Me gustas cuando arriesgas, luchas y no te rindes
Tú, que te escondes tras las palabras de lucha y esfuerzo. Tú, que te preguntas cómo harás para superar los días que aún quedan por venir. Tú, que llevas tatuado el sufrimiento en tu piel. Tú, que atenta lees esperando encontrar un aliento entre los jadeos. A ti, es a quien quiero dedicarle las siguientes líneas.
Para superar el miedo primero hay que sentirlo
Has conocido el miedo, lo sé. Has sentido que perdías el control y que nada de lo que hicieras podía ayudarte. Has intentado huir o mejor dicho, has querido huir. Tu primer instinto ha sido darte la vuelta y echar a correr, sin embargo, había alguien que te lo impedía: tú mismo. Tus últimas razones han sido las que han impedido que le dieras la espalda al miedo.
“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”
-Nelson Mandela-
Sabes que para poder conquistar el miedo primero hay que sentirlo en todo su esplendor, su aliento en el cuello. No es una sensación agradable y no te gusta sentirla pero entiendes que es pasajera y que, tarde o temprano, desaparecerá. Como las nubes de las tormentas el miedo viene, y si sabes esperar los suficiente descarga y se va. Podrá volver, pero como ya le ganaste, él será más pequeño tú más grande.
Ningún mar en calma hizo experto a un marinero
Has sentido como el agua ha tomado forma de ríos en el valle de la mirada o de nudos en el cañón de las palabras. Has intentado poner diques a los mares sin ningún resultado y con el tiempo has aprendido que es mejor dejar que el agua siempre tenga un curso. A cambio te has guardado el poder de decidir por dónde quieres que vaya.
Porque el agua inunda y ahoga pero también limpia y moldea el terreno. A su paso, es capaz de arrastrar la suicidad acumulada, dejando al descubierto aquel horizonte borroso que ahora se advierte claro y definido.
Igual que para poder disfrutar del arco iris ha tenido que llover, para poder saborear el logro has tenido que luchar. Es gracias a ese esfuerzo que has aprendido que aquello que persigues es lo suficientemente valioso como para aguantar las tormentas que han dejado tu cuerpo inundado en varias ocasiones.
Esta permitido descansar y dejarse llevar
Has convertido tu lucha en un hábito y eso hace que parar resulte complicado. Tienes la sensación de que si te concedes unos minutos de calma para sentarte, parar y mirar a tu alrededor no podrás volver a levantarte.
Sin embargo, como experta marinera sabes que si la tormenta no amaina durante la navegación puedes utilizar el viento y el mar a tu favor para correr el temporal y refugiarte durante un tiempo en aguas más tranquilas.
El viaje del barco es largo y las vistas que ofrece durante el trayecto son variadas y fugaces. Cada vez que miras a tu alrededor el paisaje cambia y es difícil volver a encontrar aquella escena que tus ojos vieron momentos atrás. Solo del marinero depende echar el ancla de vez en cuando para observar y dejarse llevar.
Lucha por aquello que vale la pena conseguir
Si has llegado hasta aquí lo tienes claro: vale la pena pelear ello. El miedo y el sufrimiento serán pasajeros, pero la satisfacción de haberlo conseguido será permanente. Recuerda que la muerte no sucede por el sufrimiento de la lucha, sino por intentar evitarla.
“Ya que he llegado hasta aquí, podría (…) seguir corriendo”
-Forrest Gump-
No te rindas, sufre, lucha, llora, sigue adelante, maldice, arriesga, grita, inténtalo, cae, levántate, vuelve a caer, vuelve a intentarlo de nuevo, imagina como sería, sueña con ello, despierta, consíguelo, hazlo realidad. Piensa que para lograr lo que buscas quizás necesites fortuna, pero para amansar a los miedos solo necesitas utilizar tu libertad para hacerlo.