Cómo defenderte del abuso psicológico
Más veces de las que quisiéramos, el mundo no es un lugar tan amable como debiera serlo. No es raro que te topes con la indiferencia o la insolidaridad, pero aprendes a lidiar con ellas. Lo malo es que en ocasiones ya no solo debes enfrentar la frialdad del entorno, sino que de manera casi imperceptible terminas sintiéndote víctima de un abuso psicológico con todas sus letras.
Ocurre en un supermercado cuando deliberadamente roban tu lugar en la fila. También tiene lugar en tu trabajo, si tienes la mala fortuna de dar con uno de esos jefes a los que les hubiera ido mejor como dictadores. El abuso también aparece cada vez más frecuentemente en las escuelas y, cómo no, dentro de tu propia casa.
Están en todas partes
Frente a un sujeto abusivo hay algunos que reaccionan eficazmente. Le ponen coto a la agresión psicológica, sin pensárselo mucho. En cambio otros responden mostrándose más abusivos aún y el desenlace es siempre impredecible. Gana el que esté mejor entrenado para abusar psicológicamente de otros, aunque normalmente negocian quedar “en tablas”.
Pero en muchas personas, especialmente si han recibido una educación muy restrictiva, sobreprotectora, o tienen dudas sobre sí mismos, emergen los miedos infantiles, las grietas de la autoimagen. Son las víctimas favoritas de los abusadores. Saben que alguien asustado es un terreno fértil para instalar su mezquino imperio de arbitrariedad.
Se forma entonces un lazo muy fuerte: el abusivo necesita desesperadamente a su víctima para compensar su necesidad narcisista de poder; y la víctima siente que es completamente imposible escapar de su agresor, que no tiene los atributos necesarios para hacerlo.
La mala noticia es que para romper ese círculo infernal se necesita una fuerte inversión de energía y valor. La buena noticia es que hasta en los casos más extremos es posible salir de allí. La pregunta es ¿Cómo?
Saliendo del círculo de abuso
La primera tarea es reconocer tu condición de víctima. Por favor, no caigas en la tentación de justificar el maltrato que recibes. Toda persona abusada siente interiormente que, de una u otra manera, lo merece. Pero es mentira. Se trata de una reacción inconsciente que se debe a conflictos contigo mismo y con figuras de autoridad en tu pasado.
Tu siguiente paso debe ser el de encontrar apoyo en otros. No busques alguien que “te salve”. Comienza simplemente por exponer tu situación a las personas en quienes confías. Si la soledad es parte del problema (como frecuentemente ocurre), no importa. Busca un sacerdote. Habla con la manicurista. Cuéntale a un vecino. Lo importante aquí no es que encuentres orientación, sino que verbalices lo que te pasa. Al hacerlo es muy probable que vayas sintiéndote paulatinamente cada vez más fuerte.
Identifica las expresiones que utiliza el abusador para intimidarte. Analízalas. Recuerda que el abuso está en toda afirmación que ponga en duda tu valía o te minimice como ser humano. Frente a estas aseveraciones, empieza a oponer fórmulas de lenguaje que reafirmen tu presencia. Por ejemplo, frente al clásico “Tú no eres capaz de…”, responde con “Tal vez no sea capaz en este momento. Pero quiero aprender a serlo y lo voy a intentar”.
Enseguida debes ir ampliando poco a poco la distancia emocional con el agresor. Nunca le hagas confidencias y comienza a alejarlo de los aspectos privados de tu vida. No negocies, muéstrate firme. Cuando sientas que es el momento, comienza a expresarle clara y directamente tu molestia por la forma como te trata. No lo acuses. Si lo haces, le darás pie para que haga una larga lista de pretextos. Más bien dile lo que sientes: “Cuando me gritas, me siento asustado. Y no quiero sentirme así”.
Amplía cada vez más el alcance de estas acciones y verás cómo, paso a paso, vas saliendo del círculo abusivo. Si la situación es más grave e implica peligros psicológicos o físicos más graves para ti, no lo dudes: tienes que pedir ayuda profesional. Es tu obligación consultar con un psicólogo y con un abogado. Hazlo cuanto antes y no te permitas posponerlo.
Imagen cortesía de Bruno.