Depresión infantil: las intervenciones más eficaces
La depresión no es una categoría diagnóstica reservada a los adultos. Los niños, desgraciadamente, también pueden padecerla. Es importante, no obstante, saber realizar un buen diagnóstico diferencial con algunos trastornos de la conducta que pueden presentar un cuadro parecido.
En la infancia, más que tristeza, la depresión suele manifestarse como irritación. También en los niños se suelen dar más problemas de sueño.
La depresión infantil tiene una incidencia similar en ambos sexos. No pasa lo mismo al llegar a la adolescencia, donde la prevalencia se decanta por el sexo femenino y se mantiene de este modo hasta la adultez.
Los factores que pueden estar detrás de una depresión infantil son variados y ninguno por sí solo suele ser suficiente para desarrollar el cuadro. La combinación de variables genéticas o hereditarias y un entorno disfuncional pueden propiciarla.
Si alguno de los padres la ha sufrido o la está sufriendo depresión, es mucho más probable que también el niño la padezca. Las exigencias escolares, extraescolares y las órdenes autoritarias y contradictorias, también son factores de riesgo.
A continuación, pasamos a desarrollar algunos de los tratamientos psicológicos más eficaces con los que contamos actualmente para la depresión en la infancia. La buena noticia es que la población infantil se beneficia más que la adulta del abordaje psicológico. En este sentido, podemos encontrar grandes esperanzas.
Tratamientos para la depresión infantil
Respecto a la farmacoterapia, podemos indicar que, mientras en la depresión adulta tanto las terapias farmacológicas como las psicológicas han demostrado con creces su eficacia y ambas son consideradas alternativas de primera elección, en el caso de la depresión infantil y adolescentes solamente la terapia psicológica -y en especial la terapia de conducta-, cuenta con suficiente aval empírico.
Los fármacos en niños, por tanto, son menos eficaces que en adultos y producen más efectos secundarios.
Respecto a las terapias existentes, podemos señalar las siguientes:
- Terapia de autocontrol de Stark. Se basa en el modelo de Rehm, que considera que la depresión se debe a fallos en los procesos de autoobservación, autovaloración y autoadministración de contingencias. El objetivo sería seleccionar y registrar las actividades agradables que realiza, valorar su estado de ánimo y focalizar la atención en las consecuencias demoradas -no en las inmediatas- de realizar todo esto. Es importante enseñar al niño a autorreforzarse por los logros y valorarlos de forma realista.
- Programa de automodelado para la depresión infantil y adolescente de Kahn. Se trata de la grabación de un vídeo del comportamiento típico de la depresión de cada escolar durante el periodo de línea base. Después se selecciona con conjunto de conductas incompatibles con la depresión, tanto manifiestas como encubiertas verbalizadas. El niño ensaya estas conductas incompatibles y se graba en vídeo. Posteriormente, se realiza el visionado del vídeo en el que el mismo puede verse actuando de forma positiva.
- Entrenamiento en aumento del control primario y secundario (PASCET) de Rothbaum. Es un tratamiento cognitivo conductual basado en el modelo de los 2 procesos de control: primario – destinado a modificar las condiciones objetivas de la vida del niño- y secundario -para cambiar lo subjetivo, como las creencias-. Sus componentes son las actividades agradables, autocontrol, reestructuración cognitiva y relajación progresiva.
- Programa “Emoción-Acción-Conducta” (PEAC) de Méndez. Incluye 3 componentes principales -educación emocional, actividades agradables y reestructuración cognitiva-. Se le pueden añadir otros procedimientos en función del análisis funcional del caso particular, como la higiene del sueño o la resolución de problemas. Se desarrolla a través de juegos en grupo como las “charadas emocionales” o fichas de actividad como “la tarta de los sentimientos”. La participación de los padres es importante. Estos pueden actuar como para profesionales o co-terapeutas, pero también como pacientes. Es un tratamiento que no prevé el uso de la medicación.
- Curso de Afrontamiento de la depresión de Lewinsohn. Es un tratamiento diseñado para adolescentes de 13 a 18 años. El formato es grupal, de 10 adolescentes, pero también puede aplicarse de manera individual. El objetivo es enseñar nuevas destrezas para conseguir reforzamiento positivo y sustituir los pensamientos destructivos por otros constructivos. Algunos de sus componentes son: autocontrol, habilidades sociales, actividades agradables, relajación, reestructuración cognitiva, resolución de conflictos, comunicación, mantenimiento de los logros y participación de los padres.
- Terapia cognitivo conductual de Brent para adolescentes: Se lleva a cabo una terapia cognitiva al estilo Beck. Además se instruye a los adolescentes en habilidades sociales y de comunicación. La educación emocional también es importante, usándose el “Termómetro de sentimientos” para realizarla. Además existe un componente de resolución de problemas.
Conclusiones
Es importante incidir en la prevención de la depresión infantil. Para ello, la educación a los padres sería en buen comienzo, así como hacer hincapié en la necesidad de establecer límites firmes y seguros a los niños.
Por otro lado, un ambiente rico en refuerzos positivos también puede prevenir el desarrollo de una depresión infantil. Para ello, es esencial que los padres comprendan que es positivo para sus hijos tener un tiempo sustancial de juego libre o con otros niños.
Los castigos deben realizarse en consonancia con la conducta y siempre con un objetivo correctivo no punitivo. Evidentemente, el castigo físico está totalmente desaconsejado en cualquiera de sus formas, aunque sea leve.
No obstante, si la depresión ya se ha manifestado, la terapia cognitivo conductual sería el tratamiento de primera elección, dado que es la única modalidad de psicoterapia sobre la cual existen datos sólidos de eficacia en niños que no llegan a la pubertad.
Para los adolescentes, las dos alternativas de elección son, tanto la terapia cognitiva conductual como la interpersonal. Ambas terapias cuentan con al menos 2 estudios experimentales intergrupos en el que se ha comprobado que el tratamiento es estadísticamente superior la falta de intervención o al placebo.
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