Activa tu voz compasiva para combatir el diálogo interno negativo
Imagina que debes iniciar un largo viaje con una persona. Se trata de un trayecto que puede durar décadas y en el que estaréis obligados además a resolver múltiples desafíos. Uno de los primeros objetivos podría ser llevarte bien con ese compañero; hacer uso de la comprensión, del respeto y de una voz compasiva con la que facilitar el trato cotidiano para alcanzar acuerdos.
Esta pequeña metáfora nos sirve para situarnos en un escenario muy concreto: el de nuestro propio interior. Cada persona emprende, desde que llega al mundo, un viaje vital donde no siempre actúa para sí mismo como un buen copiloto, ese capaz de facilitar las cosas. En ocasiones, casi sin darnos cuenta, activamos esa voz crítica y desgastante con la que nos convertirnos en nuestros peores enemigos.
No podemos abandonarnos en la siguiente parada y acoger otro compañero de viaje, porque estamos solos, porque somos todo lo que tenemos y no siempre somos capaces de activar ese maravilloso potencial humano que nos viene de fábrica. Se nos olvida amarnos, se nos olvida cuidarnos, escucharnos y facilitar esa autoconvivencia donde disfrutar de cada pequeño instante de nuestro ciclo vital.
La carencia en nuestro interior de una voz compasiva causa estragos y destruye autoestimas. Peor aún, nos resta impulso para ser felices y eso es algo que nadie merece. Hay diversas causas por las que uno activa de manera constante ese diálogo interno que todo lo opaca con su negatividad. Sin embargo, si somos capaces de detectar sus mecanismos y de hablarnos de manera más respetuosa, nuestra realidad dará un giro de 180º.
“Puedes buscar en todo el universo a alguien que merezca más tu amor y afecto que tú mismo, y esa persona no se encuentra en ningún lado. Tú mismo, tanto como cualquiera en todo el universo, merece tu amor y afecto”.
-Buda-
La voz compasiva o la amabilidad con uno mismo
La autocrítica es un problema común, casi tanto como la contaminación. Hay determinadas realidades psicológicas que hemos integrado en nuestro ser con total normalidad, sin saber que, al igual que el Co2 o los plásticos en los mares, nos acaban enfermando de manera irremediable.
El psicoterapeuta cognitivo Albert Ellis señaló una vez que el diálogo interno configura la piedra angular del bienestar emocional, además de ese camino capaz de ayudarnos a dar cambios significativos. Sin embargo, nadie nos ha ayudado a educar esa voz, a imponerle una disciplina firme para indicarle qué es permisible y qué no lo es en absoluto.
Hablarnos con desprecio, desconfiar de uno mismo, restarnos méritos o distorsionar las cosas hasta el punto de ver un horizonte catastrófico, configura esa contaminación psicológica que tanto perjudica a nuestro bienestar. Asimismo, tampoco resulta nada sencillo hacer uso de una voz compasiva cuando no hemos recibido desde el exterior adecuados nutrientes emocionales. Esos que dan oxígeno para insuflar la seguridad, esos que alimentan las raíces de la autoestima.
¿Por qué el diálogo negativo tiene a menudo más poder que la voz compasiva?
Hay muchos detonantes que explican por qué de el diálogo interno devaluante tiene más poder que el compasivo. Un ejemplo, los investigadores Cacioppo y Hawkley (2005) realizaron un interesante trabajo. Concluyeron que uno de los peores enemigos para nuestra salud psicológica es la soledad. Y no hablamos solo de la soledad física. Es la soledad emocional, el no sentirnos apoyados o valorados por quien más alimenta nuestro diálogo negativo.
Resulta muy complicado hacer uso de una voz compasiva dentro cuando no la hallamos en el exterior. A su vez, esto se relaciona con otro factor importante: la crianza y la educación. Formar parte de un entorno donde no recibimos de nuestros progenitores un afecto seguro origina una espiral de miedos, de baja autoestima y un autoconcepto débil.
Por otro lado, también caben destacar otros factores. En ocasiones, uno puede contar con una personalidad saludable, ahí donde el amor propio actúa como valioso sostén. Sin embargo, pasar por una relación afectiva dependiente y dañina o incluso sufrir durante muchos años estrés laboral acaba minando, lo queramos o no, los cimientos de la autoestima para dejar al paso al diálogo negativo.
Activa la voz compasiva para sentirte mejor
Activar la voz compasiva requiere tiempo. No existen los milagros ni las fórmulas rápidas en psicología, y más, cuando llevamos bastante tiempo siendo un mal compañero de viaje para nosotros mismos. Hay que ir poco a poco, generando pequeños cambios y asumiendo compromisos que solo uno puede cumplir.
Como bien nos recuerdan desde la filosofía y el enfoque budista, cuando uno no se quiere a sí mismo, no puede amar a nadie. Cuando uno no se trata a sí mismo de manera compasiva, tampoco puede ser compasivo con los demás. Tal tarea, tal objetivo puede cambiar nuestra realidad a todos los niveles, y es algo que sin duda debemos cumplir. Veamos cómo.
- Empieza desde cero. Llevas tanto tiempo hablándote mal que es necesario dirigirte a ti mismo como quien lo hace con un niño pequeño. ¿La razón? Para conectar de manera sencilla, afectuosa y tierna. Solo así advertiremos necesidades, solo así nos daremos ese amor que tal vez nunca nos ofrecimos. Sanemos esas heridas tan largamente descuidadas.
- Identifica contaminantes. En tu mente habitan enemigos que debes desactivar; nos referimos a los pensamientos limitantes, a las falsas creencias, a valores que ya no sirven, a esas distorsiones cognitivas que te hacen ver peligros donde no los hay, limitaciones donde hay campos abiertos.
- Date permiso para ser imperfecto. Si de verdad deseas activar la voz compasiva, deja que ella te recuerde que no pasa nada por fallar, permite que te diga que el mundo no se acaba por no ser como otros quieren, por ser imperfecto, por equivocarte.
Para concluir, el diálogo compasivo tiene una finalidad concreta: darnos espacio para ser sensibles, para equivocarnos y darnos ánimos, para recordarnos cada día que somos valiosos y dignos de darnos la vida que merecemos. ¿Por qué no intentarlo?
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- Barnard, L. & Curry, J.F. (2011). Self-Compassion: Conceptualizations, Correlates, & Interventions. Review of General Psychology, Vol. 15, No. 4, 289–303