El que menos falla es el que menos lo intenta
Falla, hazlo de nuevo, equivócate, porque de esta forma, será de la única que puedas obtener el aprendizaje necesario para a su vez, obtener el éxito y los logros que anhelas. No existe otra manera de aprender que no sea mediante tu ensayo y error -o el ensayo y error de otros- y pensar que somos mejores cuanto menos nos equivocamos es un planteamiento absurdo.
No existen éxitos sin unas buenas dosis de tropiezos y meteduras de pata porque precisamente esos fallos son los que nos indican el camino por el que no es conveniente ir y que sería mejor buscar otra alternativa o probar con otras opciones.
¿Qué hubiera ocurrido si Thomas Edison se hubiera cansado de intentarlo a la vez cien de que no funcionara su bombilla? Recordemos que él consiguió su éxito después de 999 fallos. Fracasó una y otra vez y, en lugar de pensar que no tenía capacidad para salir del error, se dio cuenta que todos esos errores eran los responsables de que actualmente disfrutemos de luz artificial en nuestros hogares. Al intento número mil, lo consiguió.
Fallar, caerse e intentarlo de nuevo es lo que nos lleva a lograr cosas importantes en nuestra vida. Tirar la toalla a la primera de cambio nos asegura no fallar, pero tampoco lograr nada interesante, ¿Qué prefieres?
“El que falla es menos valioso como persona”
¿Creéis que exagero? ¡Cuántas veces habrán escuchado mis oídos esta frase! Por desgracia, el perfeccionismo está a la orden del día en nuestra sociedad y hay poco margen, poca paciencia, para desarrollar nuestro mecanismo creativo más potente: el del ensayo y error.
Desde que somos bien pequeños se nos evalúa, se nos incita a competir y a sacar un diez. En lugar de felicitarnos por haber encontrado un camino equivocado y tener la oportunidad de hallar uno mejor, se nos castiga por ello e incluso, en ocasiones, escuchamos juicios como “no sirves para esto”, “siempre se le han resistido las matemáticas, no es lo suyo” o “ya lo has tenido que hacer mal otra vez, no aprendes nunca”.
Todas estas frases van minando nuestra autoestima y nos vamos construyendo poco a poco la fantasía de que no debemos equivocarnos nunca, que debemos ser competentes en todo lo que hacemos y si no es así, no valemos nada, somos unos fracasados y estamos destinados a una vida mediocre.
Dicho así puede parecer exagerado ya que cuando estás leyendo este artículo seguramente te encuentras en un estado de calma. Pero cuando nuestra paciencia está al borde del abismo, lo cierto es que a la mayoría nos cuesta controlar este tipo de juicios.
Nuestros pensamientos irracionales se encargan de que suframos cuando algo nos sale mal, tanto que consigue que muchas veces abandonemos nuestros objetivos, proyectos e ilusiones. De esta manera, quedamos a salvo de un nuevo fallo que pueda tambalear de nuevo nuestra autoestima.
Es por esto que sería convierte que aprendiésemos a ser más tolerantes con nosotros mismos, a reducir nuestras autoexigencias y a dejar a un lado la fantasía de ser perfectos. El ser humano falla, es su naturaleza, es lo normal y es lo que tiene que ser.
No está escrito en ninguna parte, además de en nuestra mente, que el fallar nos lleve a convertirnos en necios, en estúpidos o que nos defina de alguna manera. Al igual que tampoco nos define ni nos suma valor el hecho de hacer las cosas bien o de ser exitoso.
El valor personal es algo que nada tiene que ver con nuestro desempeño en ningún área vital. Las personas hay que valorarlas por ser personas, no por lo que tienen, lo que hacen o lo que consiguen.
Falla o quédate de brazos cruzados
Tú eliges. Si tu miedo a fallar es tan grande que te impide levantarte de nuevo e intentarlo otra vez, a largo plazo es probable que lo pases mal. Así, el pensamiento de que “no sirves para nada” se verá alimentado, ya que tu mismo te condenas a eso que tanto temes: a la no consecución de tus propias metas.
Si te quedas en casa de brazos cruzados, te aliviarás a corto plazo, ya que no tendrás que exponerte a equivocarte de nuevo, a las críticas que puedan hacerte los demás y sobre todo a las que te puedas hacer a ti mismo, que más que críticas, serán machaques.
De todo esto te librarás si no te atreves a caerte. Pero, también te perderás cosas tan interesantes como aprender, superarte u observar como mejoras en lo que para ti es una ilusión. Además, te pondrás muy difícil saborear que tu esfuerzo ha tenido recompensa.
Es cierto que conseguir éxitos no es algo necesario, de ello no depende nuestra felicidad y podemos ser personas perfectamente felices sin tener ningún éxito en toda nuestra vida.
Pero ¡ojo! No es lo mismo que tengamos y creamos en este planteamiento, razonable y maduro a que evitemos los fallos por miedo al fracaso y en el fondo si que deseemos con todas nuestras fuerzas lograr algo que para nosotros es importante.
Conformarse es una actitud que también procede del miedo y lo único que harás es engañarte a ti mismo. Por lo tanto, toma la opción de arriesgar, ¡SÉ VALIENTE! Falla, no es algo malo -como nos han hecho creer-, si no una ventaja para aprender y hacerlo mejor. No va a pasar nada terrible si te equivocas, simplemente ¡hazlo!