Creando campeones de verdad (psicología del deporte)
¿Os habéis preguntado alguna vez a dónde miran los chicos y chicas cuando practican deporte, y más concretamente cuando juegan al fútbol? Todos (o casi todos) miran al balón. Están inmersos en el juego de tal manera que sacarlos de esa situación resulta a veces complicado.
Si os acercáis a un parque o a un colegio y miráis detenidamente cuando los chico/as están jugando al fútbol observaréis que se dejan llevar por el balón en una especie de trance hipnótico que aprecian más que cualquier otra cosa en el mundo. En las competiciones que los chicos/as juegan ocurre algo parecido. Solo existe el balón.
Pero a veces encontramos que ese juego -no olvidemos que antes que deporte es un juego- lo vamos cubriendo con capas como si fuese una cebolla. Una equipación, un equipo, un club, unos entrenadores, unos padres y así hasta convertir el fútbol en la “Champions League” en miniatura. Chicos con equipaciones deportivas de primeras marcas, botas que imitan a las que calzan los futbolistas famosos, césped artificial y todo aquello que genera un ambiente competitivo.
Hasta aquí todo normal, excepto cuando, debido a esto último, chavales que lo único que quieren es practicar un deporte con sus compañeros y pasárselo bien, se convierten en niños cargados de ansiedad por hacerlo a la perfección, como si jugar formara también parte de sus obligaciones.
El papel de los adultos en el deporte base
Si vamos a un campo de fútbol un sábado por la mañana no es raro que nos encontremos a todo un “ejército” de padres detrás de sus hijos, poniendo parte de su fe en cada patada de su retoño. Ven en él una luz, una promesa de goles televisados, de entrevistas en exclusiva y de portadas de periódicos a todo color.
Para ello, se dejan el alma animando, pero también protestando y abroncando a niños que solamente están jugando: intentando pasárselo bien y aprender de todos los valores positivos que ofrece un deporte.
Quizás muchos padres piensen que lo que he contado es una exageración o la constatación de un problema que en parte ha existido siempre: una dramatización de un problema que no existe o que de existir no genera tantas consecuencias negativas. Fuera de ese ambiente, el sentido común afortunadamente es sabio y sabe señalar a aquello que envenena al deporte.
Llegados a este punto, conviene recordar a algunos integrantes de la familia deportiva del fútbol (clubes, directivos, directores técnicos, entrenadores, padres y familiares) algunas pautas para mantener la salud física y mental de nuestros hijos/as. Dejo fuera de aquí a los denostados árbitros, pues a estas edades los ellos deberían ser meros testigos y directores del juego.
Algunos consejos para que los niños disfruten del deporte
Imaginad que están escritos por los propios niños…
1.- Soy un niño
No sabemos si os habéis dado cuenta de que solo somos personitas que no llegan al 1’50 de altura. Y que lo único que queremos es jugar. Cuanto más tranquilos nos dejéis mejor, porque lo que es jugar a nosotros se nos da de maravilla y ya reñimos nosotros lo suficiente para que echéis más leña al fuego. Dejad que nuestras riñas caigan en el olvido y dejad que nos reconciliemos.
2.- No estamos pensando en lo que seremos de mayores
Tú que eres adulto sabes que la vida da muchas vueltas. Solo te pido que me dejes disfrutar de este deporte con mis compañeros ahora. Lo que tenga que venir, si la fortuna y mis aptitudes dan para ello, ya vendrá. Ayúdame a disfrutar de mi infancia, ya tendré tiempo de ser adulto.
3.- Me gustan los valores del deporte
Me encanta el trabajo en equipo, compartir, ayudar a mis compañeros e incluso la sensación de disciplina que nos impone nuestro entrenador. Cuida este ambiente y no me enfrentes a los rivales, porque esto no es ninguna guerra, solo un juego.
4.- ¡Claro que me gusta ganar! ¡Y también no ganar!
Por eso, no necesito que me machaques todo el camino de vuelta a casa, que comentes cada jugada en la que se me ha escapado el balón o he estado un poco torpe.
Tu papel es el contrario, el de quitarle hierro al asunto y el de animarme para que cuando empecemos a comer ya esté pensando en qué vamos a hacer por la tarde. Llévame a merendar y verás que bien nos lo vamos a pasar.
