El aburrimiento "caliente", cuando no puedes huir de una situación
El aburrimiento caliente es esa experiencia de tedio y agobio que podemos experimentar cuando no encontramos ningún modo de entretenernos. Se trata de situaciones en las que no podemos escapar, como estar en un vuelo que dura ocho horas o tener que hacer una larga cola en la administración justo cuando nos quedamos sin batería en el móvil.
Seguro que te suena esa sensación. La de tener que estar por obligación en un espacio y en un lugar, pero sin poder entretenerte, sin tener ningún recurso a mano con el que descansar o distraer la mente. Porque, como bien sabemos, las personas somos cada vez más alérgicas a eso llamado desconexión o “no hacer nada”.
El aburrimiento es una experiencia cada vez más rara. Por ejemplo, nos subimos por las paredes cuando nuestros hijos nos dicen aquello de “me aburro” e intentamos entretenerlos con lo que sea para que no nos molesten demasiado. Sin embargo, aún es peor cuando somos nosotros quienes caemos en esa dimensión asfixiante y pegajosa.
“Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor”.
-Bertrand Russell-
¿Qué es el aburrimiento caliente?
Decía Erasmo de Róterdam que quien conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento. Tal vez sea cierto. Puede que estemos olvidando el sereno placer de estar conectados a nuestros pensamientos y esencias en esos instantes de obligada quietud, de inmovilidad. Porque la vida está hecha también de eternas antesalas de espera, de tiempos perdidos en colas, viajes y salas en los que un número anuncia cuándo seremos atendidos.
El aburrimiento caliente es una sensación de agobio y hastío cuando la mente no puede entretenerse y nosotros no podemos escapar. Este concepto fue introducido por Chögyam Trungpa, un maestro tibetano de los años 70 experto en meditación budista. Dicho término apareció en su libro Mindfulness in Action: Making Friends with Yourself Through Meditation and Everyday Awareness.
En sus páginas, describió esta experiencia como estar encerrado en una celda acolchada. Es un grito ahogado cargado de frustración al no poder escapar de una situación concreta. No es lo mismo que la clásica experiencia de vacío de un domingo por la tarde, cuando el aburrimiento, el no saber qué hacer, puede despertar en nosotros la creatividad con el fin de huir de dicha sensación.
En el aburrimiento caliente no hay vía de escape conductual. Uno no puede entretenerse en nada porque hay una obligación implícita de estar en un espacio concreto. Es entonces cuando quedamos cautivos del parloteo mental y el estrés de “no estar haciendo nada”.
Una experiencia mental y físicamente molesta
En el aburrimiento caliente no encontramos mecanismos de escape. La mente no puede entretenerse con el móvil, un libro o una charla. No queda otra opción más que “ser y estar” y esa sensación indeseada de quietud se vive de manera dolorosa. La mente experimenta estrés y el cuerpo se entumece.
No es difícil entender por qué el ser humano vive de manera tan negativa estas situaciones. Es más, un estudio publicado en el University College de Londres señala que las experiencias continuadas de tedio y aburrimiento afectan a la salud. No saber manejar estas situaciones dominadas por el aburrimiento afectan al bienestar físico y psicológico.
¿La razón? Nuestro estilo de vida siempre hiperactivo e hiperconectado nos ha vuelto intolerantes a la conexión con nosotros mismos. Permanecer durante un tiempo quietos y en silencio resulta altamente estresante.
Nos hemos acostumbrado a tener siempre algo que hacer. En el momento que se nos demanda únicamente estar sin realizar actividad alguna, experimentamos estrés y contradicción. Nuestra mente se ha vuelto intolerante a la inactividad porque ya no sabemos cómo conectar con nosotros mismos.
Un mal de nuestro tiempo
Somos esa sociedad educada para el desempeño y para el trabajo duro. Somos también quienes llenan sus ratos muertos con el móvil buscando la conexión social y el entretenimiento con las pantallas. Nuestros cerebros presentan ya una adicción innata a las notificaciones, al refuerzo del mensaje, del like, de la última actualización de nuestro feed en Instagram.
¿Cómo permanecer una o varias horas sin estos estímulos? El hecho de no estar haciendo nada equivale a la percepción de inutilidad, improductividad y fracaso. Hay que estar siempre haciendo algo, lo que sea, hay que llenar el vacío y el silencio con lo primero que tengamos a mano. Y no hacerlo, nos desespera.
La mente hiperactiva no entiende que a veces no hacer nada es lo mejor para nuestro bienestar.
¿Cómo vencer esta sensación tan estresante?
“La conciencia real no puede desarrollarse si usted está tratando de romper su experiencia en categorías y ponerlas en compartimentos”, decía el maestro de meditación Chögyam Trungpa y creador del concepto aburrimiento caliente. El cerebro nunca se detiene, la mente es como una moviola que nunca deja de dar vueltas a los pensamientos, ideas, recuerdos, preocupaciones…
Tememos el silencio y la quietud porque nos encontramos directamente con esas películas mentales. Preferimos obviamente entretenernos con lo que sea. Sin embargo, debemos tener en cuenta el coste que tiene esta obsesión: la de huir de nuestras esencias, la de estar socialmente condicionados al trabajo, al desempeño continuado y a la conexión digital.
El aburrimiento caliente, ese que podemos experimentar al coger el metro y no tener ni el móvil ni un libro a mano, es una oportunidad de aprendizaje. No estamos obligados a tener que rentabilizar nuestro tiempo, porque el tiempo no es oro, el tiempo es vida. Y a veces no hacer nada es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos.
Según el maestro Chögyam Trungpa, el aburrimiento caliente puede darnos la oportunidad de experimentar el aburrimiento fresco, es decir, un momento para aprender técnicas de relajación y meditación.
En esos instantes de inactividad obligada, tenemos la oportunidad de mirar hacia dentro de manera relajada. En nuestro día a día hay múltiples maneras de estar y existir. Relajarnos, dejar la mente en blanco y limitarnos a apreciar el instante es un ejercicio de salud incuestionable.
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