Cuando nace el hijo, también nacen los padres
Ser padres no es una tarea fácil. El nacimiento de un hijo es el hecho más maravilloso que puede acaecer en la vida de cualquier ser humano, pero también el que más radicalmente la modifica. Desde el día en que tu hijo nace y tú te conviertes en padre o madre, todo comienza a cambiar.
Por lo tanto, se hace preciso aprender a adaptarse a la nueva situación de la manera más positiva posible, tolerarnos a nosotros mismos cuando nos sintamos emocionalmente inestables y sobre todo no tacharnos como malos padres si no actuamos de forma perfecta. Ser padres es un aprendizaje y, como todos los aprendizajes, es necesario cometer errores y volver a intentarlo.
No nacemos siendo padres ni sabiendo todo lo que tenemos que hacer y es por eso que nos tenemos que dar la oportunidad de hacernos con este importante rol poco a poco.
Es importante darnos cuenta de que no solo ha nacido un hijo, sino de que también lo han hecho unos padres y todos los roles que hasta el momento estábamos ejerciendo frente a este nuevo rol. Esto es relevante porque es muy probable que tengas que aumentar tu tolerancia a la frustración y a enfocarte en la nueva vida que ahora te espera ante tus ojos y que depende de ti.
El nacimiento de los padres: un cambio en valores
Cuando inicias tu rol de padre, te vas dando cuenta de que aquellas cosas que parecían sumamente importantes en tu vida van perdiendo poco a poco ese matiz y otorgándoselo ahora a todo lo que tenga que ver con tu pequeño.
Salir de marcha con los amigos, echar horas extras en el trabajo, ir a los estrenos de cine o pasarse un buen rato eligiendo el mejor modelito para salir a cenar ya no son tareas que nos plazca tanto hacer, además de que ya no podemos permitirnos hacerlas de igual forma. Todo lo que antes nos producía cierta sensación de felicidad pasa a un segundo plano: te das cuenta que la verdadera felicidad se encuentra en otros valores.
Es imposible negar que cuando eres padre, tu escala de valores cambia por completo. Los hijos te hacen mejor persona, menos egoísta, más humano y menos superficial.
Pero aunque, a toro pasado consigamos verlo así, lo cierto es que desprenderse casi de la noche a la mañana de nuestro anterior yo, ese que era tan libre y podía hacer a cada momento lo que quisiera, es bastante difícil y requiere tiempo.
No debemos alarmarnos si a la primera de cambio no estamos continuamente pensando en nuestro hijo o queriendo dar la vida por él, como dicen muchos padres. Todo requiere un tiempo de adaptación, somos personas, no robots y presionarse o sentirse culpable por cómo “deberían ser las cosas” no es el mejor camino a tomar.
Las presiones al final acaban por bloquearnos y de esta manera es mucho más difícil poder ejercer con alegría el rol de padres. Hay que permitirse ser humano ante todo, sentir emociones, darse tiempo para la adaptación al cambio y no fustigarse por todo ello.
Cómo gestionar adecuadamente el nuevo rol de padres
Para poder adaptarnos mejor al gran cambio que supone en nosotros esta nueva etapa, es necesario, quizás, tener en cuenta algunas recomendaciones.
Tolerar la incomodidad
Esa comodidad de hacer planes de improviso, de tirarte en el sofá viendo películas con tu pareja hasta las tantas de la madrugada o ese sueño de más de ocho horas seguidas, muy probablemente, se acabará para ti.
Piensa que aunque fuera una vida cómoda, no era una vida necesaria. Nadie necesita tanta comodidad en su vida, el ser humano se acostumbra a todo y acabarás adaptándote a una vida menos cómoda, pero más auténtica.
Aprecia cada segundo con tu hijo
El tiempo pasa volando y los progresos de tu hijo son casi diarios. Céntrate en el presente cuando estés con él. No pienses en el trabajo, ni en tu vida en pareja, ni en los planes de mañana. Disfruta su sonrisa, sus primeros balbuceos o su primera papilla. Estos momentos son únicos e irrepetibles y no volverán.
Haz planes nuevos en los que tu hijo pueda participar
Quizás a tu yo anterior le encantaba salir a escalar una montaña o ir al cine en la sesión golfa. Acepta que hay muchos planes que tu yo padre va a tener que cambiar. Eso tiene una lado genial porque acabarás descubriendo cosas que no sabías que te iban a gustar tanto o más que lo que solías hacer anteriormente. Apúntate a natación con tu bebé, aprende a hacerle masajes específicos para ellos, etc…
Felicítate por como lo estás haciendo
Has llegado al límite de tus límites y estás exhausto y aun así sigues al pie del cañón. Es muy importante que nos digamos a nosotros mismos que somos unos campeones. Las personas nos solemos machacar cuando lo hacemos mal y nos felicitamos muy poco cuando hacemos las cosas correctamente. Esta auto palmada en la espalda, nos motivará y actuará como refuerzo para la crianza.
Empatiza con tus padres
Ahora sí que te darás cuenta de todo lo que hicieron tus padres por ti – y con menos facilidades que en la actualidad- y verás que gracias a esta empatía la relación con tus padres mejora.
Escoge un momento a la semana contigo mismo y exprímelo
Es necesario que acuerdes con tu pareja un momento de la semana que va a ser solo para ti. Ahí tendrías cancha para hacer lo que te plazca: un buen baño de espuma caliente, irte a la playa a nadar, salir de fiesta con amigos, etc. Te darás cuenta como ahora disfrutas mucho más de estos momentos y eres capaz de sacarle todo el jugo. Eso sí, también te percatarás de que estarás deseando volver para estar con tu pequeño.
Ser padres es una bonita responsabilidad, la mayoría de las veces el resultado de una decisión consciente. Sin embargo, detrás de esa decisión, igual que detrás de la mayoría de decisiones que tomamos, se esconden situaciones que ni siquiera acertamos a imaginar.
Por otro lado, ser padres no provoca un único sentimiento, sino un ciclón de ellos que tenemos que aprender a gestionar con paciencia y comprensión hacia nuestros fallos. Se trata de ir construyendo poco a poco nuestro propio manual de instrucciones: de lo que leemos, de lo que escuchamos, pero sobre todo a partir de lo que los más pequeños nos enseñan.