Los niños necesitan tus abrazos para sentirse parte del mundo
Cuando un niño llega a este mundo, una de las primeras cosas que va a sentir es la piel y el corazón de su madre dándole calor, recibiéndolo a la vida, a los afectos, a las emociones y al valor de sentirse querido.
A un bebé le podemos ofrecer muchas cosas: ese alimento diario, una buena cuna, la mejor ropa y una habitación llena de adecuados estímulos visuales. No obstante, hay algo esencial que va a favorecer de una forma prodigiosa su maduración neuronal, física y emocional: son los abrazos, las caricias, las voces llamándolo por su nombre…
Los abrazos son las raíces que unen a los padres con sus hijos, es una forma maravillosa de reconocerlos, de darles fortaleza, cariño y seguridad. Los hacemos partes de nosotros mismos y del propio mundo.
Existen datos muy desalentadores sobre la crianza de los bebés en algunos orfanatos del mundo. Aquellos niños que no reciben abrazos o caricias, hace que su llanto sea menos frecuente porque comprenden que no siempre van a ser atendidos.
Su desarrollo suele ser más lento, no sienten tanta curiosidad por aquello que les rodea porque no disponen de esa seguridad para explorar, porque carecen de ese vínculo con un adulto afectuoso que les sirva de mediador en su búsqueda de estímulos, de sensaciones…
Es vital que en el día a día cuidemos de ese contacto físico con nuestros hijos, los abrazos crean conexiones neuronales, edifican sensaciones y las sensaciones pensamientos, afectos, se disuelven los miedos, las dudas, las incertidumbres… No importa que tengan dos días de vida o 12 años. Acércalos a tu corazón siempre que puedas (aunque estén ya en esa edad de resistirse).
Los abrazos harán que nuestros niños crezcan sanos
Esa íntima cercanía de piel con piel entre la madre y los hijos durante los primeros meses de vida proporciona una estimulación sensorial capaz de favorecer no solo su crecimiento, sino reforzar incluso su sistema inmunológico y regular su temperatura y respiración.
Los abrazos y las caricias van a ser el primer lenguaje que reciban los niños al llegar a este mundo. Procura que sea la lengua del corazón, de tu corazón, y que esa universalidad quede impregnada para siempre en su mente.
A pesar de que la crianza durante esos primeros meses es casi siempre muy íntima en cuanto a la relación madre-hijo, el papel de los padres también es vital, y un modo excelente de reforzar a aún más el desarrollo y la seguridad del niño.
Los abrazos edifican la personalidad
Si hay algún padre o alguna madre que no ofrece la suficiente importancia a los abrazos o las caricias, todo ello acaba repercutiendo en la propia personalidad del niño.
- Los abrazos son la forma más significativa de crear el vínculo entre padres e hijos.
- Ese gesto de cariño hace que el niño se sienta amado. Un niño amado es un niño seguro, tranquilo, que no teme la incertidumbre, que se siente reconocido.
- Los padres son el primer contacto social del niño con el mundo. Si ese primer contacto es frío, desigual o más aún, agresivo, desconfiarán a su vez del resto de contextos sociales a medida que crezcan.
- Los niños necesitan de un apego seguro y estable durante su infancia. El apego fortalece el vínculo, y a la vez, hace que se sientan reconocidos.
- Un niño que se siente reconocido no se siente solo parte de su familia, sino también parte del mundo. Ello hará que confíe más en sí mismo, que tenga una buena percepción de su persona y su capacidad.
Los abrazos relajan y les invitan a ver el mundo
¿Habías pensado alguna vez en ello? Los bebés pasan gran parte del día acostados en sus cunas en posición horizontal. En el momento en que un adulto lo coge en brazos lo abraza y lo mece, tienen la oportunidad de ver el mundo ante ellos, y lo hacen del mejor modo posible: en calma, sintiéndose amados.
No hay instante más placentero que esos días en que empezamos a descubrir el mundo rodeados por los brazos de nuestros padres y nuestras madres. La vida se asomaba en mil formas y mil colores, aterrante y emocionante a la vez, mientras junto a nosotros, bombeaba el corazón de nuestros familiares.
Compartirás también con nosotros que no hay nada más tranquilizador y satisfactorio que un abrazo. Si los adultos los necesitamos para reforzar el vínculo, calmar el estrés o apagar dudas, en el caso de los niños la necesidad es aún más relevante.
El llanto en los bebés, por ejemplo, nunca está injustificado. Y en ocasiones, sus lloros no se deben al hambre, al frío o una molestia puntual. También ellos reclaman afecto, también ellos necesitan tus abrazos para disuadir ese miedo universal en toda criatura: la soledad y el abandono. No economices en abrazos en tu día a día, no cuestan dinero y tienen la fuerza y la intensidad de un universo entero.
Cortesía imágenes de Amélie Thiebaud, Pascal Campion, Claudia Tremblay