Colapso mental: cuando siento el peso del mundo sobre mí
A veces nos sentimos como Atlas, aquel titán al que Zeus castigó y le obligó a llevar el peso de los cielos y la Tierra sobre sus hombros. Son situaciones en las que no solo tenemos la clara sensación de cargar sobre nosotros el peso del mundo, además, experimentamos eso que en psicología se conoce como colapso mental: un estado en el que nos sentimos incapaces de reaccionar.
Estas situaciones pueden definirse también como colapso o bloqueo nervioso porque afectan al cuerpo, a nuestro enfoque y motivación. Son esos momentos en los que el agotamiento es absoluto, combinándose con una inquietud tan creciente que es imposible lograr un descanso reparador. Es llegar al máximo de nuestras fuerzas y no precisamente por haber hecho un gran esfuerzo físico. Más bien, se debe a nuestro desgaste emocional.
Estas situaciones son muy comunes, por ejemplo, en los opositores. Justo después de presentarse a las pruebas, de realizar los exámenes y someterse a esa situación de elevada angustia, en lugar de surgir el descanso aparece el colapso, la crisis nerviosa y eso a lo que llamamos comúnmente «bajón».
¿Por qué ocurre? Sucede básicamente porque uno ha pasado mucho tiempo focalizado en ese objetivo. Hay muchas emociones acumuladas y, a menudo, no canalizadas. Cuando uno se enfrenta a la situación estresante, el nerviosismo no desaparece. La mente queda bajo mínimos y se alía con el propio cuerpo para decir «basta» hasta aquí hemos llegado.
Sucede lo mismo en otras circunstancias. Lo analizamos.
Colapso mental: ¿en qué consiste?
«Estoy agotado, no puedo más y tengo la sensación de que he llegado al límite y me va a dar algo». Esta frase, que todos nos podemos haber dicho alguna vez, encierra tras de sí algo más que mero cansancio. Al fin y al cabo, el agotamiento no deja de ser un síntoma, la pista evidente de que algo ocurre en el organismo. Esa sensación de estar exhausto se debe, en la mayor parte de los casos, al hecho de haber realizado un esfuerzo físico prolongado en el tiempo.
Ahora bien, el cansancio suele tener un origen emocional. Es la combinación a menudo tóxica de la preocupación, de estar permanentemente alerta, focalizados sobre un objetivo determinado, de alimentar la autoexigencia y de sentir angustia por la incertidumbre, por no saber qué va a pasar…
Todo ello actúa como una tormenta fatal en la que se incrementa la adrenalina, el cortisol y esos neuroquímicos que buscan activarnos, pero que a su vez terminan pasando factura al cuerpo y la mente. La tensión nerviosa no tarda en aparecer y con ella el colapso mental. Conozcamos más datos.
El colapso mental, una respuesta psicofisiológica ante el estrés
El colapso mental no deja de ser una respuesta ante el estrés mantenido en el tiempo. Es como un cortocircuito psicofisiológico desde el que sentimos que no podemos dar más de nosotros mismos. Hemos llegado a un punto en que el agotamiento físico es inmenso y el desgaste mental absoluto.
Lo más complejo, es que este estado no se alivia durmiendo 20 horas seguidas. Porque lo que se entremezcla con el colapso mental es el nerviosismo y la inquietud persistente. Así, estudios como el llevado en el Laboratorio de Neuroendocrinología de la Universidad Rockefeller, en Nueva York, nos recuerdan que los efectos del estrés sobre el cerebro son más serios de lo que podamos pensar.
Esa sensación de alerta, presión y preocupación constante genera una liberación de neuroquímicos como el cortisol que acaban afectando al funcionamiento del hipocampo, la amígdala y la corteza cerebral. Hay una hiperactivación y esa hiperactividad no desaparece así como así. Es por ello que lo que solemos percibir en estas situaciones es lo siguiente.
Síntomas psicológicos
- Problemas para centrar la atención.
- Fallos de memoria
- Cambios de humor.
- Baja motivación.
- Negatividad.
- Sensación de irrealidad debido a la niebla mental (sensación de que aquello que me rodea y que ocurre no es del todo real).
Síntomas físicos
- Patrones del sueño alterado: despertares frecuentes, pesadillas…
- Agotamiento.
- Dolor muscular, cefaleas, alteraciones digestivas.
- Sensación de ir más lento de lo habitual, de no poder caminar ni reaccionar más rápido.
¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos colapsados mental y físicamente?
Como venimos señalando, cuando una persona sufre un colapaso mental, suele recuperarse solo descansando. Es más, en gran parte de los casos ni siquiera con la calma se consigue este descanso. Por ello, es adecuado reflexionar en una serie de estrategias:
- Detectar nuestras fuentes de estrés y manejarlas. Si hemos estado sometidos a situaciones estresantes, como tener que entregar un proyecto, realizar exámenes, hacer un trámite que nos angustiaba… Es momento de mentalizarnos de que todo eso tiene un principio y un final.
- Racionalizar esos puntos que nos quitan la calma y tener un mayor control sobre ellos. Somos nosotros quienes debemos dominarlos y no a la inversa.
- El descanso físico y nuestra recuperación no será posible si antes no identificamos y trabajamos esos aspectos que nos quitan la calma. Hay que tenerlo muy presente.
- Por otro lado, es adecuado mejorar nuestros hábitos de vida: cuidar alimentación, permitirnos instantes de descanso y ocio, hacer deporte, compartir tiempo con personas con las que poder hablar de nuestras preocupaciones, etc.
- Los ejercicios de respiración y relajación también son muy adecuados en estas circunstancias.
Para terminar, cuando seamos conscientes de que estamos pasando por un colapso mental, por esa situación de crisis en la que nos sentimos incapaces de reaccionar ante lo que nos sucede, lo último que debemos hacer es forzarnos. Es momento de llevar a cabo eso que a veces tanto nos cuesta: «parar, darnos tiempo y atendernos». Esa es siempre la mejor estrategia.
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- McEwen, B. S. (2008, April 7). Central effects of stress hormones in health and disease: Understanding the protective and damaging effects of stress and stress mediators. European Journal of Pharmacology. https://doi.org/10.1016/j.ejphar.2007.11.071