Ciberbullying: cuando el acoso llega al mundo virtual

Ciberbullying: cuando el acoso llega al mundo virtual
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Sara Clemente

Última actualización: 06 agosto, 2023

El ciberbullying es un tipo de acoso escolar en un contexto digital. Su relevancia, prevalencia y rápida proliferación, así como la gravedad de sus consecuencias dificultan su detección, prevención y erradicación.

Las nuevas tecnologías son herramientas de primer orden en la formación, socialización y ocio de las personas. Sin embargo, el uso nocivo que se hace de ellas ha aumentado entre los más pequeños en los últimos años. Especialmente por padres que dejan que sus hijos naveguen por un mundo que tiene muy pocos filtros.

Según la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria (Sepeap) solamente se detecta uno de cada diez casos de acoso escolar. Es decir, el 90% de niños que lo sufren lo hacen en silencio. Por eso es tan importante detectarlo y prevenirlo a tiempo.

Es una variante del bullying

Este término extraído de la literatura anglosajona referido al acoso escolar tiene un rasgo característico. El bullying se produce cuando un líder de un grupo o un conjunto de alumnos tienen un comportamiento agresivo o maleducado con alguno de sus compañeros.

Esta forma de comportamiento violento tiene diversas tipologías. Dependiendo del espacio en el que se desarrolle y la forma en que se manifiesta, se puede distinguir entre:

  • Bullying emocional: es el más sutil, porque se refiere al acoso psicológico. Incluye el aislamiento social o exclusión de un niño por otros en actividades o tareas grupales. Es uno de los más difíciles de detectar.
  • Comprobación bullying: es el más común y el mayoritario entre los chicos. Supone maltrato (golpes, empujones y hasta palizas) y puede incluir vejaciones verbales. Una variante es el llamado presas bullying, que se da en los niños racistas que atacan a personas de otras culturas.
  • Bullying sexual: implica contacto físico y/o comentarios abusivos. Entre ellos, referencias malintencionadas a partes íntimas del cuerpo de la víctima, observaciones machistas y obscenas, tocamientos sexuales o presiones al menor para que haga algo contra su voluntad.
  • Bullying verbal: su finalidad es discriminar mediante la imitación, la difusión de rumores y bromas insultantes y repetidas. Por ejemplo, poner motes, insultar, provocar o burlarse y reírse de él.
  • Ciberbullying: es el que se realiza a través de las nuevas tecnologías. A continuación lo tratamos de manera extensa.
Niña mirando el ordenador siendo víctima de ciberbullying

Qué es el ciberbullying

El ciberbullying es una práctica de acoso entre iguales en el entorno TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), que incluye actuaciones de chantaje, vejaciones e insultos de niños a otros niños (INTECO, 2009).

Estamos ante un caso de ciberabuso cuando un menor amenaza, hostiga o humilla a otro mediante el empleo de medios telemáticos (Internet, teléfonos móviles, videojuegos online u otras tecnologías, principalmente).

Es totalmente indispensable que el acoso se dé entre menores de edad, porque si hay de por medio alguna persona adulta, ya estaríamos hablando de otro tipo de abuso o delito.

Manifestaciones del ciberbullying

Las formas que adopta el ciberbullying son múltiples y proliferan a un ritmo equivalente a como lo hacen las nuevas tecnologías. En estos casos, la imaginación y creatividad de los verdugos impide la existencia de una única vía de actuación paliativa.
Una de las conductas más repetidas entre los acosadores es la divulgación de información comprometida, como fotografías, vídeos o imágenes con contenido perjudicial o que avergüence a la víctima. Pero hay muchas más.

  • Rankings negativos: crear conversaciones, grupos o foros en los que otros menores tengan que dar puntos o votar por el más feo, menos listo, más freaky
  • Información personal falsa y suplantación de personalidad: los menores se hacen pasar por la víctima y crean espacios personales o perfiles falsos con su nombre. En ellos vierten confesiones comprometidas y privadas. Además, dejan comentarios en otras páginas web de contenido ofensivo, de manera que las quejas y repercusiones se ceben posteriormente con él.
  • Usurpación de identidad: registran su usuario en distintos portales, de forma que el pequeño se convierte en víctima del spam (correo electrónico no deseado). Además, incluyen sus datos personales y de contacto, de forma que completos desconocidos puedan ponerse en contacto con él.
  • Violación de intimidad: suelen cambiar sus claves de acceso en redes sociales y correo electrónico. Además, se hacen con sus contactos y su información privada.
  • Sembrar rumores falsos: ponen a circular rumores por las redes, para que el pequeño sea juzgado por el resto. Incluso, si los comentarios son vejatorios u ofensivos, otros niños pueden sumarse al ciberacoso y ejercer sus propias formas de represalia.
  • Amenazas vía e-mail o móvil.