5.- No quiero avergonzarme de tu comportamiento
¿Cuántas veces me has dicho que siempre hay que comportarse? Es pitar el árbitro y trasformarte en alguien al que no reconozco. No conozco a la persona que me quiere y me aconseja con paciencia y que vela por mi desde mis verdaderos intereses.
No ha salido la pelota de banda y ya has lanzado un insulto, dado alguna instrucción como si fueras el entrenador y pensado que valgo para todo y no valgo para nada. No te olvides del equilibrio, siempre eres mi ejemplo. También en el deporte, que no deja de ser parte de la vida.
6.- Ya tengo un entrenador
No me dirijas constantemente desde la banda, no me digas “tira”, “chuta”, “pasa” o “regatea”… Y menos, todo a la vez. Mi entrenador ya me dice lo que tengo que hacer. No intentes ayudarle, él sabe muy bien cómo nos tiene que dirigir. Y si hay algo que crees que está haciendo mal, pide hablar con él, para que te de las explicaciones oportunas. Pero recuerda que tienes que respetarle y aceptar que tenga otro punto de vista.
7.- Si no juego o juego menos tiempo, no te enfades
Todos los niños queremos jugar, pero no medimos el tiempo que jugamos. Para nosotros el tiempo no es una medida de cantidad sino de calidad. Estamos deseando salir y correr tras el balón. Así, participar y formar parte del “espectáculo” nos llena tanto que por las noches no dormimos pensando en el partido. Nuestro entrenador nos irá dando minutos a medida que vayamos estando preparados.
Por favor, respeta las decisiones de mi entrenador. No seas rígido pensando que debería jugar más. A lo mejor deberías pensar que tú no eres entrenador y que lo mejor para mí es que ejerzas de padre. Yo te quiero así.
8.- Los padres también jugáis
Aunque no lo creas, vosotros sois muy importantes cada partido. Vosotros también jugáis. Nos acompañáis, estáis siempre a nuestro lado y eso nos hace sentirnos seguros. Mirar a la grada y ver vuestras caras y vuestro gestos de aprobación para nosotros es fundamental. Sois nuestra hinchada, como en primera, nos animáis en los momentos que estamos pasándolo peor en el juego.
Vuestro comportamiento hace que una tarde de sábado de fútbol se convierta en el momento más maravilloso de la semana. Mi padre me ve jugar al fútbol sin esperar nada a cambio, solo que yo juegue al fútbol y disfrute lo que pueda. Además pensad, que vosotros entendéis, mi valía como persona no depende si regateo mejor o peor, chuto mejor o peor, paro mejor o peor.
9.- Lo importante son las personas, no los resultados
Los directivos deberíais entender que para evaluar a un equipo de fútbol no deberíais coger la clasificación. Estás arriba la temporada es buena, estás abajo la temporada es mala. A un equipo deberíais medirlo por la relación que el entrenador tiene con nosotros los jugadores. Preguntadnos cómo es nuestro entrenador. También cómo nos llevamos los compañeros, ponedle interrogaciones a todo lo que aprendemos cada día.
Qué valores hemos desarrollado durante toda la campaña. Cómo hemos representado a nuestro club cuando hemos viajado fuera. Cómo hemos respetado las instalaciones propias y ajenas. Cómo hemos respetado al rival en las victorias y, especialmente, en las derrotas. Cuánto hemos progresado desde que empezamos. Cuánto hemos aprendido como personas y como futbolistas. Y así podríamos seguir durante mucho tiempo haciendo preguntas de calidad y no de cantidad.
10. El entrenador es para nosotros un guía
Recordad que cuanto más pequeños somos los futbolistas, mejor preparados tienen que estar quienes nos dirigen. Y no nos referimos a haber hecho muchos cursos. Sino a personas con entusiasmo, empatía y con un trato agradable.
Que sepa de fútbol (lo que representa el fútbol ) y no de resultados. Que dirija personas para que crezcan como personas y no futbolistas para hacerlos competidores. Que sepa qué trabajo le corresponde a cada categoría de escalafones inferiores. Un entrenador no un conseguidor de puntos.
Llegados hasta aquí, cabe decir por último que estos consejos deberían aplicarse en los escalafones inferiores de todos los deportes. Pero también es cierto que en todas las categorías el nivel de exigencia es diferente. Por este motivo, la progresión en las demandas hacia los muchachos deben estar muy bien medidas por el club y sus entrenadores y los padres respaldar las decisiones o las directrices que el club marca, siempre que estén dentro de unos limites razonables.