¿Por qué somos intolerantes?
En ocasiones, puede que nos cueste ponernos en el lugar de los demás, entender sus decisiones o sus opiniones. Además, pensamos que nuestra postura es la mejor o la más válida y sin darnos cuenta, esto nos dificulta la comprensión del otro. ¿Por qué somos intolerantes en general? o ¿por qué lo somos solamente con algunas personas o cosas?
Los distintos aspectos que pueden llevarnos a la intolerancia van desde pautas de educación y aprendizaje que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida, hasta situaciones mínimas del día a día que pueden llegar a perturbarnos hasta sentir un gran enfado.
Ser intolerante significa ser rígidos, tener una actitud cerrada e inflexible hacia lo que se considera “diferente” de la propia forma de ver o entender las cosas.
Significa también tener ideas absolutas y muy cerradas con respecto a algo, lo cual hace que nos comportemos de manera radical, y a veces, sin respetar los derechos de los otros, como ocurre en el racismo, la homofobia, el sexismo, etc.
¿Por qué somos intolerantes? ¿De dónde viene la intolerancia?
La intolerancia se manifiesta cuando no somos capaces de aceptar otras formas de vida, opiniones o puntos de vista, etc., cuando tenemos miedo a no tener el control de las situaciones, a que nos invaliden y nos saquen de nuestra zona de confort.
La educación recibida puede influir en ello, aunque no determina el hecho de que seamos intolerantes. Sin embargo, es cierto que haber crecido en un entorno de ideas radicales, rígido, hace que tengamos mayor facilidad para adquirir esas creencias y repitamos patrones de comportamiento intolerante.
El miedo, la inseguridad y los sesgos
El miedo es constante detrás de la intolerancia. El miedo a no saber manejarnos en una situación, a vernos “diferentes” o incluso a sentirnos “inferiores” a los demás.
Asimismo, el miedo es un refuerzo de la actitud intolerante y radical. Esto tiene que ver con los esquemas cognitivos, es decir, con la forma de pensar.
¿Por qué somos intolerantes? Somos intolerantes fundamentalmente porque tenemos una forma de pensar muy de extremos , sin tener en cuenta la multitud de alternativas que puede haber entre un extremo y otro.
Ver las cosas como blanco o negro, bueno o malo, bonito o feo nos hace quedarmos solamente con una parte muy pequeña del panorama , y esto hace que no contemplemos toda la información posible o que consideremos otros puntos de visto; con lo cual, terminamos restringiendo demasiado nuestro pensamiento e interpretación de las cosas.
Sentir miedo nos hace más vulnerables y hace que veamos situaciones amenazantes que no son reales. El hecho de pensar de forma extrema y dicotómica hace que valoremos en términos de aceptable o inaceptable, válido o inválido y esto llevado al terreno de las opiniones hace que temamos que alguien quiera invalidar nuestra postura.
A menudo, cuando somos intolerantes, pensamos así: “si no estás de acuerdo conmigo es que estás contra mí”.
La distorsión de la idea de tolerancia
Otra de las ideas que hace que seamos intolerantes es la creencia de que si toleramos ciertas cosas, no estamos haciendo lo “correcto” o que consentimos algo que no debemos. Esto es porque asociamos la tolerancia con la debilidad , con la sumisión a los demás, pero nada más lejos de la realidad.
Somos intolerantes cuando tampoco aceptamos que los otros se pueden equivocar, y pensamos que el error o la equivocación es para perjudicarnos y no tenemos por qué ‘aguantarlo’.
El miedo a aquello que no controlamos hace que pensemos que si salimos de nuestra zona de control, estamos en peligro. Por ejemplo, como si algo o alguien fuera a atacarnos y no supiéramos reaccionar con seguridad. Por ello, somos intolerantes.
La amenaza fantasma detrás de la intolerancia
Las personas intolerantes se sienten muy a menudo amenazadas por cómo es su forma de pensar . Ante la idea de una amenaza y la sensación de vulnerabilidad, suelen reaccionar con rigidez y la no aceptación del otro, lo que a veces puede conducirnos incluso a la discriminación y el insulto, como mecanismos de defensa.
A las personas intolerantes les cuesta mucho más manejar la frustración y la incertidumbre , así como asumir y aceptar los propios errores. Esto es porque la intolerancia hacia los demás y lo externo también existe hacia nosotros mismos.
Todo esto provoca una serie de emociones desagradables que a veces pueden llevar a que nos desbordemos y no podamos gobernarlas. Las emociones más comunes serían la ira, la rabia, la ansiedad, la frustración, etc.
Además del propio malestar o sufrimiento que podamos sentir, en relación al círculo social, experimentamos una serie de consecuencias negativas y estas también afectan a aquellos que nos rodean.
Las personas intolerantes suelen provocar rechazo en los demás porque son capaces de generar una disputa o un conflicto por su intolerancia, y no todo el mundo aguanta esta actitud constantemente.
La gente se cansa y opta por poner distancia, dejar de pasar tiempo con ellos y de hacerles partícipe de sus cosas, etc. Por ello, es muy probable que se nos deje de lado por las consecuencias que generamos en la interacción.
¿Es posible dejar de ser intolerantes?
Recordemos que la intolerancia está relacionada con el miedo, la inseguridad en uno mismo y la falta de autoconfianza. Por lo tanto, para flexibilizar nuestra forma de pensar y dejar de lado la rigidez y la intolerancia, la clave está en trabajar estos puntos y las emociones desagradables , para conseguir un buen autocontrol.
Con una postura flexible hacia el mundo y las personas que nos rodean, aunque luego cada uno de nosotros tengamos la libertad tener nuestras propias opiniones, nos viviremos más tranquilos, en mayor consonancia a nivel social, y tendremos mayor capacidad de aceptar lo diferente. De este modo, nos sentiremos mucho mejor y no veremos situaciones amenazantes donde no las hay, ni nos sentiremos en peligro constantemente.
Nos interesa aprender a ser tolerantes, con nosotros mismos, las situaciones que nos toca vivir, y con los que nos rodean. La actitud intolerante no es funcional. De hecho, lo único que hace es poner limitaciones en todas partes. ¿Qué tal si nos animamos a dejarla atrás para sentirnos mejor?