La sabiduría de Mafalda
“Al mundo le gustan los perros, y hasta el día de hoy nadie sabe decir guau”
Pocas personalidades han sido más inquietas, críticas y cautivadoras que la de esta niña argentina creada por el gran Quino. Pero ¿qué la ha hecho tan especial como para llegar a cumplir medio siglo sin haber envejecido ni un ápice? Imaginamos que la fuerza de su humanidad y su inconformismo han permitido que se conservara con el mismo encanto que antaño. Porque las voces sinceras no se las lleva el viento, porque la rebeldía nunca pierde sus ganas por cambiar el mundo…
LA FILOSOFÍA COTIDIANA
“No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor, lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta”.
Mafalda es una niña argentina de clase media, curiosa y contestona. Una personita rebelde y con consciencia que, a pesar de representar el idealismo y la visión utópica, no se inclina jamás por una crítica destructiva donde se enfatice el anarquismo. Su lucha tiene finalidad y aspira a ser parte de ese cambio. Le encantaría poder estudiar idiomas para trabajar en Naciones Unidas y así, conseguir un mundo mejor y más humano. Para ella, su lucha, tiene una aspiración sencilla: la paz y la armonía de un loco mundo que “no hay por dónde cogerlo”.
Mafalda es generosa y patriótica. Pero su patriotismo no radica únicamente en su querida Argentina, nuestra niña brillante piensa en todos y en todo. Uno de sus mayores problemas es sin duda su tamaño… es demasiado pequeña aún para generar cambios y mover mundos, pero desde su juventud y precocidad consigue empujar conciencias, despertar mentes y abrir fronteras. Y una de las mejores formas de iniciar esa lucha es “empujando a sus padres”, habitualmente pasivos y algo conformistas…
Odia la injusticia, las armas nucleares, el racismo y los incomprensibles convencionalismos de los adultos. Pero si hay una cosa que odia por encima de todo… es la sopa.
¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE MAFALDA?
¿No será acaso que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?
El legado que nos deja esta niña bajita y de espeso flequillo es un despertar a la conciencia. No importa que la Mafalda de entonces naciera en los convulsos años 60. Los años se suceden dejándonos el mismo sin sabor, el mismo vacío y la misma incomprensión. Si la mascota de Mafalda era una tortuga a la que llamaba “burocracia” por su lentitud para avanzar, parece que son pocas las cosas que han mejorado desde entonces…
Quino nos dejó quizá en sus tiras un arquetipo social del inconformismo que todos deberíamos desarrollar. Adquirir una visión crítica sobre las cosas es un sencillo modo de revalorar nuestra realidad para aspirar a algo mejor. Pero sin egoísmo. Porque la Mafalda de entonces sigue viviendo ahora, y vivirá mientras existan injusticias en cualquier parte del mundo.
La incompetencia social existirá siempre, al igual que las injusticias y la maldad. Pero en ocasiones, basta una pequeña voz para sacarnos de nuestra de nuestra pasividad, para cuestionar a través de insistentes preguntas ese sistema inamovible que a veces, ni si quiera percibimos. Mafalda representa nuestra aspiración al idealismo, con una sombra de triste pesimismo pero con la fuerza suficiente como para cambiar el mundo…