Cómo podemos ayudar a los niños a resolver problemas
Los niños necesitan aprender a resolver sus problemas por sí mismos. De hecho, la resolución de problemas es una de las habilidades más importantes para el futuro de nuestros hijos. Así, si les ayudamos en la tarea de mejorar en ellas les haremos un gran favor. No hay que esperar a que lleguen a la adolescencia: un niño debería empezar a enfrentarse a sus problemas ya en la etapa preescolar.
Al interceder por nuestro hijos e intentar resolver la mayoría de sus problemas estamos educando niños dependientes, débiles e irresponsables. El reflejo de esta sobreprotección, cuando existe, se manifiesta claramente en situaciones tan cotidianas como hacer los deberes o gestionar por ellos los conflictos que tengan con sus compañeros.
Sin embargo, el problema de muchos padres es que ellos tampoco saben muy bien cómo es exactamente ese proceso de resolución de problemas. Ellos lo resuelven como pueden o saben y punto, sin saber muy bien el proceso que utilizan ni poder describirlo explícitamente. Eso no es malo, simplemente significa que se ha asimilado el proceso, pero no lo saben explicar.
Por qué los niños necesitan resolver sus problemas
Los niños se enfrentan a muchos problemas todos los días, problemas que van desde dificultades académicas, problemas con sus compañeros, problemas en sus juegos y deportes, dificultades para completar una tarea o incluso problemas para decidir qué atuendo es el más adecuado para una ocasión particular.
Cuando un niño resuelve un problema, de paso está mejorando su autoestima y la confianza que tiene en sí mismo. Algo que sin duda, les hará más independientes y seguros.
Por otro lado, cuando un niño no tiene las habilidades para resolver un problema y de alguna manera se siente inferior a él, lo que hace es poner en marcha un proceso de evitación. Por ejemplo, si un niño está siendo molestado por sus compañeros y no está seguro de cómo responder, lo que va a hacer es, en lugar de enfrentarse a la situación, decir que no le gusta la escuela, estudiar menos o quejarse de problemas de salud para no tener que exponerse a la situación.
Otros niños que carecen de habilidades para resolver problemas van a optar por no reconocer que tienen opciones, reaccionando de manera impulsiva, sin pensar, haciendo lo que alguien les diga o manifestando violencia.
Ayudar a los niños a aprender a buscar opciones y buscar la mejor, no significa hacer el proceso por ellos, sino acompañarles durante el mismo.
Cómo enseñar a los niños para evaluar los problemas
Los niños tienen que empezar por identificar que tienen un problema. A veces no son conscientes de ello o no se han atrevido a verbalizarlo. El niño tiene que reconocer que tiene un problema. Como dijo Ludwig Wittgenstein, si un problema puede plantearse, también puede resolverse. Probablemente estaría hablando de cuestiones filosóficas trascendentales, pero el planteamiento es igualmente cierto para los problemas de la vida diaria.
Una vez que los niños identifican el problema, llega el momento de generar soluciones, antes de decantarse por una. Una forma, que a ellos les encanta y que también utilizamos los adultos, es la lluvia de ideas. Consiste en decir o apuntar todas aquellas soluciones que se nos ocurran, por disparatadas que parezcan. Esta forma de pensar es fantástica, ya que precisamente esas ideas disparatadas -más tarde mediante un proceso reflexivo- nos pueden dar una solución realmente buena.
Una vez que un niño reconoce varias opciones y las posibles consecuencias de cada una, llega el momento de decidir qué opción es la mejor. Aquí hay que enseñar a los niños que si eligen una acción y esta no resuelve el problema, siempre se puede intentar otra cosa. En este sentido, hay que animarles a seguir tratando de resolver un problema hasta que se resuelva.
Discutir los problemas de forma activa
Cuando les aparecen problemas, a no ser que sea una situación realmente peligrosa, no tenemos que precipitarnos para resolverlos por ellos. Si ves que tu hijo se está esforzando en superar una dificultad, deja que lo haga él aunque le cueste infinitamente más que a ti. Valora más el hecho de que ponga ilusión y coraje en algo que el hecho de que lo consiga o no.
Solo cuando veas que realmente no sabe qué pasa, no sabe qué hacer o no ha tomado el camino correcto puedes echarle una mano. Pero no para resolver el problema, sino para ayudarle a reconocerlo y enfocarlo para luego buscar opciones.
Otro aspecto importante que hay que evitar es castigar o reprender a un niño cuando no es capaz de resolver un conflicto o cuando muestra signos de tener un problema. Si discute a menudo con sus hermanos o saca malas notas, por ejemplo, lo que hay que hacer es ayudarle a plantear el problema y buscar soluciones, no alimentar la fuente de conflictos o dificultades.
Permite que el niño experimente las consecuencias naturales de sus decisiones
Cuando a los niños se les permite experimentar las consecuencias naturales de sus decisiones es cuando aprenden realmente habilidades para resolver problemas. Tener en cuenta las consecuencias naturales significa permitir que el niño haga una elección y luego se enfrente a las consecuencias, positivas o negativas, que puede reportar.
Cuando un niño o adolescente está experimentando las consecuencias de una decisión tomada libremente se puede aprovechar para discutir qué ha pasado, por qué ha ocurrido y qué otras opciones había.
Sin embargo, si no dejamos que nuestros hijos empiecen a moverse en el mundo real no aprenderán a tomar buenas decisiones, despreciaran cualquier riesgo porque tendrán la sensación de que son totalmente inmunes. Así, no olvidemos que solo aprenderán a tomar decisiones si dejamos que experimente todo el proceso, desde la definición del problema hasta le afrontamiento de las consecuencias de sus acciones.