El uso del humor como mecanismo vital ante los malos momentos
El humor, aunque no lo parezca, en muchas ocasiones representa un mecanismo de defensa ante situaciones estresantes o difíciles que solemos atravesar. Da color a la oscuridad, pone una sonrisa a lo difícil y se contagia. Pareciera el antídoto perfecto, ¿verdad?
Los mecanismos de defensa son estrategias que utilizamos para afrontar situaciones internas o externas que nos resultan desagradables. De alguna manera es como si con su potencia consiguieran hacer más pequeño a ese monstruo “malvado” que viene a instalarse. Ya sea la tristeza por la pérdida de alguien, la rabia por una ruptura reciente de pareja o el diagnóstico de una enfermedad…
Combate el estrés tratando de hacerlo más pequeño, más inofensivo… Menos temerario y raro. A veces estos mecanismos de defensa consiguen que olvidemos nuestro sufrimiento o que recoloquemos a las fuentes del mismo en nuestras vidas. El espacio de aire puro que nos confiere el humor en nuestro interior es tan inmenso que pareciera que estamos aparentemente bien, sin nada que nos perturbe.
El humor nos ayuda a escapar de las realidades incómodas
Seguramente hayas conocido a alguien que cuando está contando algo serio e importante lo hace con una sonrisa en su boca. Una sonrisa que se torna en esa pequeña risa nerviosa que brota en carcajadas. Pero algo no encaja… mientras escuchamos a esa persona no podemos dejar de pensar que hay algo que no cuadra.
¿Cómo puede estar contándonos algo, que se supone es importante/serio para él, riéndose? Si te paras a pensar, hay muchas personas que cuando están hablando de que no es precisamente divertido, lo hacen riéndose. Una risa que no se nos antoja auténtica… Pareciera más un grito del alma que no sabe cómo expresarse forma salir, que una risa genuina. Que una risa de las de verdad, de las que nacen del alma feliz. Es más una risa que parece una interferencia.
Solemos percibir una disonancia entre lo que nos cuenta y cómo nos lo cuenta que nos hace plantearnos realmente la seriedad del asunto. Hay personas que no van más allá y se quedan, en cómputo global, con esa risa. “¡Bueno! si se está riendo eso es porque no le afecta demasiado. Estará bien.” Pero lo cierto es que hay algo que no nos encaja y es que cuando lo que decimos no conecta con cómo lo decimos hay algo que falla.
La incomodidad busca ser escuchada y aceptada, no negada
Es aquí donde actúa el humor como mecanismo defensivo ante una realidad incómoda de asumir. El humor nos caldea, y en muchas ocasiones es un bálsamo que ayuda y nos ayuda a adaptarnos en muchas situaciones sociales. El problema, como con todo, llega cuando esa es nuestra única manera de afrontar una situación. “Defendiéndonos” de ella, revolviéndonos contra ella. No asumiéndola ni aceptándola tal como es.
Hay realidades que dan auténtico vértigo. Asumirlas supone un cambio a nivel interno bastante profundo. Y la manera de escapar de ellas es negándolas, distanciándolas de nuestra conciencia o minimizándolas… Haciéndolas más pequeñas hasta la inexistencia. No afrontar algo, por incómodo que sea supone distanciarse de lo que uno mismo es.
Tanto la comodidad como la incomodidad forman parte de la vida, y no podemos negar una u otra. La “cura” no viene a través de la negación de lo que nos incomoda ver. La cura parte de la aceptación… y en este sentido, para aceptar hay que mirar hacia dentro y mostrar una suerte de respeto inicial por aquello que encontremos. Cuando tú no respetas una vivencia tuya, y la caricaturizas hasta la descomposición más absoluta de esta, generas que el otro no se la tome en serio.
Si no nos tomamos en serio enseñamos al otro a no tomarnos en serio
Podemos “educar” o no al otro para que nos respete. En la medida en que no respetas como te sientes y elijes el humor como primer mecanismo para distanciarte de TU realidad, difícilmente incentivarás que el otro respete tus vivencias más intimas. Le estás enseñando que puede reírse y no tomarte en serio. Que lo que hablas no es importante porque “no te afecta”. Cuando realmente SÍ te afecta, solo que te es tan doloroso o tan incómodo que tu primera reacción es distanciarte de ello.
“Todo tiene su medida, igual que toda situación tiene su proceder. La risa tiene su lugar, igual que el llanto; la sonrisa tiene su momento, igual que tiene el suyo la severidad”
-Al-Yâhiz-
Por ello es importante identificar estos signos de incongruencia entre lo que uno siente y lo que uno manifiesta, entre lo que dice y cómo lo dice… Esa incongruencia nos dará pistas para poder ayudar a esa persona a sentirse más cómoda con su incomodidad.
A veces lo más sencillo es escuchar lo que realmente nos quiere decir sin perdernos en ese juego de máscaras y de caricaturas. Probablemente esa persona esté deseando ser escuchada sin ser juzgada y tan solo necesite escuchar un “está bien que estés mal (normal/consecuente con las circunstancias en las que te encuentras) y puedes manifestarlo aquí conmigo si así lo necesitas”.