Despreocuparse: la preocupación no se suprime, se aprende a gestionar
El ritmo de vida actual en la cultura occidental nos lleva a vivir con un apego excesivo a lo que ocurre. La palabra “urgencia” ha cambiado con los años, no correspondiendo lo que pasa con la reacción exagerada (debido a la interpretación) de lo que está ocurriendo.
Si nos fijamos bien, la preocupación, al igual que el miedo, nace del pensamiento. Según David Bohm, algunas de las lenguas inuit-yupik de los esquimales interpretan la palabra “pensamiento” como ‘afuera’. Esto hace que vean al pensamiento como lo que es: algo que se puede observar, que no es uno mismo; con lo cual se puede gestionar mejor.
En Occidente, lo interpretamos totalmente al contrario y de ahí vienen las preocupaciones innecesarias y excesivas.
Pautas para gestionar las preocupaciones
Muchas veces creemos que, al momento de tener pensamientos que causan preocupación, lo correcto es intentar suprimirlos. Sin embargo, lo cierto es que esto solo consigue generar mayor malestar.
Veamos a continuación algunas pautas que nos pueden ayudar a gestionar nuestras preocupaciones.
- No suprimas la preocupación. Si no hay preocupaciones, seguramente estás muerto.
- Normaliza. No luches contra lo inevitable ni busques seguridad. La vida no es segura.
- Date cuenta. El exceso de preocupación viene del pensamiento.
- Fluye. El pensamiento solo es pensamiento. Céntrate en lo que haces.
- Atiende. Las cosas son como son. En otoño caen hojas, el ruiseñor trina.
- Suelta. No te mientas, deja de fingir y suelta eso… sí, eso que sabes…
- Expresa. Elige las palabras, haz que el día sea interesante pese a…
- Ego. El “mí” es pasado, el muro que te impide vivir ahora. Pasa de tanto “mí”.
- Armonía. Promueve la alegría aceptando la tristeza, la vida aceptando la muerte…
- Elige. Nadie elige por ti, no te escudes en otros ni pongas excusas.
- Acepta. Vive con ello, pero que “ello” no te impida vivir.
- Ama. ¿Tienes miedo a amar? El amor se lleva al ego. Ese es el miedo.
- Mueve. Tienes cuerpo: muévelo. Tienes mente: aprende, siempre aprende.
- Ayuda. No rechaces el contacto, la vida es relación. Eres útil.
- Crea. Sal del molde y usa tu imaginación. Jamás te compares.
- Libera. Sal de ti. ¿Cómo? No te aferres a nada. No pertenezcas a nada.
- Comunica. No te lo guardes y comparte. El beneficio común es el objetivo.
- Silencio. Acepta el ruido y vendrá el silencio, solo así no le darás importancia.
- Naturaleza. Es lo que eres. No te maltrates a ti mismo; siembra.
- Consciencia. No te pienses, siéntete. Eres todo, eres la vida. Solo existe “ahora”.
Tenemos tres clases de problemas generales
- Los que existen y tienen solución. Ocúpate y no te instales en la queja.
- Los que existen y no tienen solución. Abandona los “debería…” y “si fuera…”.
- Los que no existen, que son la mayoría. Aquellos que están solo en la mente.
El pensamiento tiene un poder enorme que te puede predisponer a actuar en consecuencia si no descubres que solo es pensamiento, nada más. Allá donde diriges la atención cobra importancia la imagen u objeto atendido.
Los filósofos indios hablan de “maya” como la ilusión, una red de humo o la irrealidad. Proviene del sánscrito ma-aiá (no-es) Todo está sujeto al cambio , no hay nada seguro y el cerebro, que necesita seguridad, inventa la realidad.
¿Acaso tu forma de pensar no es el resultado del programa que desde niño van introduciendo en tu cerebro? ¿No es menos cierto que todo cambia excepto el propio cambio?
Para romper la “red” y dejar de preocuparse, para comprender maya , hay que observar la ilusión (el programa o condicionamiento) y permanecer atento a aquello que es inventado , más allá de símbolos… Atrévete a cuestionar y serás libre.
Tenemos que aceptar que la seguridad no existe y aceptar los imprevistos como el precio a pagar por una vida emocionante y plena.
La palabra entusiasmo procede de en-theós (‘llevar un Dios dentro de uno mismo’). Pase lo que pase, siempre eres tú sin identificaciones, sin interpretaciones ni pertenencias… Si lo que llamas felicidad depende de varias cosas externas, al final esas cosas se convierten en más importantes que la propia felicidad, en algo preocupante.
Según las investigaciones de Wenzlaff y Wegner (2000) parece que los intentos de suprimir pensamientos preocupantes producen un efecto rebote, generando así más preocupación. Así pues, no dar tanta importancia a los pensamientos incómodos es más efectivo que intentar suprimirlos.
“No puedes guiar el viento, pero puedes cambiar la dirección de tus velas”.
–Proverbio chino–
Las preocupaciones son miedos por lo que va a ocurrir o creemos que va a pasar. Nos resistimos a lo que ocurre ahora y eliminar esa resistencia es auténtica libertad. Se pueden hacer las cosas con o a pesar del miedo . Si esperas a no tenerlo, la preocupación se eternizará desarrollando una ansiedad innecesaria.
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- Carbonell, D. (2017). La trampa de la preocupación. México. Editorial Diana.
- Ellis, A. (2003). Ser feliz y vencer las preocupaciones. Barcelona. Editorial Obelisco.
- Seligman, M. (2011). La auténtica felicidad. Editorial B.