¿Cuáles son los pasos para tomar una decisión?
Muchas personas tienen dudas acerca de cuáles son los pasos para tomar una decisión, ya que a veces este proceso se vuelve complicado o incluso repleto de dudas. ¿Has tenido alguna vez esta inquietud por culpa del fantasma de la culpa o el miedo?
Las decisiones implican un acto de responsabilidad, ya que tienen una repercusión tanto en uno mismo como en otras personas. De hecho, a menudo hacen caminos para las próximas generaciones. Por ello mismo, muchas veces resulta difícil tomar una decisión.
En este sentido, cabe recordar que cada acto de vida lleva acoplado una decisión. Esto es tan común y estamos tan habituados a hacerlo que ni siquiera dimensionamos su relevancia en algunos casos. Parece que solamente prestamos atención a aquellas decisiones alevosamente importantes, aquellas de las que dependen vidas, grandes proyectos o cambios de 180º, cuando somos conscientes del compromiso psicosocial, emocional y cognitivo que implican.
Existen dos fantasmas que pueden interferir en el proceso de toma de decisiones: la culpa y el miedo. Veamos a continuación lo que cada uno de ellos conlleva.
El miedo, un fantasma común en la toma de decisiones
Las decisiones implican una evaluación de las propias capacidades y una prueba de cuánto consideras que vales para enfrentar el desafío que implica decidir y poner en marcha tu elección. Esto quiere decir que una decisión te obliga a mirarte a ti mismo y evaluar si te tienes confianza o no, si valoras tus recursos o, más claramente, si te sientes con capacidad. De acuerdo a la puntuación que coloques a tu autoestima, el miedo será un fantasma de mayores o menores proporciones. Te asustará más o menos.
El miedo te contacta con tu valoración personal, con cuánto crees en ti mismo y cuánto de autoconfianza tienes.
En psicoterapia, permanentemente se trabaja con las elecciones que los pacientes deben realizar y las decisiones consecuentes. La terapia proporciona herramientas para empoderar a las personas frente a sus vulnerabilidad, pues genera mayores niveles de resiliencia y les enseña a los pacientes que pueden elegir y decidir de forma saludable y funcionalmente. De eso se trata la vida, de hacer frente a las situaciones que nos vulneran, aprender de ellas y superarlas. Y para ello hace falta tomar decisiones.
Los pasos para tomar una decisión
Aquí van una serie de recomendaciones en forma de pasos para tomar una decisión o, mejor dicho, para lograr activar y poner en marcha la posibilidad de decidir.
Recuerda que un paso lleva al siguiente, en una especie de efecto dominó, pero controlado. Los siguientes pasos que vamos a ver a continuación constituyen un período previo, es la antesala de la decisión.
Definición de los objetivos
Necesitas discriminar claramente cuál es el proyecto. Esto implica una determinación limpia y sin confusiones acerca de lo que deseas llevar a cabo.
Tal vez, una serie de preguntas a las que debes responder sinceramente te pueden ayudar a obtener esa claridad: ¿Qué es lo que quieres?, ¿para qué quieres llevar esto adelante?, ¿qué deseas obtener con este proyecto? y ¿por qué quieres hacerlo?
Planteo de opciones
Para llevar a cabo un plan o un proyecto es necesario que conozcas con claridad cuáles son las opciones que puedes plantear.
Escribirlas en un papel puede ayudarte a delimitarlas con claridad. En el proceso, te vas a dar cuenta de que muchas de las opciones se enlazan. Por ello, intenta marcar cada una de ellas, porque de esas opciones surgirá tu elección.
Análisis de las opciones
Arma tu cuadro de ventajas y desventajas para ayudarte a tomar una decisión. Para ello, también te puede servir escribir tus ideas en un folio para que no se te escapen las características de cada opción y no confíes en tu registro memorioso.
Este cuadro te proporcionará una imagen limpia, a pesar que puedas tener tachaduras, entrecruces de información, reescrituras, etc. Todo sea por la claridad de cada opción.
Búsqueda de asesoramiento
El asesoramiento es una guía que proporciona claridad. Por ello, buscar asesoramiento en personas idóneas que puedan allanar dudas y preguntas que te surgen es conveniente. Por supuesto, también lo es que te alejes de opinólogos y que trates de encontrar especialistas (pocos) que te den su punto de vista. No debes recargarte de hipótesis porque puedes confundirte y colapsar.
