7 características de las personas autoritarias según la psicología

7 características de las personas autoritarias según la psicología
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 20 enero, 2019

Las personas autoritarias proyectan esa sombra alargada que siempre está al acecho en muchos de nuestros escenarios cotidianos. Ya sea a nivel familiar, a nivel de empresa o en la esfera política, este perfil se reconoce al instante por el uso y el abuso del poder. En su mente habitan los prejuicios y la necesidad de dominación, así como el cinismo, la moral de doble fondo y la intolerancia.

El estudio de la personalidad autoritaria surgió poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. En un contexto social tan herido, tan desencajado y extraño, el mundo académico no dejaba de preguntarse cómo el racismo, los prejuicios y el autoritarismo habían podido adquirir la fuerza suficiente como para encaminar el mundo hacia semejante destino.

Theodor Adorno y su contribución al autoristarismo

Una de las figuras más representativas de este movimiento científico, psicológico y filosófico fue sin duda Theodor W. Adorno. Fue él quien, basándose en las teorías de Erich Fromm y en un exhaustivo análisis de la ideología antisemita y los movimientos antidemocráticos de aquella época, dio forma al conocido como “El estudio de Berkeley”, donde se definió con rigurosidad la personalidad autoritaria y se situó dentro de un marco psicoanalítico y psicosocial.

Adorno asegura que los cambios sociales ocurren a tal velocidad que provocan una falta de estructuración del campo cognitivo del individuo. Esto tendría como consecuencia la aparición de ansiedad e inseguridad en el sujeto y le empujaría a hacia una actitud autoritaria para paliar su ansiedad e inseguridad.

Ahora bien, es muy posible que a más de uno le parezca que las premisas establecidas por Adorno estén ya fuera de contexto, porque estos son sin duda otros tiempos y otras circunstancias. No seamos tan absolutos. Las personas autoritarias y la necesidad de poder, ya sea en la escena política o en la intimidad de un hogar con un padre o una madre de familia intolerante, siempre está y estará presente.

Al fin y al cabo, el carácter autoritario y esa búsqueda ciega de dominación es un germen que nunca deja de crecer en determinadas identidades. Se trata de una entidad psicológica que vemos con excesiva frecuencia y que debemos saber reconocer. Veamos a continuación las principales características que los definen.

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres mortales que se encuentran de pronto en una miserable cuota de poder”

-José de San Martín-

1. Lealtad ciega a determinados valores, costumbres e idearios

Las personas autoritarias categorizan el mundo con la simplicidad y rigidez de un niño de 5 años. Las cosas son “buenas o malas” y quien asume sus mismas perspectivas, valores y opiniones estará en el buen camino. Sin embargo, quien muestre alguna discrepancia u opinión alternativa a la suya será un enemigo potencial.

A su vez, es muy común que este tipo de perfil autoritario tenga muy bien definido lo que para él o ella es, por ejemplo, “un buen hombre”, “un buen padre”, “un buen hijo” o “una buena mujer”. Sus inclinaciones políticas, su religión o incluso su equipo deportivo favorito son como templos intocables que los demás deben respetar y asumir con la misma veneración.

mano con sombra de animal de las personas autoritarias

2. El etnocentrismo en las personas autoritarias

Todo lo mío es lo mejor. Aún más, no solo mi país, mi cultura y mi idioma es lo más digno que pueda existir, sino que es lo único concebible y aceptable. Desde un punto de vista tan estrecho queda poco espacio para aquello que no encaja con un pensamiento concreto. El aferramiento a una sola forma de pensar conduce a reducir nuestra capacidad de aceptación sólo a lo entre dentro de nuestros esquemas. Lo que no encaje será visto como tóxico.

Esta actitud y este esquema mental provoca que se lleven a cabo comportamientos discriminatorios y ofensivos. Prácticas cargadas de peligrosos prejuicios donde rechazar al “diferente”. Conductas donde se menosprecia todo aquello que no se ajuste a esos esquemas tan estrechos.

3. La cultura del miedo

Con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos tenemos sin duda infinitos ejemplos sobre muchas de las dimensiones antes citadas: racismo, etnocentrismo, idearios nacionalistas… Sin embargo, hubo un momento en concreto durante la campaña donde el ex-presidente de México, Vicente Fox, dio una definición exacta de lo que para él suponía la figura de Trump: una personalidad autoritaria que ejerce el poder a partir del miedo.

  • Todo aquel que venga de más allá de las fronteras del territorio estadounidense es una “amenaza”, y por tanto es necesario alimentar ese miedo, ese rechazo al “otro”, sea quien sea.

