El reflejo de Semmelweis, un prejuicio ancestral

¿Conoces a alguien que se niega a creerse algo si va en contra de sus creencias o de lo socialmente establecido? Se trata de un sesgo cognitivo muy común que define a las mentes más inflexibles y que ha traído serias consecuencias a lo largo de la historia.
El reflejo de Semmelweis, un prejuicio ancestral
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 28 mayo, 2024

Los avances científicos han tenido que luchar durante siglos contra el fuego y la ignorancia. Podríamos hablar, por ejemplo, de Giordano Bruno. Este fraile dominico fue un brillante astrónomo que se atrevió a defender el modelo copernicano. Corría el siglo XVI y no dudó en afirmar que el Sol era una estrella alrededor de la cual giraban otros planetas, como la Tierra.

Afirmó que debían existir millones de mundos más en el universo y que en toda esa vastedad, habría más formas de vida. Aquellas ideas se consideraron una tremenda herejía y aquel astrónomo romano terminó quemado en una hoguera. El mismo fin tuvo el científico Miguel Servet, tras defender su teoría sobre la circulación pulmonar.

Nuestra historia está escrita por infinidad de grandes descubrimientos que fueron ignorados y hasta castigados con la muerte. Esa tendencia, la de rechazar nuevas perspectivas porque contradicen a creencias ya asentadas, define lo que conocemos como reflejo de Semmelweis. Se trata de una realidad psicológica que ni el tiempo, ni la modernidad han podido desactivar de nuestras mentes.

El reflejo de Semmelweis es una falacia de razonamiento de la que no solemos ser conscientes.

Mente fragmentada simbolizando el reflejo de Semmelweis
A casi nadie le agrada leer o que le expliquen nuevos enfoques que van en contra de sus propias creencias.

¡Cuidado con el reflejo de Semmelweis!

El reflejo de Semmelweis tiene su origen en otra trágica figura de la historia de la ciencia. Ignaz Semmelweis fue un médico húngaro que en 1847 descubrió algo decisivo. El lavado de manos con solución de cloro reducía de manera significativa las tasas de mortalidad por fiebre puerperal. Algo tan simple evitaba que fallecieran tanto las mujeres embarazadas como los recién nacidos.

En la actualidad, conocemos al doctor Semmelweis como el salvador de las madres, pero en su época, fue relegado al ostracismo. Se le tildó de charlatán y lo ridiculizaron. Sus colegas se tomaron muy mal que se les viera a ellos como responsables de los fallecimientos de tantas mujeres y sus criaturas. ¿Cómo aceptar que algo como no lavarse las manos era la causa de tan elevada mortandad en los hospitales?

El desenlace de esta historia alcanzó un drama abismal. Aquel doctor fue despedido, derivó en una depresión y en el alcoholismo. El desprecio de la propia comunidad médica lo llevó a terminar en un hospital psiquiátrico, falleciendo a las dos semanas de ingreso a los 47 años. Nadie lo creyó y su relato de vida traza ahora lo que conocemos como reflejo de Semmelweis.

Una falacia del razonamiento que impide el progreso

El reflejo Semmelweis define el rechazo, casi instintivo, que sentimos las personas cuando se nos expone a una información que contradice nuestras creencias. Más aún, el hecho de leer o de que nos expliquen paradigmas novedosos que ponen en jaque a los esquemas científicos que hoy damos por válidos, hace que lo primero que sintamos es desagrado.

Una investigación realizada por el Vipin K. Gupta, por ejemplo, destaca que estamos ante un prejuicio ancestral, ante una falacia del razonamiento largamente arraigada en la mente humana. Todos preferimos adherirnos a las creencias y teorías existentes y no nos agrada que nuevas corrientes o ideas contradigan eso que damos por cierto desde siempre.

Ahora bien, si hacemos un repaso por nuestro pasado, descubriremos que todo avance científico ha tenido que luchar contra el escepticismo. Le sucedió a Albert Einstein con su teoría de la relatividad e incluso a Steve Jobs cuando creó Apple. Sus ideas y sus avances fueron objetos de críticas y numerosas dudas. Hoy nadie pone en tela de juicio aquellas ideas revolucionarias.

Un fenómeno psicológico propio de las mentes inflexibles

Muchos pensarán que el reflejo Semmelweis tiene su razón de ser y su propósito. Al fin y al cabo, no podemos dar por válida toda corriente novedosa que contradice esas teorías que hoy sustentan ciertas parcelas de nuestra realidad. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si alguien descubriera el mecanismo para realizar viajes en el tiempo? ¿Y si se formulara un fármaco que frenara el envejecimiento?

Sentir escepticismo es una reacción normal y deseable cuando nos enfrentamos a una información novedosa y contradictoria. Todos debemos desarrollar un pensamiento flexible, abierto y crítico mediante el cual poder analizar, contrastar y crearnos una opinión sobre los datos que recibimos.

Ahora bien, el problema del reflejo de Semmelweis es que, en lugar de permitirnos analizar un nuevo paradigma, lo rechazamos de base. Se trata de un fenómeno psicológico que ignora, bloquea y castiga toda nueva corriente que amenaza las creencias arraigadas en un enfoque mental.

Ignaz Semmelweis no pudo convencer a los médicos de que higienizaran sus manos después de las autopsias y antes de atender a las mujeres parturientas. Fue Pasteur quien, finalmente, inculcó en la comunidad científica la necesidad de llevar a cabo tareas básicas de higiene y desinfección para prevenir enfermedades.

Hombre con una mente iluminada aplicando el reflejo de Semmelweis
El reflejo de Semmelweis se desactiva mediante una mente curiosa, abierta y flexible

¿Cómo podemos protegernos de este reflejo?

Hay un aspecto que lamentan muchos investigadores. Una parte muy amplia de estudios científicos se rechazan y no se publican porque aquello que proponen va en contra de ciertas ideologías, creencias e incluso de intereses. El reflejo Semmelweis puede estar impidiendo que muchas ideas innovadoras puedan mejorar nuestra calidad de vida y que favorezcan el progreso.

Esta tendencia humana tan inherente está ahora cuajada de intereses económicos y hasta políticos. Sería interesante que cada uno de nosotros evitáramos reforzar este sesgo, esta falacia del razonamiento. ¿De qué manera? Siendo conscientes de este prejuicio. Es necesario que procuremos tener un enfoque mental más abierto, curioso, flexible y también crítico.

Evitemos ser muros ante nuevas corrientes de conocimiento. Procuremos ser ventanas capaces primero de analizar lo que nos llega sin rechazarlo solo porque nos contradice. Si toleramos esa frustración primero y miramos con curiosidad después, podríamos enriquecernos en todos los niveles, personal e intelectualmente. Y esto tiene un precio innegable.


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  • Gupta VK, Saini C, Oberoi M, Kalra G, Nasir MI. Semmelweis Reflex: An Age-Old Prejudice. World Neurosurg. 2020 Apr;136:e119-e125. doi: 10.1016/j.wneu.2019.12.012. Epub 2019 Dec 16. PMID: 31837492.

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