Alucinaciones hipnagógicas y parálisis del sueño
Las alucinaciones hipnagógicas son experiencias perceptivas vívidas que ocurren al inicio del sueño. Consisten en sueños muy vivenciados que cursan con fenómenos visuales, táctiles y auditivos. Las alucinaciones hipnopómpicas, en contraste, son experiencias similares que ocurren al despertar.
El término pompe (acto de enviar) en referencia a las alucinaciones hipnopómpicas fue utilizado por primera vez en 1918 por Myer para describir estos fenómenos durante la transición entre el sueño y el despertar.
La primera descripción de las alucinaciones hipnagógicas la hizo el psiquiatra francés Baillarger en 1846. Este psiquiatra las llamó alucinaciones psicosensoriales. El término hipno- (sueño) y –agogos (inducido) fue introducido por Maury en 1848 para designar las alucinaciones o ilusiones que anuncian el sueño.
Así, estas alucinaciones ocurren cuando el sujeto cree estar despierto. La persona puede ver, oír y sentir, pero no puede moverse. Por ello, las alucinaciones hipnagógicas están muy relacionadas con la parálisis del sueño.
Prevalencia e historia de las alucinaciones hipnagógicas
La prevalencia de estas alucinaciones hipnagógicas e hipnopómpicas en la población general ocurrían en un 25-30 % de las personas afectadas por narcolepsia (2). En 1957, los autores Yoss y Daly incluyeron estas alucinaciones en los criterios diagnósticos de la narcolepsia. Estas alucinaciones también se han visto en trastornos de somnolencia diurna excesiva; con frecuencia se vieron en pacientes con parálisis del sueño antes de quedarse dormidos. (3, 4)
Además, algunas sustancias psicoactivas, como el khat (5) y el hachís (6), se han relacionado con la inducción de alucinaciones hipnagógicas e hipnopómpicas.
Parálisis del sueño y alucinaciones hipnagógicas
La parálisis del sueño consiste en una incapacidad generalizada y transitoria para moverse o hablar. Ocurre fundamentalmente durante la transición sueño-vigilia. En ellas ocurren las alucinaciones hipnagógicas.
La parálisis del sueño y las alucinaciones hipnagógicas fueron características importantes de la pesadilla. La cultura popular adornó estos síntomas con interpretaciones sobrenaturales. Así, se pensaba que la parálisis del sueño y las alucinaciones podían estar causadas por la visita de demonios y espíritus.
En 1834, el autor Mcnish definió por primera vez la pesadilla:
“La imaginación no puede concebir los horrores a los que [La pesadilla] da lugar con frecuencia… Todo lo horrible, repugnante o aterrador en el mundo físico o moral se presenta ante él en una temible matriz; … En un momento puede tener la conciencia de que un demonio maligno a su lado; luego, para rehuir la visión de un objeto tan atroz, cerrará los ojos, pero aun así, el ser temeroso hace que se conozca su presencia; porque su aliento helado se siente difundiéndose sobre su rostro, y él sabe que está cara a cara con un demonio. Luego, si mira hacia arriba, contempla unos ojos horripilantes que lo fulminan con la mirada y un aspecto del infierno que le sonríe con una malicia aún más infernal. O bien, puede tener la idea de una monstruosa bruja agazapada sobre su pecho, inmóvil y maligna”.
La cita anterior es una descripción de la pesadilla escrita hace más de un siglo. Al leer este y otros informes similares, se hace evidente que el término ha sufrido un cambio en el significado durante los últimos 150 años aproximadamente. El término se ha utilizado más recientemente para denotar ensoñaciones muy vivenciadas, de contenido desagradable, y que producen una importante sensación de miedo en el sujeto, llegando a despertarle en muchas ocasiones.
Íncubo: el demonio nocturno
En su libro On the Nightmare, Jones explica que la palabra pesadilla originalmente significaba “fanático de la noche” o “íncubo nocturno”. Estos demonios nocturnos se hicieron responsables de las experiencias de sueños aterradores.
Un íncubo es un demonio que, según la mitología popular europea de la Edad Media, se ponía encima de las mujeres que dormían. La leyenda cuenta que la intención del demonio era tener relaciones sexuales con las mujeres sobre las que se posaba. Su objetivo, a veces, podía ser tener descendencia con la mujer violada, como se cuenta en la leyenda de Merlín. (8) Su contraparte femenina, que se posa sobre el hombre dormido, se llama súcubo.
Los íncubos visitaban a las personas por la noche y se sentaban o se acostaban sobre su pecho, paralizándolos. Jones señala que esta creencia era casi universal en todas las edades y culturas. Así pues, parece que las alucinaciones hipnagógicas de las que hablamos se consideran, en cierto modo, la cuna de la aparición de los demonios nocturnos.
Este tipo de alucinaciones, además de la parálisis del sueño, son estudiadas actualmente como síntomas dentro de la narcolepsia. Sin embargo, parece que estos fenómenos también pueden darse en sujetos sanos. (9)
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