Si te atreves a enseñar nunca dejes de aprender

Dicen que no hay mejor forma de aprender que enseñando. Y esto no solo incluye a las aulas de clase, ya que la vida entera es un constante aprendizaje. Reflexionamos sobre todas aquellas personas que nos han educado, sus principios y nuestro papel en este ciclo.
Si te atreves a enseñar nunca dejes de aprender
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Raquel Aldana

Última actualización: 05 septiembre, 2021

Cada uno de nosotros somos conscientes de que una cosa es saber y otra muy distinta es enseñar. Sabemos lo que cuesta porque es probable que muchas veces no hayamos podido llegar a alguien a pesar de nuestro conocimiento. Y, sin embargo, realmente muchas veces no lo valoramos.

Me gusta afirmar aquello de que la educación es el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida. Me gusta porque es una frase sincera e inspiradora, porque me remueve algo por dentro y me hace recordar…

Recordar y agradecer con profundo respeto a todas aquellas personas que se atrevieron y se atreven a enseñarme en algún momento de mi vida. Y es que enseñar es el objetivo más noble que una persona puede tener, el más noble y el más fructífero.

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El arte de aprender para enseñar

Ser un buen educador se consigue a través de una fórmula mágica que mezcla numerosos ingredientes. Así, enseñar requiere del manejo de muchísimas habilidades y de un gran número de competencias. Veamos algunas…

Inquietud por la vida y el mundo

La verdadera inquietud por enseñar traspasa las fronteras de la pedagogía, es algo mucho más personal, es una inquietud por educar corazones y emociones.

La buena enseñanza es aquella que marca eternamente, que deja huella, que hace cuestionar, que se permite dudar, que inspira a aprender. Eso solo se construye con una base: la de la inquietud y la admiración del que educa por la vida.

Amor por los libros y la lectura

Sentir adoración por todo aquellos objetos que implican conocimiento y aprendizaje obtiene como resultado que, de manera inevitable, se amen los libros y el disfrute de lo que ellos contienen.

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Amor por los alumnos

Sean o no sean niños, es imprescindible que una persona que se atreva a enseñar ame la condición de todos aquellos a los que tiene que ayudar a aprender. Esto los buenos maestros lo cumplen, aunque no alcancen a ponerle palabras.

El manejo de emociones

Se dice que antes de enseñar a leer hay que enseñar a amar el valor de las cosas. Ellos tratan de ponerse en la piel del alumno, identificar sus emociones y usarlas con amor con el único objetivo de que su pupilo crezca, se desarrolle y deposite todas sus esperanzas y sueños en sí mismo.

Solo con buenos maestros (de vocación o de vida) se puede aprender a querer, a apreciar la serenidad y a enderezarse a sí mismo.

La paciencia y la serenidad más infinitas

Los maestros tienen la gran capacidad de transformar la frustración y la desesperación en una energía serena, sabia y perseverante. O sea, lo que realmente cuenta es una suma de lo que se enseña y de cómo se enseña.

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Lo que les debemos a nuestros maestros y educadores

Estuvo acertado Carl Jung cuando dijo que uno recuerda con aprecio a los maestros brillantes y con gratitud a aquellos que tocaron nuestro corazón. Les debemos un infinito agradecimiento a aquellos que nos enseñan, nos enseñaron y enseñan a nuestros niños.

Del mismo modo que para educar a nuestros hijos nunca dejamos de buscar y de intentar incorporar conocimiento en nuestro repertorio, los maestros cada día se van a casa con satisfacciones y frustraciones que les empujan a ir un paso más allá siempre.

Decir que las maestras y los maestros enseñan es quedarse corto. Un buen maestro (o maestra) es un maestro de vocación, alguien que no solo enseña sino que estimula nuestra memoria, nuestra inteligencia, nuestra sensibilidad y nuestra fantasía. Es alguien que despierta a nuestro cerebro y que nos muestra la importancia de ser pacientes.

Los maestros son la salvación de la sociedad porque otorgan a cada uno de sus alumnos un pasaporte de iluminación. Gracias a ellos cada día rebosa vida y futuro, gracias a su invitación al pensamiento, a las palabras y a la inspiración.

“Maestro…

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.
Sin embargo… en cada vuelo,en cada vida, en cada sueño,
perdurará siempre la huella del camino enseñado”

-Maria Teresa de Calcuta-


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