Aprender a priorizar: clave de salud y bienestar psicológico
Aprender a priorizar va más allá de saber cómo hacer una buena gestión del tiempo. Priorizar significa organizar la propia vida, clarificar valores, recordar qué es importante y qué es mejor postergar o incluso dejar ir. Nuestras prioridades deben estar siempre en sintonía con los propios objetivos, los mismos que como un faro, deben alumbrar e inspirar nuestro camino.
Cabe decir que, a pesar de la cantidad de recursos que tenemos a mano para hacerlo, esta sigue siendo nuestra tarea pendiente. Por lo general, el ser humano tiende a diluirse en esa vorágine cotidiana que lo envuelve. Es más, en la actualidad, y debido a la hiperestimulación constante nos cuesta mucho más priorizar. Recibimos demandas e información constante, y nuestra atención, como un músculo poco entrenado, se deja llevar sin recordar cuáles son sus objetivos, cuál su propósito.
“No pongas tu corazón en tantas cosas”.
-Epícteto-
Ahora bien, la necesidad de clarificar prioridades va más allá incluso de la mera productividad personal. Estamos ante una habilidad multinivel y transversal que impacta en cada ámbito de nuestra vida. Porque quien sabe y recuerda qué es lo verdaderamente importante, camina mejor en sus relaciones, en su trabajo y en su desarrollo emocional.
Aprender a priorizar, esa eterna cuenta pendiente
¿Por qué a algunos nos cuesta tanto aprender a priorizar? La respuesta es simple: porque vivimos preocupados. Nuestra mente va a menudo mucho más rápido que la vida porque se siente superada, presionada. Queremos llegar a todo, satisfacer a todos, resolverlo todo. Así, cuando cerramos los ojos por la noche lo hacemos con la incómoda sensación de que al día siguiente nos despertará una gran lista de tareas pendientes.
Cuando se intensifican, la ansiedad y el estrés intentan tomar el mando. Y cuando esto ocurre, todo se enreda y se desbarata hasta difuminar por completo cualquier objetivo propuesto. Aprender a priorizar implica, por encima de todo, minimizar. Debemos aprender a economizar esfuerzos para orientarlos a objetivos definidos… y algo así solo puede lograrse a través de una mente relajada que sabe centrar su atención en lo que es importante.
Todo ello nos lleva a su vez a una conclusión muy concreta. Alzarnos como buenos gestores de nuestro tiempo y de nuestras prioridades no se logra a través de una simple herramienta. No vale con hacernos la clásica lista de “objetivos vitales”. Aprender a priorizar va de la mano del propio desarrollo personal. Implica dar forma a una mente más centrada capaz de identificar oportunidades. Significa usar las emociones en beneficio propio para potenciar la motivación.
Y requiere a su vez algo esencial: buenas dosis de valentía y habilidades directivas. Esas con las que decidir qué nos conviene en cada instante y qué es mejor dejar a un lado.
Clarificar propósitos, reducir la complejidad, priorizar
Quien tiene dudas para clarificar sus prioridades permitirá que poco a poco las de los demás pasen a ser las suyas. Es así de simple. Al no tener nuestros propios propósitos bien delineados ni metas importantes en las que motivarnos cada día, llegamos a considerar que las ajenas son más relevantes. Algo así no es solo un verdadero problema, sino una forma de dejar en ruinas el castillo de nuestra autoestima.
Veamos por tanto qué pasos deberíamos seguir para iniciarnos en este campo del desarrollo personal.
Si no clarificas tus propósitos, alguien lo hará por ti
Si queremos aprender a priorizar, el primer paso no puede ser otro más que el de clarificar propósitos. Para hacerlo, no vale solo con preguntarnos qué es lo más importante para nosotros. Porque lo más probable es que al instante surja ese trinomio fundamental: familia, salud y bienestar económico.
Debemos ir más allá. Preguntémonos lo siguiente:
- ¿Qué es lo que quiero para mí en esta vida?
- ¿Qué es lo que me apasiona?
- ¿Cómo me gustaría verme dentro de 5 años?
- ¿Qué es lo que me define de verdad y que los demás no ven o no le dan importancia?
Priorizar no es gratis, a veces tenemos que dejar cosas atrás
Priorizar significa elegir entre varias cosas para quedarnos con una. Implica subir un objetivo de entre nuestra lista de tareas. Significa también saber diferenciar entre lo urgente y lo importante. Aún más, y esto es quizá lo que puede costarnos mucho más: aprender a priorizar nos obliga muy a menudo a tener que dejar cosas (y personas) atrás.
Debemos estar muy preparados para ello, porque aunque priorizar implique a veces un coste, tendrá como resultado la felicidad, la potenciación de la autoestima y alcanzar nuestros propósitos vitales.
Reducir la complejidad
La complejidad habita en nuestra mente y también en nuestra vida. Cuando sufrimos ansiedad nuestras prioridades se difuminan, y nuestro presente se vuelve confuso, abigarrado de pensamientos, preocupaciones y temores. Asimismo, cuando llenamos nuestras agendas de ocupaciones, de citas, compromisos, tareas y obligaciones estamos haciendo lo mismo. La complejidad nos domina y nos aleja de nuestras auténticas prioridades.
Por ello, un modo sensacional de resolver este problema es trabajar diariamente en nuestro equilibrio, interno y externo. Prácticas como el mindfulness pueden ayudarnos a relajar la mente. A su vez, en lo que se refiera a nuestra cotidianidad externa, nada mejor que aplicar lo que se conoce como el minimalismo.
Esta filosofía de vida se basa en un mantra muy concreto: “identifica lo esencial y elimina todo lo demás”. Significa dar un paso hacia ese territorio para dar forma a un estilo de vida donde otorgar valor a lo que nos inspira, a lo que nos hace sentir bien, a lo que nos enriquece emocionalmente. Todo lo demás se considera superfluo…
Para concluir. Si deseamos aprender a priorizar, debemos ser capaces de crear una realidad más consciente donde nos acompañen siempre unos propósitos claros. Solo así seremos capaces de construir nuestros caminos… sabiendo decidir qué nos conviene en cada momento y qué rumbo es el más propicio.