Todas estas situaciones pueden darse de forma individual o combinada. Pero aunque solamente sea una la conducta que llevan a cabo, los perjuicios psicológicos que causan los ciberacosadores en la víctima son sumamente graves.

No es tan parecido al acoso escolar

Aunque ambos tienen como base un abuso entre iguales, poco más tienen que ver. No son tan similares como parecen, puesto que difieren en las causas, las maneras de manifestarse y en las estrategias que emplean para solucionarlo.

El bullying suele desarrollarse en un espacio físico, mientras que el ciberbullying, en uno virtual. Esto supone que el acoso online no requiera simultaneidad de lugar y tiempo. Es decir, víctima y agresor no tienen por qué coincidir ni en un mismo sitio ni a una determinada hora.

Niña mirando el móvil preocupada

En el ciberacoso no hay agresión física porque no existe contacto directo entre acosador y acosado. El daño se realiza por medio de un canal de naturaleza tecnológica, mientras que el bullying requiere de la presencia física de ambos.

Por otro lado, es más probable que el bullying sea seguido de ciberbullying, que sea éste último el que derive en bullying.

Respecto a la duración del abuso, el digital suele ser prolongarse más en el tiempo que el convencional. Entre otras razones, esto se debe a la dificultad de controlar la rapidez de difusión del contenido.

¿Por qué es especialmente grave el ciberbullying?

El ciberbullying puede comenzar con hechos aislados y puntuales, pero si las consecuencias para la víctima adquieren una gran repercusión y se vuelven virales, pueden suponer el inicio de una relación muy peligrosa de acoso. De hecho, el maltrato psicológico suele tener efectos más duraderos, profundos y devastadores que el maltrato físico. Incluso deja secuelas que el tiempo no cura. En casos de gravedad extrema, las secuelas pueden hacer que la víctima caiga en depresión y que aparezca un riesgo de suicidio.

En concreto, son las singulares características del contexto digital lo que le convierten en algo tan peligroso. Estas propiedades son, entre otras, el anonimato, la tardanza en la percepción del daño causado, su accesibilidad e inmediatez, la potencia de Internet o la dificultad de generar empatía en el entorno digital.

El ciberbullying puede darse en todas las etapas de desarrollo del niño, pero durante la adolescencia es especialmente difícil de tratar. Principalmente por la soltura y el conocimiento que tienen de las nuevas tecnologías, el desparpajo que van adquiriendo, así como el impacto que cualquier hecho entre iguales puede tener en su identidad.

No cabe duda de que este tipo de maltrato es uno de los problemas más complejos al que nos enfrentamos hoy en día, ya que que involucra a menores de edad. No quiere decir que sea mayoritario en la infancia, pero sí es lo suficientemente peligroso como para tenerlo presente y tomar medidas.

Cómo combatir el ciberbullying

El ciberacoso es un problema de salud pública. Lo adecuado es abordarlo de forma multidisciplinar en el ámbito familiar y escolar, así como desde las instituciones jurídicas y de seguridad. La respuesta ha de ser contundente, proporcional y ajustada.

Prevenir es curar. El pediatra (prevención primaria) y la detección precoz (prevención secundaria) son cruciales para enfrentarse al problema de forma temprana y minimizar sus consecuencias. Es importante actuar con rapidez, porque cada día cuenta.
La prevención primaria debe incluir preguntas al menor y a sus padres orientadas al uso que el pequeño hace de las nuevas tecnologías. La finalidad es detectar posibles riesgos y transmitírselos a los progenitores, para concienciar del problema y tomar medidas.