El lema que ha ganado las elecciones en Estados Unidos acontece también en otros muchos contextos, y sobre todo a nivel familiar o de pareja. Ahí donde alguno de los miembros no duda en hacer uso de las amenazas o los pensamientos catastrofistas para alimentar el miedo y favorecer así la dominación.

4. Mis logros siempre serán mejores que los tuyos

No importa en qué destaques, no importa qué hayas estudiado o qué afición te guste, porque las personas autoritarias siempre intentarán estar un escalón por encima de ti. Ahora bien, los mecanismos que utilizarán para lograrlo se basarán en el desprecio más sibilino y agresivo.

Si cuentas con varias titulaciones, te dirá que te falta experiencia de vida, eso que al autoritario le sobra por los cuatro costados. Si eres hábil y competente tu trabajo, intentará que no destaques impidiendo que las tareas que te encomienden no sean aquellas que mejor encajan con tus habilidades, porque este tipo de perfil no concibe que nadie pueda destacar. Nadie, salvo él, claro.

Hombres sufriendo la manipulación de otro como si fuera un peón de ajedrez

5. Liderazgo agresivo

Todos tenemos claro que las personas autoritarias gustan de tener una posición de mando, de dominio sobre los demás, ya sea en el entorno familiar o ejerciendo el poder a nivel empresarial o político. Sin embargo, su liderazgo no es democrático, no hará uso jamás de esas dinámicas basadas en la Inteligencia Emocional donde potenciar el capital humano, donde favorecer un clima de armonía, confianza y convivencia y facilitar así la felicidad y la productividad. Todo lo contrario.

El líder autoritario es agresivo, carece de empatía, busca satisfacer las propias necesidades y dispone además de una tolerancia muy baja a la frustración. Ello hace que sea incapaz de ver necesidades ajenas, es más, a menudo reacciona contra ellas porque entiende que son debilidades, sentimentalismos que evitar.

6. Prejuicios y pensamientos rígidos

Se suele decir aquello de que es más difícil romper un prejuicio que un átomo. Es algo totalmente cierto, y que además caracteriza a las personalidades autoritarias. Esas cuyo enfoque mental tienen la estrechez del agujero de un aguja: ahí donde no cabe más opinión que la suya, más creencia que la suya y más verdad que la que uno mismo se haya formado en algún momento.

Los prejuicios y el pensamiento rígido son las termitas nuestra sociedad. Dimensiones que debilitan nuestra oportunidad de construir una auténtica convivencia, un respeto social auténtico y en esencia, un mundo más democrático y digno para todos.

Los prejuicios y el pensamiento rígido son las termitas de nuestra sociedad.

persona gritando representando a las personas autoritarias

7. Razonamientos simplistas

Las personas autoritarias viven rodeadas de puro artificio. A simple vista nos imponen y puede que hasta nos asusten. Suelen colocarse en altos pedestales, lo sabemos, pero la base que los sostiene es tan débil que basta con escuchar sus argumentos para descubrir que tras ellos. Hay una mente simple, una mente hueca de argumentos, yerma de ideas y razonamientos sólidos.

Su universo personal se limita a defender lo para ellos es la verdad universal. Sin embargo, a menudo es suficiente con desafiarlos con determinados argumentos para derribar ese enfoque simplista en el que sustentan todo su ideario.

No obstante, el mayor problema de la personalidad autoritaria es que tras ese pensamiento simplista puede hallarse la raíz de la agresividad. Por tanto, es común que cuando se sienten amenazados o colocados en una posición de inferioridad reaccionen del peor modo.

Conclusión

Por tanto y para concluir, siempre será recomendable saber manejar con cuidado este tipo de perfiles. Ahí es donde la distancia prudencial es la mejor estrategia y el mejor modo de mantener a salvo nuestra propia integridad psicológica y emocional. Aprendamos a su vez a reconocer la personalidad autoritaria no solo para defendernos de ella, sino para evitar su adhesión y la extensión de un poder carente de sentido que puede poner en riesgo los más nobles valores de nuestra sociedad.

Referencias bibliográficas

Adorno, TW (1950). La personalidad autoritaria. Nueva York: Harper.

Martin, JL (2001). La personalidad autoritaria, 50 años después: ¿Qué preguntas hay para la psicología política? Psicología política 22 (1), 1-26.

Altemeyer, B. (1988). Enemigos de la libertad: Entender el autoritarismo derechista. San Francisco: Jossey-Bass.

Dean, J. (2006). Conservadores sin conciencia. Nueva York: Viking Press.


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