Amor chispeante: la magia de la vida

El amor es ese fuego con el que se pueden moldear historias realmente intensas. En este artículo te cuento la mía.

Enamorarse corta la respiración. Ser correspondido es una sensación chispeante y sostener una relación en el tiempo es magia. El amor sano en una relación es una fuente inagotable de inspiración y de admiración por el otro. Cuando estás en pareja, tanto la piel como la mente se electrizan y se llenan de una energía vibrante que energiza cada palabra, cada pensamiento y cada emoción.

El amor dista de ser algo puntual, es el resultado de un proceso que nunca termina. Son historias, relatos, recuerdos, sentimientos y percepciones que se entrelazan, se cocrean, se construyen con el otro y dan lugar a un amor chispeante y vivo, mágico y salvaje, íntimo.

El primer contacto

Todo comenzó con una aplicación de citas. Yo acababa de terminar una fase de mi vida que estaba reportándome unos resultados diferentes a los que quería, entonces decidí darle carpetazo y comenzar un nuevo recorrido vital tanto en lo laboral como en lo académico. Y me pregunté, ¿y en lo personal?

Siempre me gustó la metáfora del semáforo: cuando me encontraba a gusto sin pareja decía que mi semáforo estaba en rojo. Y en ese color estuve durante tiempo. Sin embargo, con la entrada de aire más fresco en mi vida, quise poner mi semáforo en verde.

Error. Craso error. ¡Como si fuéramos capaces de obligarnos a sintonizar con otras personas! La verdad es que carecemos de esta capacidad y ¡menos mal! Porque si pudiéramos sintonizar a gusto de cada uno, dejaríamos de ser seres humanos.

A lo que iba: la aplicación de citas. Tuve muchas citas. De hecho, los viernes se convirtieron en los viernes de conocer.

De todas las personas que conocí a través de esa aplicación, algunas siguen en mi vida como amigos. Conocer nuevas personas casi siempre es espectacular. Abre horizontes. A través de esta app, conocí al que ahora es mi compañero. Sin embargo, en el primer encuentro me dio un “no” literal y explícito.

¡Te conozco! Grabado en la retina

Ante su negativa, conté mi verdad. Y la realidad de mi verdad es que quería conocer gente nueva, con independencia de que pudiera surgir un amor chispeante o no. Y ante esto, él dijo que sí. Sentía que andaba sobre cáscaras de huevo: con cuidado de no presionar en exceso ni de agobiar. La realidad es que al principio sentía una gran curiosidad por él. Por su mente, por su forma de percibir la realidad y de narrarla.

Quedé con él muchas veces. Fueron muchos los domingos que quedamos para tomar unas cervezas mientras nos contábamos qué tal nos había ido la semana. Entretanto conocí más personas e incluso intimé con algunas. Pero, a diferencia del resto, él continuó siendo una constante en mi vida. Hablábamos cada día a través de WhatsApp y cada vez quedábamos más.

Me encontré muy cómodo, cuidado y seguro en nuestras sesiones de cerveza. Le lanzaba muchas indirectas, y a juzgar por lo que sucedió después, distaban de ser tan indirectas. Un día me invitó a una mañana de senderismo por un bosque cerca de nuestra ciudad. No soportaba más tener la certeza de estar locamente enamorado de él sin que lo supiera.

Le dije: me gustas y me dijo: ¡ya lo sé! Me quedé sin palabras. Era la última respuesta que esperaba. Sin embargo, fue la primera respuesta, el primer mensaje que nos conectó en la intimidad de saberse “mente con mente”.

Te veo: mi compañero de vida

¿Recuerdas la famosa frase de la película AVATAR: te veo? Describe al hecho de conocer profundamente al otro, de conectar a niveles extraordinariamente hermosos, de transmitir mensajes íntimos con la mirada, conectar, vibrar al unísono y fluir. Así me siento: le veo.

En el lado menos profundo, de hecho, le veo todos los días. Desde que me pidió salir. ¡Sí!, me lo pidió él. Nos vemos cada día. Esto nos permite conocernos mucho y mejor. Juntos hemos vivido momentos duros, pero también bonitos.

Me siento con el corazón pletórico cada vez que me acurruco en él para ver una serie (y echarme alguna siesta, todo sea dicho): pero también cuando confía en mí para transmitirme un miedo o contarme un deseo. La magia de la vida son los proyectos que creamos juntos.