Algunas de estas cuestiones deben contemplar el tiempo que permanecen pegados a la pantalla y el lugar donde está el ordenador en su casa. También si emplea micrófonos o webcams, si tiene Internet, si usa correo electrónico y/o redes sociales y cómo y para qué las emplea.

Además, el profesional puede ahondar en las actividades que realiza el menor cuando está conectado y cuando no lo está. Si habla con gente que no conozca y si en algún momento ha recibido insultos o amenazas o ha sido insultado y atemorizado. Toda información es oro.

La prevención secundaria debe tomar en cuenta la sintomatología del ciberbullying. De forma general, suele manifestarse en cefaleas, dolores abdominales, dificultades para conciliar el sueño, cambios de humor o en el estado de ánimo.

El control parental

Especial incidencia se ha de hacer en el uso de programas de control parental. Estas herramientas permiten a los padres supervisar, controlar y limitar el contenido al que sus hijos pueden acceder a Internet. Una de las más conocidas es SecureKids Control Parental.

Son válidas para múltiples dispositivos, desde ordenadores, móviles o tabletas. Basta con instalar esta herramienta en el aparato electrónico y disfrutar de sus ventajas. Algunas de las opciones que ofrecen estas aplicaciones son:

  • Bloqueo de sitios o páginas web concretas.
  • Limitación al acceso a ciertas aplicaciones, como programas de mensajería instantánea, chats o redes sociales.
  • Bloqueo de llamadas: configuración de llamadas internacionales o números desconocidos.
  • Tiempo de uso de juegos o navegadores.
  • Geolocalización: permite conocer dónde está el niño en tiempo real.
  • Botón de emergencias o del pánico: el pequeño puede enviar una alerta de emergencia, avisando de una situación excepcional.
Palabra cyberbullying tachada

Decálogo para una víctima de ciberbullying

Si crees que tu hijo o algún menor de tu entorno puede estar sufriendo ciberbullying, déjale leer éste decálogo. Así, podrá saber cómo actuar si se siente ciberacosado:

  • Pide ayuda: cuéntale el problema a alguien de confianza. Bien a tu padre, tu madre, tus profesores o a alguien cercano que sepas que te puede socorrer.
  • No respondas a las provocaciones: ignorar es la mejor respuesta. Conserva la calma, sosiega tu impulsividad. Lo que buscan es herirte, así que no les des ese gusto.
  • No frecuentes los sitios web en los que estás siendo asediado: si el boicot se realiza en redes sociales, foros o chats trata de no entrar a menudo. Si el bullying llega al correo electrónico o el móvil, baraja cambiar de número.
  • Cuanto menos sepan de ti, mejor. La información es poder y lo más seguro es que usen cualquier dato tuyo para tratar de ridiculizarte y avergonzarte. No facilites tus datos personales a personas que no sean de tu entera confianza.
  • No te obsesiones. Si consigues saber quién está detrás de los ataques, mejor. Pero que no se convierta en un motivo de insomnio. Debes seguir con tu vida normalmente.
  • Mantén la presunción de inocencia. No des por sentado quién es tu acosador y en ningún caso vulneres derechos de ninguna persona para tratar de averiguarlo.
  • Guarda las pruebas. Pueden servirte de ayuda en un futuro cercano.
  • Si lo crees necesario, advierte a los acosadores de que están inquiriendo en un delito. Es bueno hacerles saber que si persisten, les vas a poner una denuncia.
  • Puedes sugerirles webs, como www.ciberbullying.net, para que comprueben la ilegalidad de sus actos.
  • Si el acoso no cesa, toma medidas legales.

Desde ataques a la intimidad, calumnias e injurias, a cuestiones de propiedad intelectual y de derechos de autor. Lo cierto que son múltiples los delitos que pueden cometer los menores haciendo uso de las nuevas tecnologías.

En el caso que nos ocupa, el amparo legal de las víctimas se encuentra reflejado en el artículo 197 del Código Penal. En él se detalla el castigo al descubrimiento y la vulneración de la intimidad del otro sin consentimiento del titular. También recoge la posibilidad de que la víctima sea un menor o un incapaz.

No debemos olvidarlo: 1 de cada 10 niños sufren ciberbullying. Por eso, el reto ha de ser solamente uno: acabar con la violencia entre “iguales”. Y para ello: diálogo, prevención y educación.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.