Robots sexuales: ¿una alternativa viable?
Los robots sexuales han trascendido las películas de ciencia ficción y ya son una realidad. La mayoría de ellos no son más que muñecos sexuales ligeramente animados; sin embargo, los robots sexuales cada vez más sofisticados están empezando a aparecer. Así, encontramos una robot sexual más avanzada que conocemos como “Samantha”, creada por la empresa Synthea Amatus y diseñada para ser “capaz” de disfrutar del sexo.
¿Son los robots sexuales únicamente juguetes sexuales avanzados? ¿O hay algo más? Lo que está claro es que si la persona descosifica al robot sexual y forma un lazo emocional con él, la situación se complica (al menos para la pareja de esa persona, en caso de tenerla). ¿Se podría considerar eso una infidelidad? ¿Qué dice la ciencia en relación a este tipo de robots? ¿Qué ventajas e inconvenientes presentan?
Robots sexuales: Samantha
Samantha es una de las robots sexuales más conocidas. Puede tener sexo, pero también puede hablar o contar chistes, entre otras funciones. Como dato interesante, está programada para saber decir “No” cuando la persona es demasiado brusca con ella en el terreno sexual. En estos casos, entra en “modo dummy” y se apaga.
¿Qué coste tienen este tipo de robots sexuales? Alrededor de los 10 000 dólares. Pero, ¿qué proporcionan realmente los robots sexuales? ¿Qué opina la gente?
¿Qué proporcionan los robots sexuales?
Hay personas que consideran que un robot sexual puede proporcionarles, además del placer sexual, otros beneficios. Por ejemplo compañía, más allá de la sexual, tal vez emocional (si se crea un “vínculo” con el robot). Por otro lado, las personas que apoyan el uso de este tipo de robots sexuales hacen alusión a la imposibilidad de transmisión de enfermedades sexuales que sí podemos encontrar en relaciones sexuales con personas.
Además, para otros esta es una herramienta que puede ayudar a liberar las frustraciones sexuales, así como un recurso para aprender y obtener experiencias sexuales antes de tener relaciones humanas. Sin embargo, no todos opinan lo mismo.
Los robots sexuales, al final, son máquinas, por lo que en ningún caso nos podrán proporcionar (ni siquiera a nivel sexual) nada comparado con lo que una persona de verdad puede ofrecernos, por muy sofisticado que sea el robot. Así, para muchos, los robots sexuales se convierten en un simple complemento (o juguete) en el terreno sexual, ya sea estando soltero o en pareja. Aunque claro, muy pocos pueden pagarse un robot de este precio.
Robots sexuales en el cine
Encontramos varias películas donde aparece la figura del robot sexual en el cine. Una de ellas es Air Doll (2009), dirigida por el japonés Hirokazu Koreeda, en la que se explica la historia de un hombre solitario que comparte su vida con una muñeca hinchable. El protagonista literalmente vive con ella; la cuida, la viste, pasea con ella por la calle… y por las noche les hace el amor.
Hasta que llega el día en el que la muñeca cobra vida y se convierte en una mujer de verdad que lo ama. La película es, en realidad, una crítica donde nos asomamos a la poca tolerancia que tiene la sociedad a estar sola y a esa necesidad de llenar los vacíos con “cosas”. En la propia película aparece la siguiente frase: “La vida tiene vacío que sólo otros pueden llenar“.
¿Qué dice la ciencia?
La realidad es que la ciencia aún está empezado a “emitir” los primeros estudios de robots sexuales, quien sabe si por verlo un tema demasiado novedoso o incluso “vergonzoso”. Sin embargo, creemos necesarios más estudios ya que este tipo de robots tiene gran relevancia psicológica, social y moral para la personas.
Hay un libro del 2017, Robot sex: social and ethical implications, editado por John Danaher y Neil McArthur, en el que se recoge la opinión de la ciencia en este terreno.
Se trata de un libro redactado por 18 expertos de diferentes nacionalidades, dividido en 15 capítulos, en el que se abordan múltiples cuestiones de los robots sexuales: retos de la ciencia, perspectiva del robot, posibilidad o no del amor robótico, futuro de la robótica sexual, etc.
Como dato interesante, en el capítulo “En defensa del sexo con robots”, los autores hablan de que hay personas que, por múltiples causas (demográficas, geográficas, problemas físicos o psicológicos, ancianidad, etc.) no disponen de la vida sexual que les gustaría. Por estas razones, los robots sexuales serían una opción a considerar.
Algunos estudios
Un estudio reciente (2020), llevado a cabo por Koverola et al., en el Helsinki Institute of Sustainability Science (HELSUS), mostró cómo la mayoría de los participantes del estudio consideró que el sexo con un robot es sexo real, aunque el robot lógicamente siguiera siendo un robot. Otro dato: los participantes, en un ambiente de burdel, percibieron pagar sexo con un robot como algo más “aceptable” (o moralmente correcto) que pagar sexo con humanos.
Otro estudio, esta vez del 2016, llevado a cabo por los investigadores Scheutz y Arnold, indicó lo siguiente: las mujeres, en comparación con los hombres, se sentían menos inclinadas a usar robots sexuales. Otra conclusión del estudio: para la generación milenial era menos apropiado tener sexo con robots que para generaciones anteriores.
Lo que está claro es que, a veces, aunque la realidad pueda superar la ficción, en este terreno todavía hay mucho campo para lograr avances. Para los más escépticos, mantener una relación sexual con un robot nunca será lo mismo que hacerlo con una persona real.
Y es que, no lo olvidemos: el sexo va más allá de lo físico, o del mero contacto genital, y es un terreno donde los factores emocionales y afectivos juegan también un papel clave. Por mucho que programemos robots para mantener sexo, ¿Se podrá suplir la parte afectiva? El vínculo, además, nunca será igual con una persona que con un robot. Así pues, el debate está servido.
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- Libros: Robots sexuales. (2018). Investigación y ciencia, 92-95.
- Moral Psychology of Sex Robots: An Experimental Study – How Pathogen Disgust is Associated with Interhuman Sex but not Interandroid Sex” in Journal of Behavioral Robotics, 11(1): 233-249.
- Scheutz, M. & Arnold, Th. (2016). Are we ready for sex robots? Tufts University, Medford.