Aplicaciones modernas del control de las emociones
Vuelven los estoicos y lo hacen con fuerza. Las enseñanzas de los pensadores clásicos se han adaptado a nuestros tiempos a través de diferentes técnicas y se reivindican de nuevo, especialmente en el mundo de la empresa.
El control de las emociones ha estado presente durante décadas en ciertas prácticas determinadas, desde la necesaria cara de póquer de los jugadores de Texas Holdem hasta el temple obligado en las más altas esferas de la política. De lo más trivial a lo más complejo de nuestra sociedad. Sin embargo, en los últimos años se está extendiendo la aplicación de esta filosofía -la del estoicismo y sus derivados- a prácticamente todos los ámbitos de la vida.
La semana del estoicismo
Hace tan sólo tres años, en 2012, un grupo de la Universidad de Exeter en el Reino Unido lanzó un experimento que consistía en intentar aplicar las enseñanzas de los filósofos estoicos al día a día de los estudiantes y ver así cuáles eran los efectos reales de esta vieja disciplina.
En el inicio la práctica consistía en llevar un diario “de virtudes” en el que cada día se tenía que marcar algo positivo, escribir lo virtuoso que se sentía cada uno. Resaltar lo bueno, incluso exagerándolo, y olvidar lo malo para ver si eso afectaba de manera positiva (y resultó que sí que lo hacía) al estado de ánimo de los participantes.
Ese experimento inicial ha derivado en el grupo Stoicism Today y se ha prolongado en una semana de vivencia del estoicismo en la que los participantes siguen un manual de prácticas estoicas y se hace un seguimiento online de los progresos de cada uno. En la segunda edición, que fue en noviembre de 2014, ya hubo más de 2.400 participantes.
El estoicismo hoy en día
Lo que en la Antigua Grecia se llamó estoicismo no suponía ningún tipo de terapia psicológica sino un modo de vida que se centraba en la virtud, el lado positivo de las cosas. Pero esta manera tan parcial de ver las cosas sí ha servido como base de algunas corrientes de la psicología, en especial las terapias cognitivo-conductuales (en inglés congnitive behavioral therapy, CBT) que se utilizan principalmente en casos de depresión o ansiedad.
El CBT, como el estoicismo, piensa que determinadas prácticas pueden acabar alterando el modo en que percibimos las cosas y, por lo tanto, pueden cambiar nuestro comportamiento y emociones.
Encontrar la manera de, como se dice popularmente, “darle la vuelta a la tortilla” es un arma que nos puede ayudar en muchos aspectos de nuestra vida. Por ello este tipo de teorías se han trasladado de las patologías al mundo ordinario.
Los nuevos estoicos
El control de las emociones se ha venido aplicando en las últimas décadas muy claramente en el deporte de élite. Los competidores de máximo nivel son cada vez más fuertes mentalmente porque siempre tratan de encontrar aquello que les beneficia, incluso en las situaciones más adversas; no se centran en lo que tienen en contra, por muy adverso que sea el marcador, sino en las posibilidades que tienen de ganar por pequeñas que sean. Tal y como hacen los jugadores de póquer, expertos en el arte de mantener las emociones bajo control durante la competición, hay que sacar el máximo partido de lo que se tiene en lugar de obsesionarse con lo que no se tiene; saber cuáles son nuestros límites, y tomarse la derrota como una oportunidad para seguir mejorando, puesto que en la práctica está la excelencia.
En los últimos tiempos, estas estoicas enseñanzas se encuentran también en la idea que la sociedad moderna tiene de lo que es un buen gestor, es decir: un líder.
En un artículo de la periodista de Forbes Carrie Sheffield, que cubre los campos de economía y política, aconsejaba la filosofía estoica para conseguir una mente imposible de derrotar. Ponía ejemplos de personajes poderosos a los que el estoicismo había ayudado en sus carreras y hacía un resumen con las cinco ideas principales que los estoicos de hoy en día pueden aprovechar para avanzar en su vida profesional:
Reconocer lo que está fuera de tu control. Un problema, por definición, tiene que tener una solución, y si no, no es un problema. Lo que escapa a nuestro control, no lo podemos solucionar. Esto no quiere decir “pasar de todo” sino que hay centrarse en aquello que sí podemos cambiar para mejor.
Las emociones son personales, no tienen que ver con el exterior. El mayor poder sobre nuestras emociones siempre va a ser el nuestro.
Hay que centrarse en los principios propios, no en lo material, el poder, el reconocimiento o los demás.
No hay que reaccionar ante los comportamientos negativos de los demás. No merece la pena enfadarse porque alguien esté enfadado; hay que centrarse en entender los motivos e intentar cambiar ese comportamiento en lugar de copiarlo.
Reflexiona. En este punto entra en juego la meditación para poder entenderse mejor a uno mismo y también como herramienta para reconocer nuestros errores y congratularnos por nuestros aciertos.
La trampa del estoicismo
El estoicismo peca principalmente de una cosa: la falta de FLEXIBILIDAD.
Es cierto que tiene muchos aspectos positivos que efectivamente nos pueden ayudar no sólo en nuestra vida profesional o en las competiciones deportivas sino también en lo personal. La cuestión es que no todos los problemas se solucionan de la misma forma. Esto quiere decir que en determinadas situaciones encontrar el lado positivo de las cosas o centrarse sólo en lo que podemos controlar puede que no sea lo más acertado.
Pongamos por ejemplo alguien que no es productivo en el trabajo; en este caso si buscamos la parte buena de no ser productivo es muy posible que esa persona se acomode en esa situación y nunca llegue a serlo. Habría que buscar la manera de impulsar un cambio en esa situación y al estoicismo le cuesta el cambio.
Para avanzar a veces hay que salir de nuestra zona de control –confort- e intentar entender aquello que se nos escapa. El equilibrio entre el control de nuestra zona de confort y nuestras aventuras por lo desconocido serán la clave del éxito.