¿Cómo consiguen los terroristas que haya gente que se una a ellos?
Por desgracia, los atentados terroristas aparecen en los informativos y en la prensa mucho más de lo que nos gustaría. De hecho, precisamente por la repetición y la exposición continuada hemos llegado un punto de insensibilización preocupante. Lo raro se ha vuelto habitual y lo habitual siempre parece menos grave.
La combinación de poca información con imágenes impactantes se ha convertido en un habitual. Las consecuencias: desinformación y un descenso en el interés. Sin embargo, el terrorismo no es un fenómeno que las fuerzas de seguridad y los mandatarios de los grandes países puedan combatir. El terrorismo es un combate diario que empieza en el trato a nuestros vecinos.
Errores a los que nos inducen
El terrorismo es un fenómeno que en líneas generales y en su origen para muchos puede ser lejano a occidente. Si bien hay personas que lo han vivido de cerca, muchas de las personas que caminan a diario por las calles de occidente nunca habían pensado que pudiera tocarles cerca, que pudiera amenazarles; inspirarles miedo, más allá de la compasión por “víctimas lejanas”.
Esta supuesta lejanía, junto con la desinformación de las noticias, convierten al terrorismo en un fenómeno de marginados, pobres e inmigrantes.
Pero, ¿es esto real? Si tomamos como ejemplo Europa, la mayoría de los terroristas no son ni pobres ni marginados sociales ni inmigrantes. La mayoría son personas de clase media, aparentemente bien adaptadas y con la nacionalidad del país donde residen y atentan. Esto puede dar miedo: un terrorista no es tan diferente a nosotros analizado desde fuera.
Esta afirmación nos lleva a una importante cuestión, ¿cómo consiguen los terroristas que estas personas se unan a ellos? La respuesta se encuentra en la captación y el reclutamiento. Aunque generalmente las noticias que nos llegan describen a personas que planean y ejecutan atentados por su cuenta, la realidad es que detrás de esas personas hay otras personas que las manipulan.
Un mal momento
En un principio los captadores de las organizaciones terroristas seleccionan a las personas que parecen susceptibles de ser reclutadas. Estas personas suelen estar pasando por un mal momento, puede ir desde ingresar en prisión o llegar a un nuevo país hasta romper con la pareja o sufrir el estrés de no responder a las expectativas familiares. En cualquier caso, hablamos de una persona normalmente adaptada pero que en momento en el que se produce el reclutamiento está de alguna manera aislada y culpa a las circunstancias.
En definitiva, los reclutadores buscan personas vulnerables que albergan un resentimiento por las condiciones en las que en ese momento navegan sus vidas.
Los reclutadores se van a encargar de acercarse a estas personas y funcionar en la fase inicial como un apoyo. En un principio van a ahondar más en su dolor. Las personas que pasan por un mal momento suelen tener un bajo control. Los eventos estresantes se suceden sin que puedan hacer nada por evitarlos, por lo que la sensación de falta de control aumenta. Los reclutadores van a potenciar esa sensación de falta de control, facilitando finalmente a estas personas la que ellos presentan como única salida.
La sensación de ser marginado junto con el bajo control van a afectar al sistema inmunitario físico, pero también al psicológico. Sus defensas en los dos planos van a ser bajas, por lo que la sensación de peligro y angustia cada vez va a ser mayor. La persona va a sentir débil e indefensa.
Esta situación se conoce como aversión. Si una persona permanece en una situación aversiva durante un largo período de tiempo va a acabar padeciendo trastornos de tipo orgánico, cognitivo y emocional. Este cuadro va a hacer que la persona sea más sugestionable de manera que va ser más fácil que confíe en los reclutadores.
Cambio de identidad
En estas condiciones lo normal es que la persona pierda la seguridad en sí misma al percibir que no puede controlar la situación. La segunda consecuencia es la pérdida de la identidad personal. Hablamos de una persona que pierde el contacto con la realidad y se aísla socialmente. Es una persona que carece de motivación hacia sus logros personales y, por tanto, fácil de persuadir.
Mientras estos procesos se van sucediendo, esta persona también va a tener emociones negativas “muy energéticas” o proactivas, como el odio, la ira, la duda y la aversión. Pero también emociones negativas de relajación como la humillación, el miedo y la frustración.
Paralelamente a estos procesos, los reclutadores van a darles algo por lo que vivir a estas personas. Les van a ofrecer una identidad como un miembro de un grupo. Les ofrecerán prestigio y apoyo social. Les darán normas sencillas y rígidas para vivir. A la vez, imprimirán una ideología que justificará la violencia contra aquellos que los marginan.
La captación de los futuros terroristas
El panorama es que tenemos a una persona ineficaz, con actitud negativa, no centrada en la tarea, frustrada y, por lo tanto, irritable y agresiva. La consecuencia es que puede empezar a pensar de forma compulsiva que sus males están causados por el entorno social que la rodea y por las personas que forman parte de él. Los reclutadores pueden sacar buen rendimiento a esta situación en favor de su misión.
Los reclutadores y captadores se benefician de un mal momento que cualquiera puedes tener. Explotan esa situación para dejar a la persona sin recursos psicológicos y sociales. Una vez que no tiene como defenderse, les ofrecen una salida a su situación. Les ofrecen la posibilidad de vengarse contra aquellos que los han marginado, de volver a empezar, les perdonan todos sus errores. Por ello, la prevención comienza en el entorno cercano. Como se ha visto, contar con apoyo social y tener recursos psicológicos pueden evitar males mayores.