¿Por qué es tan importante escuchar a los niños?
A veces, observando esos cuerpos pequeñitos llenos de energía y esos ojos brillantes repletos de ilusión e ingenuidad, nos cuesta creer que los niños sean como nosotros. Por eso, en ocasiones, restamos importancia a sus preocupaciones y nos olvidamos de que no solo necesitan correr y jugar. Escuchar a los niños es esencial para favorecer su desarrollo social y emocional.
Muchas veces estos no se expresan con demasiada claridad ni fluidez. Se traban mil veces mientras nos cuentan una anécdota, nos repiten sucesos que ya nos habían narrado. Por ello, es sencillo perder la paciencia y dejar de prestar atención cuando nos hablan, olvidando que su conducta tiene una gran influencia en su crecimiento.
Escuchar a los niños nos ayuda a conocerlos
Hablar con nuestros hijos es la mejor manera de llegar a conocerlos en profundidad. Conocer sus gustos, sus opiniones, qué les hace reír, cuáles son esas características de personalidad que los hacen únicos.
Es fascinante ir descubriendo cada faceta y rasgo de esa personita en formación. Y la mejor forma de hacerlo es escuchando. Escuchando sus historias cotidianas, cómo le ha ido en el colegio o la conversación tan graciosa que ha tenido con su amigo.
Además, charlar regularmente con nuestros hijos nos ayuda a forjar una relación de cercanía y confianza mutua. Muchos padres, al llegar la adolescencia de sus vástagos, se preguntan por qué estos son tan herméticos y no comparten sus vivencias con ellos. Es cierto que la pubertad trae aparejado un cierto distanciamiento de los padres. No obstante, si deseas que tu hijo adolescente recurra a ti has de comenzar a crear el vínculo en la niñez.
Forja su autoestima
La atención de los padres es uno de los reforzadores más potentes para un niño. Tengamos en cuenta que, para ellos, agradar a sus padres es una prioridad. Por ello, cada vez que le prestas atención cuando te habla de su día, cuando te cuenta un chiste o una idea que ha tenido le haces sentir válido e importante. Le transmites la idea de que es valioso lo que tiene que decir, que deseas escucharlo, que tiene algo que aportar.
De esta manera, aprende a socializar y a sentirse seguro al hacerlo. Crece sintiéndose valorado, amado y tenido en cuenta. Si, por inercia, ignoras lo que te cuenta tu hijo, le dices que no tienes tiempo para escucharle o continúas haciendo otras cosas mientras él habla, se sentirá inseguro y tenderá a no abrirse a los demás.
Te permite guiarlos
Una de las principales misiones de un padre es servir de guía y orientación a sus hijos cuando estos atraviesan situaciones difíciles, transmitirles los valores que les permitan tomar las decisiones correctas. Sin embargo, es muy difícil lograr esto si no conocemos las vicisitudes de su vida.
Tal vez tu hijo tenga problemas con algunos compañeros de clase. Quizá haya discutido con un amigo o haya realizado mal algún ejercicio en el aula. En ese momento puede sentirse confuso y agobiado. No es sencillo para un niño identificar sus emociones y encontrar soluciones.
Es entonces cuando tu guía se vuelve imprescindible. Cuando tus consejos pueden calmar a tu pequeño, ayudándole a sentirse arropado y a desarrollar sus habilidades de afrontamiento. Pero si no contáis con una relación de confianza y cercanía, tal vez no tenga la iniciativa de compartir contigo estas vivencias.
Escuchar a los niños con nuestros cinco sentidos
Escuchar a los niños no significa simplemente oír lo que dicen. Implica poner nuestros cinco sentidos en ellos y en lo que tienen que decir. No puedes escuchar correctamente a tu hijo mientras sigues trabajando en el ordenador o mientras ordenas la casa. Para que se sienta verdaderamente escuchado has de ponerte a su altura, mirarlo a los ojos y practicar una escucha activa.
Nuestras obligaciones diarias son abundantes y no siempre podremos dejar todo lo que estamos haciendo para atender al pequeño. Sin embargo, es importante encontrar un momento del día en el que el niño sepa que cuenta con toda nuestra atención. A la hora de la comida o antes de ir a dormir, dedica un tiempo a conversar con él. Y, si puedes, hazle también partícipe de tu día a día. Si la comunicación fluye en ambos sentidos será más sencillo que se forje la confianza.
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