Los problemas emocionales: un peligro que también acecha a los niños
Todos tenemos en mente que la infancia debe ser una etapa feliz. Los niños deberían pasar su tiempo sintiendo emociones positivas. No les debería pasar nada malo. ¿Verdad? Pero la realidad es que, al igual que los adultos, pueden sufrir problemas emocionales.
Ahora bien, ¿qué hace que unos niños los padezcan y otros no? Como con las personas mayores, hay una serie de características personales y sociales que nos hacen vulnerables y que pueden contribuir a que el malestar se vuelva perjudicial… ¡Descubrámoslos para poder ayudar mejor a nuestros pequeños!
“Una de las cosas más afortunadas que te pueden suceder en la vida es tener una infancia feliz”
-Agatha Christie-
¿Qué hace a los niños vulnerables a los problemas emocionales?
En primer lugar, no olvidemos que las emociones cumplen una función. Todas, también las negativas. Por ello, es necesario que en ocasiones sintamos enfado para defendernos de algo que es injusto. O que tengamos miedo para poder protegernos de un peligro. O que aparezca la tristeza para transitar por el proceso de duelo que acompaña a las pérdidas importantes.
El problema viene cuando esas emociones negativas son muy intensas, aparecen gran parte del tiempo y de forma muy frecuente. Dicho de otra manera, las emociones negativas nos hacen daño, y les hacen daño, cuando no somos capaces de utilizar la energía y el mensaje que nos quieren comunicar a nuestro favor. Este proceso, si a nosotros nos cuesta, imagina a los niños… De ahí que necesiten de nuestra ayuda y de nuestra paciencia.
También en los más pequeños hay ciertos factores de riesgo asociados con los problemas de regulación emocional. Tener un temperamento difícil o una alta introversión son dos de ellos. Otros pueden ser una baja conciencia, impulsividad, ineficacia, problemas de atención, hiperactividad, alta inseguridad o déficits en el procesamiento de la información.
¿Qué aumenta el riesgo de problemas emocionales en los niños?
Los niños que presentan las características que acabamos de mencionar son más vulnerables si hablamos de sufrir o no problemas de regulación emocional. Además, hay otros factores, tanto familiares como sociales y escolares, que pueden hacer que el riesgo se eleve.
La familia es una parte fundamental en la vida de los pequeños. Que en casa haya hostilidad y violencia familiar va a potenciar que los menores sufran a nivel emocional. También van a provocar esto el desamor y el rechazo. En cuanto a los padres, influye que haya falta de control, falta de consenso entre ellos o problemas legales, además de otros de tipo psiquiátrico.
“Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos”
-Antoine de Saint-Exupery-
A nivel social influye que la renta económica sea baja y que haya falta de recursos sociales. En cuanto al plano escolar, parece que los colegios pequeños favorecen una mejor gestión de las emociones. También están asociadas a un mayor riesgo las expectativas negativas del profesorado, la escala implicación escolar, el aprendizaje no cooperativo o el aislamiento y rechazo de los compañeros.
Señales que nos indican posibles problemas emocionales en los niños
El hecho de que las características que acabamos de nombrar sean factores de riesgo quiere decir que hacen que los niños que las tienen sean más propensos a padecer problemas emocionales. Pero, ojo, también es posible que algún menor reúna todas ellas y no desarrolle ninguno. La pregunta en este punto es… ¿cómo detectar, para ayudarles, a los que sí que los tienen?
En primer lugar, puede que los niños pidan ayuda si se sienten mal, pero no es lo común. Por ello, son los adultos que tratan con ellos, tanto padres como profesores, los que tienen que estar alerta de posible malestar emocional en los pequeños.
Para notarlo, podemos observar una serie de síntomas a nivel físico, como taquicardias, fatiga, náuseas, boca seca o tensión muscular. Los niños, en estas circunstancias, suelen presentar algunas conductas características, como evitaciones, morderse las uñas, llorar, temblar, gritar, romper objetos o pelearse.
“Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz”
-Tom Robbins-
Por último, hay que estar atento a los pensamientos que manifieste. Estos pueden ser de contaminación, autocrítica, culpa y temor. También pueden presentar una imaginación morbosa o le puede ser difícil generar pensamientos alternativos. Además, pueden bloquearse o no concentrarse. Todo ello nos indica que el niño lo está pasando realmente mal y… ¡Es momento de pedir ayuda!
Imágenes cortesía de Andrik Langfield, Chinh Le Duc y JJ Thompson.