de la enfermedad para que sepan en todo momento en qué estadio está el paciente, con qué se puede encontrar y cuál es su curso esperable.
- Intervención conductual: mediante un análisis de los antecedentes y consecuencias y la posterior modificación de la conducta. Utilizando refuerzo positivo, evitación y otras estrategias de modificación de la conducta.
La heterogeneidad de los síntomas hace que el efecto no sea el mismo en todos los pacientes. Aquellos que muestran problemas de mayor magnitud, serán más difíciles de eliminar, pero podrán disminuir la gravedad. En este sentido la implicación familiar es crucial, ya que es necesaria la comprensión de la enfermedad para afrontarla y manejarla de la manera correcta.
¿Cómo se manejan los síntomas en casa?
Una de las preguntas que más inquieta a los seres queridos del paciente con demencia es cómo enfrentarse a las alteraciones de conducta. Es importante la comprensión del proceso biológico que produce la demencia, la perspectiva personal del paciente y la búsqueda y modificación de posibles factores desencadenantes. Para todo ello se necesita la ayuda de un profesional que guíe a la familia.
El primer paso en el manejo de los SPCD es la identificación del trastorno más prominente o desestabilizador. Una vez identificado tiene que interpretarse en el contexto de la historia de vida del paciente, su entorno y la enfermedad. Si, por ejemplo, es la depresión, hay que entenderla desde las experiencias a lo largo de su vida y los cambios que se han producido en la actualidad que puedan afectarle.
La toma de medidas ambientales es una buena opción en el caso de la alteración de la conducta. Eliminar elementos que se observen que desencadenan reacciones negativas es muy útil. Todos los esfuerzos deben ir dirigidos en comprender las necesidades del enfermo. Eliminar todo aquello que le cause malestar y promover todas aquellas actividades y costumbres que le tranquilizan.
No hay que olvidar que el paciente sigue teniendo unas preferencias y gustos que, aunque no sepa expresar o no lo haga con repcisión, hay que intentar conocer y satisfacer en la medida de lo posible. Muchas veces la aparición de alteraciones psicológicas y conductuales no es más que la demanda de cuidados que no se han sabido entender o identificar. Conocer sus hábitos, gustos y aficiones antes de la enfermedad es una de las mejores maneras de comprenderle y ayudarle.