Reflexión
Siempre debes hacer tiempo para decidir, aunque a veces el tiempo sea apremiante, especialmente cuando te han impuesto una deadline (‘fecha límite’). Sin embargo, tomarte el tiempo para decidir es una buena oportunidad para revisar las fortalezas y debilidades de cada opción.
Ganancias y pérdidas
Es muy común oír decir que “cada vez que decides, ganas y pierdes algo“.
Si bien cuando decides, ganas, una de las opciones, debes ser consciente y estar dispuesto a perder el resto de las opciones que no elegiste.
En este sentido, el no se puede tener todo, deberá ser tu lema. De lo contrario, te resultará imposible elegir y las vueltas que darás en la indecisión, esconderán esa omnipotencia, esas ganas de querer abarcarlo todo. Tienes que imponerte ante tu abarcativismo para que puedas elegir de manera relajada.
Elegir es fruto de la reflexión y no de la impulsividad
Toda decisión implica elección y viceversa. Debes tener en claro qué elección y decisión van para y par. Ya cuando elijo estoy tomando una decisión que después pondré en marcha, y es el resultado de toda esta operatoria y no de tomar una decisión impulsiva o en caliente, que casi siempre no da buenos resultados. Cuidado entonces con las corazonadas…
La elección es siempre el resultado de un análisis, no de un impulso.
La peor fantasía
Muchas veces el miedo te invade sin consonantes racionales. Entonces, la pregunta ¿qué es lo peor que te podría suceder si te equivoco con tu elección? te contacta con la realidad para que te des cuenta de que no reviste tanta claridad el hecho de que te equivoques.
Ten en cuenta que, a menudo, es más el aspaviento del miedo, que la respuesta racional a una elección equivocada. Hacerte esa pregunta es una técnica que te ayudará a neutralizar y reducir el temor.
Colócale un puntaje a tu autoestima, de 0 a 100
El desafío que implica decidir una opción y arrancar el proyecto, se puede volver persecutorio si tu autoestima no está equilibrada. Es muy importante que seas autoconsciente de lo que puedes y no puedes, de cuáles son tus recursos y cuáles son tus debilidades.
La fuerza y la motivación a la hora de “salir al ruedo” vienen determinadas por ese valor que te das a ti mismo. Por ello, están estrechamente relacionados.
¿Qué viene después?
Luego del período reflexivo, ya sea porque tienes una propuesta o varias, hay cuatro resultados concretos. Son las siguientes:
- Aceptas: dices SÍ y asumes la responsabilidad que implica, puesto que ya analizaste todas las opciones y no es una decisión impulsiva.
- Rechazas: dices NO y asumes la pérdida. Dices que no aceptas el proyecto o que descartas otros proyectos porque dices sí a otros.
- Postergas: puedes pedir un tiempo porque no te sientes seguro para decidir. No procrastinas, sino te colocas un plazo.
- Derivas: decides derivar el proyecto a otros porque si bien te puede resultar interesante, no tienes el tiempo ni la capacidad operativa para llevarlo adelante. Entonces puedes elegir a quién lo destinas para que lo accione.
Por ejemplo, si tienes varias ofertas laborales, el escribirlas y analizar los pro y los contras, plantearte objetivos claros y hacerte preguntas y buscar algunas personas expertas para que te respondan, te puede allanar el camino hacia la toma de una decisión clara: si aceptas o rechazas la propuesta, si te tomas un poco más de tiempo para decidir, o derivas a alguien que puede desarrollar el proyecto y puedo recomendar.
De la misma manera, en la dirección de una empresa, dar el ok o no o tomarse más tiempo para reflexionar sobre una propuesta pueden ser variables de resultado que te encuentran a ti como el protagonista del proyecto. Sin embargo, recuerda que no siempre tienes por qué ser el brazo ejecutor, puedes derivar a alguien que lo desarrolle por ti.
Si la vida está llena de decisiones, vivámoslas con pasión, motivación y alegría, porque sin duda, las decisiones son un pasaporte al crecimiento y desarrollo personal.